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Rebeca

Ahora que puedo ver la puerta de la casa donde viví estos meses con otros ojos, me parece tétrica. El jardín sin vida, la pintura desgastada y el interior cargado de maldad me hacen estremecer cuando el policía, con una cámara GoPro en su chaleco golpea la madera.

No estoy segura de que Daniel esté aquí, pero tarda poco tiempo en abrir la puerta. Mi ceño se frunce al ver su rostro. Su nariz está inflamada y es evidente que se ha golpeado.

Mi primer impulso, el más tonto, es preguntarle si está bien. Recapacito y me muerdo la lengua, evitando hacer cualquier estupidez.

—Señor Fergus —el policía hace que la mirada furiosa de mi exnovio me abandone para centrarse en él—. Soy el agente Manillo, tengo una orden para que la señorita Summers pueda retirar sus pertenencias del domicilio.

—¿Acaso mi novia no le dijo que ella y su amigo vinieron a llevarse todo, ya? Mi nariz es prueba de ello —se señala el rostro—. Dile, Rebeca.

—No soy tu novia.

Sonríe.

—Señor Fergus, si no nos deja ingresar a la casa, tendré que detenerlo —le advierte el policía—. Hágase a un lado y deje las manos donde pueda verlas.

Se mueve. Entro a la casa tras el policía, apenas respirando.

—Lamento el desorden, pero es lo que dejaron el otro día —se excusa.

Es mentira. Xander no tocó nada y yo solo tomé mis cosas, sin desordenar nada más.

El policía no le hace mucho caso y me mira.

—¿Sus cosas quedaron en la habitación?

—Y en el baño —le explico.

—La sigo.

—¡Oiga! ¿Cómo sé que no va a llevarse mis cosas?

—Usted puede venir, pero se quedará en la entrada del cuarto —le dice.

Daniel me mira con todo el odio que debe haber acumulado por años. Siento sus ojos sobre mí todo el tiempo mientras vamos a la habitación. Hay una parte de mí que se alivia al ver que él no hizo nada desde que me fuí. Todavía están los pedazos de plástico de mi maleta, la sangre en la pared y el yeso caído.

El policía ve toda la escena con una ceja arqueada y su cámara enfoca cada parte de la habitación, mientras yo intento ser rápida en recoger todo. Quedaron algunos vestidos, zapatos y maquillaje. También la mayor parte de mis cosas de higiene, que meto en otro bolso, que también olvidé.

—¿Qué fue lo que pasó aquí? —pregunta finalmente.

—Como le dije, oficial, el amigo de mi novia me golpeó —responde Daniel antes de que yo pueda decir algo.

Mira nuevamente las marcas en la pared, los restos plásticos y la sangre.

—Es consistente con la historia de la señorita Summers —toma fotografías con un teléfono celular y me mira—. ¿Ya tiene todo?

Reviso por última vez el armario, segura de que no queda nada de mí.

—Si —le digo finalmente.

Cuando estamos llegando a la entrada, el policía sale primero y Daniel aprovecha ese breve segundo para tomarme del brazo.

—Esta estupidez va a terminar mal para ti —sisea.

—Suéltame —me tiembla la voz, pero no dejo de mirarlo—. Se acabó, Daniel. Se terminó. No voy a permitir que sigas pisoteando mi cabeza.

Se busca amor |Davenport #1| +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora