Epílogo

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El matrimonio para Nancy era cada vez mejor, quizás porque estaban en sus primeros años y el amor hacía que todo lo malo se hiciera cenizas en cuestión de segundos. Pocas veces discutían o estaban en desacuerdo. Mason era un hombre tranquilo y Nancy no era mujer de pelear o discutir por cualquier cosa. Cuando tenían sus desacuerdos, solían ser por razones mayores y que superaban esa tranquilidad y afinidad de la pareja. 

Su relación funcionaba de una manera que solo ellos podían entender. La química, la comprensión, el respeto y la comunicación eran las bases de su amor. Cuando fallaban en una, su amor tambaleaba, pero bastaba con hablar tendido y hacer el amor por horas para que todo volviera a su estado natural y todo fluyera en armonía como hasta entonces. 

Luego de la apasionada luna de miel, Nancy empezó a trabajar oficialmente para una importante revista de la ciudad, Sus artículos iban desde consejos de belleza hasta una básica receta saludable para niños menores de dos años o madres que recién daban a luz y no sabían qué comer para mantenerse en forma y saludable a la vez. Np era lo que había soñado, pero se sentía feliz de tener su propio espacio y hacer de el lo que quisiera. Nadie la juzgaba y la página entera que pupaba su artículo, era bastante leído por amas de casa.

Mason, por su lado, había empezado a invertir en una pequeña agencia de seguridad que estaba en bancarrota. Aun no sabía por qué ponía tanta fe en ello, pero teniendo la suficiente experiencia combatiendo y el dinero para apoyar al anciano que le había hablado de su situación, tenía la plena seguridad de que saldría a flote si ponía gran empeño. Él mismo instruiría a los hombres y mujeres que desearan servir para proteger a las personas que los solicitaran. 

Ese era su campo y se sentía feliz de proteger sin tener que exponer su vida directamente. Y aunque al principio no tenía tanta fe, con los días empezaba a ver el fruto de sus esfuerzos. No era una agencia reconocida, pero empezaba a tener empleados y ser solicitados por varias empresas pequeñas.  

Roque, más que su mejor amigo, era su socio y ambos empezaron a trabajar en conjunto para que la agencia creciera en pocos meses. Eran los dueños luego de que el anciano le vendiera el lugar, pero también los entrenadores y los que hacían la gestión administrativa. El trabajo recaía con fuerza en sus hombros, mas valía la pena con las pequeñas recompensas que a tiempo corto no esperaban.  

―¿Podrás solo hacerte cargo de todo? ―inquirió su amigo, dándole una mirada inquisitiva―. Puedo posponer...

―Ni se te ocurra o tu esposa te matará de verdad ―lo reprendió Mason, soltando una risita―. Puedo hacerme cargo de la agencia. Por una semana que no estés, este lugar no se vendrá abajo. ¿Por quién me tomas?

―Sé que no, pero... 

―No te preocupes. Ve a tu a luna de miel y disfruta todo lo que puedas. En una semana, cuando acaben de procrear y amarse, vuelves a ser un empleado más. 

Roque sonrió y le dio una palmadita en la espalda a su amigo. Había intentado por más de un año dejar embarazada a Carla, pero no fue hasta el día anterior en su boda que ella le contó que se había estado protegiendo todo el tiempo. Discutieron, mas no podía juzgarla ya que ella tenía que terminar sus estudios. Era solo su deseo egoísta de ser padre el que le hacía pensar con urgencia y necesidad, pero ahora lo entendía, y aunque se esforzaba, esperaba lo más paciente posible que pronto tuvieran un hijo. 

―Bien, confío en ti. 

―No fui tu Capitán por nada ―se mofó el hombre, haciéndolo reír―. Ahora, largo de aquí.  

En cuanto Roque salió de la oficina de su amigo, Mason soltó una risita antes de seguir con su trabajo. Se enfrascó tanto que no se percató que ya era de noche hasta que un par de manos pequeñas se apoyaron en sus muslos.

Cuando Vuelvas Conmigo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora