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Xander

Rebeca creó un muro entre nosotros.

Solo pasaron unos días desde que cometí el error de confesar que la amo y quiero darme la cabeza contra la pared. Era muy pronto, al parecer porque, lejos de que esto nos acerque, Bec ha puesto más y más espacio entre nosotros.

Se excusa en el trabajo, en las llamadas con Nessa, en las charlas con su padre. Creo que incluso me dijo que iría a ver cuántos tirantes de madera hay en el granero. Excusas tontas y patéticas, pero que la alejan de mí.

Se levanta temprano, me dice que ha desayunado y evita a toda costa pasar más tiempo del estrictamente necesario conmigo.

Por todo eso, en parte, agradezco cuando debemos salir para ir a la firma de libros de la autora que le gusta, porque no sé qué sería de nosotros si tuviéramos que pasar un día más así.

—¿Ya tienes todo?

Asiente.

El viaje de regreso es silencioso, pero relativamente cómodo. Mucho más cómodo que la mañana siguiente a que pasara lo de la piscina.

Pienso en eso más de una vez mientras conduzco de regreso a Mishbell y quiero darme la cabeza contra la pared. No suelo pensar en situaciones hipotéticas, pero no puedo evitar divagar y preguntarme qué hubiera pasado si le hubiera dicho sobre mis sentimientos a los quince o dieciséis. ¿Me hubiera correspondido? ¿Hubiéramos durado solo un par de meses y ya?

Regresamos a la ciudad de noche.

La firma es mañana, pero vamos a ver a mis primos, Nessa, Michelle y algunos amigos más en la casa de Román.

Temo que haya algo que nos alerte en el edificio, pero nos detenemos para hablar con la seguridad, que nos confirma que no ha pasado nada. Sin visitas, sin paquetes, sin llamadas. Daniel está demasiado tranquilo y eso me deja en claro que tiene intenciones de dar un golpe fuerte. Con las amenazas de su madre, hubiera jurado que nos estaría esperando una carta documento o un abogado, pero no hay nada de eso.

Solo nuestro hogar.

—Iré a darme un baño —las palabras de Rebeca se pierden en el pasillo, porque desaparece en cuanto entramos y yo hago lo mismo, duchándome en mi habitación. Demoro menos, poniéndome unos pantalones de jean, una camiseta negra y zapatos. Acostumbrado al trabajo en las obras, no suelo llevar camisas o trajes como mis primos y no tengo casi nada de eso, ni siquiera para una fiesta.

Un rato después, aparece Rebeca.

—Estás muy guapa —le digo.

No sé sé si debo decirlo o no, pero se lo he dicho siempre y no quiero que crea que cambié de parecer después de lo del otro día.

—Gracias, tú también —ni siquiera me mira.

Suspiro. Conduzco por un par de minutos en los que no puedo quitarme las cosas de la cabeza y termino por girar el cuerpo para mirarla una vez que llegamos al semáforo de cuatro tiempos.

—¿Vamos a fingir que no pasó?

—¿De qué hablas?

—Lo que pasó en casa de mis padres, cuando casi te como la boca después de decirte que te amo. De eso hablo.

Juega con el dobladillo de su vestido antes de responder.

—Estoy confundida.

—¿Y si me lo dices? Quizás te pueda ayudar.

Suspira.

—Intentemos tener la fiesta en paz, Xan. Por favor.

No digo más nada.

Se busca amor |Davenport #1| +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora