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Rebeca

Michelle me contiene hasta que llegamos a su casa. Está a algunos pocos kilómetros de donde solía vivir con Xander y detiene el coche en la entrada, apagando el motor antes de girar su rostro hacia mí.

—Vamos —la determinación en su voz es inquebrantable y me tiemblan los dedos cuando abro la puerta.

No tengo nada conmigo, ni mi ropa, ni mi teléfono ni mi documentación. Carezco de cualquier cosa más allá de mi cuerpo y la realización de eso me hace respirar entrecortadamente, mientras mis ojos se llenan de lágrimas.

Michelle pone su mano en mi espalda, animándome a caminar hacia la casa.

—No tenías que hacer esto.

—Claro que tenía que hacerlo —murmura—, y espera a que Xander se entere, le dará una paliza a ese bastardo.

Mi cuerpo adolorido se tensa. Xander no puede saberlo, porque no estoy lista para enfrentarme a su reacción.

—No se lo digas, por favor —suplico—. Todavía...

Parece comprender.

—No le diré nada, a menos de que lo pidas, pero creo que deberías llamar a alguien —sugiere—, pensé que querrías decírselo.

Mis ojos se llenan de lágrimas nuevamente.

—Ni siquiera termino de entender cómo... cómo dejé que las cosas llegaras a este punto —admito—. Fui tan cobarde.

—No creo que fuera cobardía —responde—. Ven, vamos a la cocina. Prepararé té y podremos hablar.

—Realmente no tienes que hacer esto —me detengo en la sala de estar, con un sofá amplio y algunos muebles, mientras pienso en que debería llamar a alguien. Michelle es la amiga especial de Xander y apenas hemos hablado más allá de las veces que compartimos desayunos o breves salidas en grupo.

Tendría que llamar a mi padre o a Nessa... o resolver esto sola, pero no pude hacerlo y sé que no podría intentarlo nuevamente porque la idea de estar cerca de Daniel me aterra.

—Hablaremos de eso cuando hayamos bebido un té y comido algo —determina—, ¿los médicos te dieron alguna indicación?

Le repito con tono monótono lo que escuché decir al doctor mientras caminamos a la cocina. Me señala una silla y la observo mientras fluye por el lugar, cómoda con el espacio. No me insiste para que hable, pero tiene un gesto interrogativo en su rostro cuando se sienta frente a mí y deja dos tazas entre nosotras.

Tomo una respiración prfunda, muevo la cuchara en el liquido amarronado y sacudo la cabeza levemente.

—No sé cuándo comenzó.

—A veces es difícil identificarlo, puede ser muy sutil —dice.

—Las cosas se pusieron peor el último tiempo —reconozco—, poco antes de mudarme con él no dejaba de insistir siempre con su idea absurda de que Xander y yo... de que yo lo engañaba con mi mejor amigo —le explico—, y no es así.

—Te creo.

—Daniel siempre ha sido un poco celoso y yo creí que eso... creí que eso significaba que me amaba, que era tan preciada para él que no quería que nadie más me tuviera, pero —me detengo por unos segundos. Las palabras violentas de mi novio y agresor se repiten en mi mente—, al mismo tiempo, no dejada de recordarme lo afortunada que debía sentirme por ser su novia.

—Las personas violentas son así. Son manipuladoras y te hacen creer que no vales nada, que solo puedes brillar cuando ellos lo permiten y que, sin ellos, no eres nada. No es así, Beca, no necesitas a nadie para brillar. Tienes luz propia.

Se busca amor |Davenport #1| +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora