Lynara Stark

23

—Cuando la reina proclame a un rey y la mano proclame a otro, ¿qué paz protegerán las capas doradas?

—En tiempos de nuestros antepasados, no dudaron en traicionar a la Reina Negra y sus abanderados, sí, yo no los convertí en capas doradas, pero necesito un incentivo para hacer que se levanten y me defiendan.

—¿Por qué?

—A falta de Robert, Stannis es el nuevo rey, debemos quitar a Joffrey de en medio y alejarlo de Sansa a toda costa. Si nosotros frenamos el avance de los Lannister, Robb nos puede sacar de aquí con vida y nos retiramos a Invernalia sin sufrir ninguna baja.

—¿Y cómo piensas lograrlo?

—Dile a Varys que quiero su ayuda. Necesito que la Araña asegure mi supervivencia y la de los míos.

—Mi Señora, no puedo lograr eso.

—Cuando Cersei siente a su bastardo en el Trono de Hierro, nuestras cabezas arderán.

—Eso es demasiado arriesgado, no creo lograrlo.

—Por eso buscaremos ayuda.

—Haré lo que pueda— Alys reverenció y marchó.

—Mi señor— Lynara alcanzó a su hermano mayor, iba roja de lo hinchado, Ned la estrechó, los dos se veían mal—. Los hombres de la reina me sacaron de ahí, no pude sostener su mano— lloró tratando de no ahogarse con las palabras—. Ha coronado a Joffrey.

—Todo está hecho, la guardia de la ciudad es suya.

—Bien— Lynara vio asustada a su Señor—. ¿Lord Renly se nos unirá?

—Me temo que Lord Renly ha dejado la ciudad.

—Se marchó una hora antes del amanecer con el señor Loras Tyrell y alrededor de 50 hombres. La última vez que lo vieron cabalgaba hacia el sur con cierta prisa.

—Un aliado menos justo cuando le declaraste la reina a la usurpadora, vamos mejor que nunca.

—Lynara, por favor.

—Deben sacar a Gendry de la ciudad, deben liberar a Tyrion y pedir benevolencia a Tywin, no quiero que le hagan nada a mis niños.

—Sigamos.

—Padre...

—No quiero que vengas.

—No te voy a dejar.

—Estamos con usted, Lord Stark— y las puertas se abrieron. Ni siquiera se había enfriado el cuerpo y Cersei ya había sentado a su bastardo en la silla del Conquistador, el Conciliador, la Conciliadora, la Maegor con Tetas y el Veneno de Dragón. Hoy era usurpado de la forma más vil.

—Todos saluden a su Alteza, Joffrey de las Casas Baratheon y Lannister, primero de su nombre, rey de los ándalos y de los primeros hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del Reino.

—Le ordeno al consejo hacer todos los preparativos necesarios para mi coronación, deseo ser coronado dentro de quince días. Hoy aceptaré juramentos de lealtad de mis consejeros leales.

—Sir Barristan, creo que ningún hombre aquí podría cuestionar su honor— el patriarca extendió el pergamino hacia el susodicho.

—El sello del rey Robert, intacto— lo abrió y vio un momento a sus majestades—. "Lord Eddard Stark es por el presente nombrado... Protector del Reino para gobernar como regente hasta que su heredero sea mayor de edad."

—¿Podría ver esa carta, Sir Barristan? — se veía alarmada, si se sabía de la existencia de esa carta, podría diluir lo que comenzaba y Lynara ya se había encargado de eso: la carta, la bastardía, los amoríos fuera de la extinta Casa Targaryen—. ¿Se supone que esta es su protección, Lord Stark? — comenzó a romperlo—. ¿Un pedazo de papel?

—Eran las palabras del rey.

—Tenemos un nuevo rey ahora— La Loba trataba de mantenerse serena—. Lord Eddard, la última vez que hablamos me ofreció un consejo, permítame devolverle la cortesía. Arrodíllese, arrodíllese y jure lealtad a mi hijo... y le permitiremos que viva sus días en el desierto gris que llama hogar.

—Su hijo no tiene derecho al trono.

—¡Mentiroso!

—Se ha condenado con sus propias palabras, Lord Stark. Señor Barristan, aprese al traidor.

—El señor Barristan es un hombre, un hombre leal. No le hagan daño.

—¿Creen que está sólo?

—¡Mátenlo! ¡Mátenlos a todos! ¡Lo ordeno!

—¡Comandante! Detenga a la reina y a sus hijos, escóltelos a sus departamentos reales y manténgalos allí, bajo vigilancia.

—¡Hombres de la Guardia!

—No quiero que se derrame sangre, díganle a sus hombres que bajen sus espadas; nadie tiene que morir.

—¡Ahora! — comenzaron a atravesar a los hombres con las lanzas. El Perro bajó a matar gente, Eddard iba a sacar su espada y escuchó el grito de su hija.

—Le advertí que no confiara en mí— Lynara aferraba la espada con las manos, su vestido se manchó de sangre y escupió a lord Petyr Baelish, hizo esfuerzo para zafarse del agarre y manchar el rostro del hombre que capturó a su hermano.