Xander
Tengo que sacar autocontrol de cada parte de mí para no jugar sucio con Rebeca. Dejo que se ponga sobre mí y tontee conmigo, que me arañe suavemente el pecho con sus uñas, como si eso no me pusiera al borde de un orgasmo. Veo su expresión mientras baja su boca y su lengua deja una línea de humedad por mi abdomen, hasta que llega a mi cadera.
Contengo el impulso de mover mis manos, sujetar su cabello y tomar el control de la situación. Me quedo quieto, disfrutando del martirio al que me somete. Sus dedos rodean mi polla y la sostiene en su mano antes de inclinar su cabeza y pasar su lengua. Por poco se me dan vuelta los ojos.
—Rebeca, no me tortures.
Suelta una risita baja, como si la idea de hacerlo fuera divertida.
Sigue jugando, pasando su lengua solo por la punta, subiendo y bajando su mano, apretando el agarre como si fuera otra parte de su cuerpo la que me rodea. Los músculos de mi abdomen se tensan. Mi mandíbula se aprieta con fuerza y cierro los ojos.
—¿Se siente bien, Xan?
—Mierda, sí. Demasiado bien —admito, casi temblando. Me toma en su boca, acaparando casi toda la longitud. El espacio caliente y húmedo se siente como la gloria.
—¿Lo suficiente como para saltarnos la parte del gimnasio e ir directamente a la habitación?
Me va a sangrar la polla. De seguro voy a perder un par de centímetros por el desgaste, pero no me importa.
—Ni siquiera recuerdo para qué sirven los gimnasios —respondo—. Te puedo follar en el sofá o en la cocina —me muevo, perdiendo la posición para ponerla debajo de mí. Mi cadera encuentra la suya, aunque mi polla se frota contra la tela de sus pantalones de algodón—. Elige el lugar, princesa.
Su mirada encuentra la mía.
—No me llames así —dice, aunque lo hace en un susurro.
—¿Y cómo quieres que te llame?
—Rebeca.
Aprieto los labios antes de humedecerlos y acercarme más hasta igualar mi rostro con los suyos. Tengo sujetas sus muñecas y sus manos están cerradas en puños.
—¿Y si la parte de las cursilerías me las dejas a mí? —resopla ante mis palabras—. No leí todas esas novelas que te gustan para que rechaces mis apodos tan descaradamente, Bec.
—Me gusta cuando me llamas por mi nombre —susurra, mirándome—, y no te has leído todos mis libros, mentiroso.
Ladeo el rostro.
—Yo te llamo princesa y tú me llamas mentiroso o presumido —el tono ofendido en mi voz la hace sonreír.
Engancha su pierna en mi cadera y me acerca más a ella. Estoy fascinado por esta versión de Rebeca y quiero ver qué más hay detrás de los muros dañados y cubiertos con pintura. ¿Qué secretos tiene la verdadera Rebeca, que Daniel destrozó? ¿Qué quiere ella realmente?
—Eres presumido, viene con el título de ser arquitecto y con el apellido Davenport.
—Y tú eres una princesa —señalo con obviedad—, toda mandona, descarada y caprichosa.
—¿Crees que soy caprichosa?
—Sé que lo eres —me burlo, dejando un rastro de besos por su cuello. El olor de su piel y la mezcla de cremas y perfume que usa me tiene obsesionado, loco, frenético. No debería ser adicto al olor de una persona, pero siempre me fascinó el suyo y ahora que también pude probar su sabor...
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Se busca amor |Davenport #1| +21
RomanceRebeca y Xander son amigos desde pequeños. Mientras que él se dedica a la arquitectura para la empresa de su primo, ella es una organizadora de bodas. Xander ama a Rebeca, suspira por ella y desea que su mejor amiga y compañera de piso le responda...