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Rebeca

Estoy flotando en una nube de algodón, libros de romance y vino tinto resignificado.

Se hace de noche, es tarde y el hotel parece querer echarnos. Por mí, seguiría aquí. Finalmente, tras varias copas compartidas, conseguí que Cal, Juliette, Calipso o como sea que se llame verdaderamente, me confirme mi teoría: El Sindicato existe.

—Entonces, te escribo por correo —me dice cuando nos estamos despidiendo.

Ella. Va. A. Escribirme. ¡A mí!

—Claro.

El Sindicato está a varios pasos. Ya me he despedido de ellas, pero no me atreví a preguntar qué tanto de todo lo que escribieron sobre sus vidas es real. Me partiría el corazón si todo fuera cierto, porque pasaron muchas cosas feas, pero parecen ser felices. La mayoría se ha casado (o no), tiene hijos (o no), pero son... felices.

Cal mira tras de mí, sonriendo. Dorian —que sí es un profesor sádico de literatura y que, según ella, no está contento con ser llamado 'asistente'— sigue hablando con Xander.

—Espero avances de mi novela —me dice la chica, sonriendo.

—¿Tu novela?

—Mi inspiración —aclara y vuelve a mirar tras de mí—. No te quita los ojos de encima.

—Debe querer que nos vayamos —le explico—. Este no es su ambiente.

—Oh, pero luce bastante cómodo —murmura—. Si fuera tú, y solo es una sugerencia, iría a besarlo ahora mismo.

Me río, nerviosa.

—No nos besamos.

—Te contaré otro pequeño secreto —me dice, poniendo su mano en mi hombro—. Las escritoras de romance somos especialistas en ver la tensión sexual entre las personas.

—Qué raro, una mocosa ebria hablando de estas cosas —Dominik Grey o Dorian Bennet se acerca, mirándola con lo que solo podría ser descrito como devoción—. Vamos a la habitación de hotel, Cal. Tienes que dormir y has estado todo el día de aquí para allá.

—No me digas qué hacer, profesor —se despide por última vez y, para cuando quiero darme cuenta, solo quedamos unas pocas personas.

Algunos empleados de la editorial se alejan, Duncan se despide y, ahora, solo somos Xander y yo.

—Estás muy sonriente —señala, acercándose.

Suelto un chillido, corriendo hacia él. Por poco caemos en medio de la acera, pero me sostiene contra su pecho, con un agarre férreo en mi cadera.

—Gracias —susurro. Mis brazos alrededor de su cuello se aprietan y sus manos en mi cadera me acercan más a él.

—¿Gracias?

—Por esto. Por todo —sonrío.

Sube una de sus manos hasta mi rostro y acaricia mi mejilla con una mueca ligera en sus labios.

—Haría lo que sea por ver ese brillo en tus ojos y esa sonrisa siempre, Rebeca.

Trago saliva. Como en ocasiones pasadas, miro su boca, luego sus ojos. Brillan, marrones, serenos y fijos en los míos. Separo ligeramente mis labios para decir algo, pero no digo nada. Xander se inclina y me da un beso ligero en la frente.

—Vamos a casa —suplico.

Asiente. Deja su brazo a mi alrededor mientras caminamos hacia el auto y subimos. Como es usual en nosotros, Xan me da su teléfono para que elija la música, pero dejo que el silencio nos rodee. Reproduzco algunas escenas de Naranja. Intento no adentrarme en los pasados oscuros y las tormentas, pienso en cómo, de alguna forma, personajes como Brunella, con su dolor, pudo salir adelante. En como Georgia pintó sus miedos y en como cada una enfrentó cosas para conseguir su final feliz.

Se busca amor |Davenport #1| +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora