31

61 8 0
                                    

—¿Te gusta molestar a los pequeños? He estado martillando un yunque los últimos 10 años, el acero canta cuando lo golpeo. ¿Vas a cantar cuando te golpee? — luego se giró a Arya—. Este es acero forjado en un castillo, ¿de dónde la robaste?

—Fue un regalo.

—No importa ahora, a donde vamos, no les importa qué hemos hecho. Tienen violadores, carteros, bandidos... asesinos.

—¿Qué eres tú?

—Aprendiz de armero, pero mi amo se cansó de mí, así que aquí estoy.

—¡Vamos penosos hijos de prostitutas! ¡Hay mil leguas desde aquí hasta la Muralla! Y se acerca el invierno.

Arya guardó la espada y caminó muy de cerca de Gendry, ambos iban entre los dos carruajes.

***

—¿Lo lograste?

—Así es, mi señora.

—¿Viste a Arya?

—Ya va camino a Invernalia.

—¿Alcanzó a mandar las cartas antes de que lo sacaras?

—¿Va a estar a salvo? ¿Se podrá quedar en Invernalia a esperar nuestro regreso? ¿Y si no llegan?

—Van a estar bien, los volveremos a ver. Todo va a estar bien.

—¿Y Sansa?

—Tan bien como se espera.

***

El Perro había derribado a otro oponente, el rey obligaba a Sansa a alabarlo, Lynara se contenía todo lo posible la cara de asco y Alys se mantenía firme al lado de su Señora. A ella jamás se le permitió opinar. Joffrey obligó a un nuevo contendiente a beber hasta saciarse, poniéndole un embudo en la boca y volcando un barril hasta ahogarlo. Lynara contorsionó el rostro del asco que le daba ver tal escena, no era la única, pues cruzó mirada con su dama de compañía y pensaba exactamente lo mismo.

—No puede.

—¿Dijiste que no puedo?

—Quise decir es que es mala suerte matar a alguien en su onomástica.

—¡Qué superstición tan provinciana!

—Escucha, su Gracia, su reina sólo se preocupa por usted y su bienestar— Lynara se inclinó antes de hablar—, sabe que siempre pide por usted ante los dioses.

—Tienen razón— intervino Sandor—. Lo sembrado en la onomástica se cosecha todo el año.

—Llévenselo, mataré a ese idiota mañana.

—Es un idiota, tiene toda la razón, sería mejor bufón que caballero, no merece una muerte rápida— la castaña se sorprendió ante el comentario.

—Ya oíste a mi lady, Ser Dondor, serás mi bufón desde hoy.

—Gracias, Eminencia, gracias, mi lady.

—¡Sobrino! — se anunció, iba con caminar pasivo, con una armadura, lo seguía un hombre de cerca. La Loba se acomodó en su sitio y sonrió al verlo—. Te buscamos en el campo de batalla y no te encontramos— se sirvió una copa.

—Estaba aquí gobernando los reinos.

—Y qué bien lo haces— giró a su sobrina—. Mírate, estás más bella que nunca— le besó la mejilla—. Y tú, serás más grande que sabueso, pero mucho mejor parecido. Él me detesta.

—¿Por qué será?

—Oímos que estabas muerto.

—Me alegra que estés vivo.

—A mí también, la muerte es tan aburrida, sobre todo en un mundo tan emocionante.

—Mi sentido pésame, señoras— Lynara inclinó la cabeza como agradecimiento.

—¿Por qué? Su padre fue un traidor confeso.

—Pero era su padre— atinó Tyrion—. Tú también perdiste a tu capellán, deberías compadecerla.

—Mi padre fue un traidor— dijo la pelirroja bajo la atenta mirada de su rey—, también mi madre y mis hermanos, soy leal a mi amado Joffrey.

—Por supuesto que sí— Lynara contuvo el llanto—. Disfrute de su onomástica, quisiera quedarme a celebrar, pero hay asuntos pendientes.

—¿Qué asuntos? ¿Qué haces aquí?

—Mi Señor Tyrion.

—Señora.

—¿Su padre tuvo oportunidad de leer mi carta?

—Demandó que quitara a su protector.

—Mi protector es él y usted— se apresuró—, somos prisioneras aquí, me quedo sólo para proteger a mi sobrina, y, por la misma razón, saqué de aquí al que me facilitaba la comunicación. Porque sólo envié cuervo a su padre... y sigo esperando audiencia con el León.

—Ahora soy Mano del Rey hasta que él regrese de la lucha.

—Puedo esperar...

—Iré al consejo menor, me reuniré con usted a la brevedad.

Lynara StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora