Capítulo 8

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Los siguientes días fueron de ensueño para Nancy. Cada vez que Mason llegaba al restaurante, su día se pintaba de colores y un sentimiento nuevo y desconocido crecía en su pecho.

Disfrutaba hablar con él así fuesen por escasos minutos, pero no pasaba nada más entre ellos y de pronto se vio preguntando si solo sería una bonita amistad o habría algo más. No quería precipitarse de los hechos, pero cada día a ese hombre le gustaba más y más.

—¿Estás libre hoy? —la chica le preguntó a su hermano mayor—. Dime que sí.

—Sí, sí lo estoy. ¿Qué sucede?

—No puedo ir al restaurante. Debo hacer un reportaje y tengo que empezar las investigaciones desde hoy.

Liam puso una mano en el hombro de su hermana y le regaló una sonrisa tranquilizadora. Nancy lo miró con fijeza, dándose cuenta de que su hermano se parecía a su padre cada día que pasaba.

—No te preocupes, iré al restaurante a ayudar a la abuela. Tú realiza tus trabajos sin presión alguna.

—Gracias.

—No agradezcas. Recuerda que somos un equipo y todos trabajamos de la mano en esta casa.

Nancy sonrió y dejó un beso en su mejilla antes de salir de casa a iniciar su día. Estaba emocionada y feliz, no solo por la vida, su carrera y su familia, sino por el hombre que llenaba sus días de múltiples colores. Le hacía falta sus padres, pero ella los podía sentir siendo parte de su vida desde otro plano.

Su día estuvo tan ajetreado y estuvo largas horas investigando y dándole vida al inicio de su reportaje, que no se dio cuenta de lo tarde que era hasta que su teléfono sonó en algún punto de su habitación.

Se levantó del suelo y lo rebuscó entre los papeles que estaban esparcidos. Cuando lo halló, miró el número desconocido que llamaba y frunció el ceño, pensando si debía responder o no.

—¿Sí? —se decidió a responder, volviendo su atención a su trabajo.

—Carla es linda y amable, pero en lo absoluto eras tú y quizá por eso la comida no sabía a lo mismo —fue solo escuchar su voz para que su corazón se agitara y una sonrisa se dibujara en sus labios—. ¿Por qué no fuiste al restaurante?

—¿Cómo conseguiste mi número? —preguntó a cambio.

—Persuadí a tu hermano. ¿Estás bien?

—Sí, no pude ir hoy porque tenía trabajos que hacer de la universidad. Estoy haciendo un reportaje sobre la maternidad y cómo influye la lactancia materna en los primeros meses de vida en un bebé.

—Oh, ¿puedo ayudarte en algo?

—A menos de que seas madre y des pecho, no veo cómo más puedas ayudarme.

Mason soltó una carcajada, relajándose en la cama de la habitación del hotel. Aunque no quiso ser muy insistente con Liam sabiendo que el hombre lo atacaría a preguntas, necesitaba saber de ella. No verla lo extrañó en demasía.

—Aunque quisiera, en eso no puedo ayudarte.

—Lo sé —rio divertida—. ¿Cómo estás? ¿Me extrañaste?

Un silencio se hizo entre ellos y Nancy hasta se sorprendió de su espontaneidad, de la forma tan fácil en la que soltó la pregunta, pero debía aceptar que con él se sentía a gusto y en confianza.

—Sí, debo aceptar que te extrañé. Ya te dije, la comida no sabía a lo mismo sin ti.

—Pero la abuela es la que siempre cocina.

—A mí me pareció diferente hoy.
Una sonrisa se dibujó en sus labios.

Su corazón latía con fuerza arrolladora, más con las palabras que él le decía.

—¿Cuándo vuelves a descansar?
—No lo sé, pero puedo escaparme por un par de horas.

—¿No te ponen algún problema después?

—No te preocupes, tengo el permiso del capitán.

—En ese caso, ve preparándote para dentro de dos días. Un lugar secreto nos espera.

—Pensé que nunca me invitarías a salir.

Nancy volvió a reír y hablaron un rato  más de cosas sin sentido, pero ninguno de los dos quería colgar y dejar de escuchar la voz del otro.

***

Dos días fueron toda una eternidad para Mason, que ansioso esperaba volver a estar cerca de ella y tener un momento privado con esa chica que lo tenía entre la espada y la pared.

Sabía que estaba haciendo mal, pero tenía una ventaja a la mano y no dudaría en usarla por esa única vez y porque valía la pena. Ya le había dicho a Roque que se hiciera cargo de todo, aunque una parte de sí temía que su superior se enterara, más ahora que le había dado la oportunidad de ser el capitán de tropa.

Se levantó desde muy temprano y se preparó para su encuentro con Nancy. Ella, por su parte, le había enviado un mensaje el día anterior diciéndole que estuviera en la casa a las siete. No sabía por qué tan temprano sería la cita, pero lo cierto era que no le importaba. Entre más horas pudiera estar a su lado, más podría conocerla y estar a su lado.

Para nadie era un secreto que la chica le gustaba lo suficiente hasta el punto de aprovechar su cargo para compartir un rato con ella.
En cuanto terminó de acicalarse, se dirigió rumbo a su casa. De camino compró un hermoso ramo de flores. Se sentía un jovencito enamorado, pero no le importaba si a ojos del mundo se veía ridículo. Sus padres le habían enseñado a amar con el alma y el corazón, y así siempre lo había hecho con los pocos amores que habían pasado por su vida.

Tocó el timbre con un nudo de nervios en el estómago, que desapareció en cuanto Nancy le abrió la puerta con una hermosa sonrisa en los labios.

Su corazón se disparó como un loco y quiso besarla ahí mismo sin importar qué. Cada día la veía más bella que el anterior y, por más que quisiera, ya no podía contener sus deseos.

—Hola —subió el escalón y extendió el ramo de flores que ella recibió encantada.

—Hola —Nancy guio las flores a su nariz y dejó que su ser se impregnara del aroma de ellas, cerrando los ojos y siendo observada por un hombre que ya no podía contener en su interior todo lo que ella despertaba—. Gracias, están muy hermosas —sonrió—. ¿Estás listo para ir al lugar secreto?

—Más que listo.

Sin Nancy verlo venir, Mason cortó el espacio que los separaba y dejó un beso en su mejilla, muy cerca de sus labios, pero a la vez tan lejos que ella quedó con la viva ansiedad de sentir su suavidad y carnosidad directamente.

Cuando Vuelvas Conmigo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora