Capítulo 33

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Mason estaba acostumbrado a sus duros entrenamientos, a cumplir estrictamente con cada orden que su superior le dictara, después de todo, llevaba muchos años sirviendo a su país y acatando órdenes sin rechistar. Pero esa vez era diferente, y no se trataba de su entrenamiento, sino de esa sensación que lo agobia y no le permitía concentrarse por completo.

Nancy estaba en su mente a cualquier hora del día. Su dulce sonrisa, sus carnosos labios, su piel canela, sus ojos marrones y grandes lo ponían bajo tensión. Podía palparla en sueños, como si se tratara de una realidad alterna, pero no era más que un espejismo que le trataba de decir que ahí estaba con él y para él.

La extrañaba con gran locura y no había pasado más que unas cuantas semanas desde la última vez que la vio. Nunca había extrañado tanto a una persona, lo que le dejaba en claro que era la mujer correcta de su vida, con la que anhelaba formar una familia y ser feliz por el resto de sus días.

Sonrió al recordar la promesa que se hicieron antes de que él tuviera que regresar al servicio. Contaba los días para volver y hacerla su esposa.

En ese momento no podía pensar en nada más que en ella y en lo hermosa que se vería vistiendo de blanco y caminando hacia él, sujetando su mano y mirándolo con esa ternura y amor mientras de sus labios salía una afirmación que le provocaba inquietud a su corazón con solo imaginarlo.

Mason no se imaginó que el verdadero amor sería tan intenso. Jamás pensó que amaría de esa forma y que sus sentimientos serían correspondidos con la misma fuerza y pasión.

—Esa sonrisita de idiota tiene nombre y apellido de una morena preciosa de ojos grandes, ¿o me equivoco? —inquirió, Roque, sacándolo de sus cavilaciones.

Soltó una risita al escuchar las palabras de su amigo y sacudió la cabeza, como si con ello pudiera borrar de su mente la imagen de su novia.

—No pensé que viviría para ver esto. Estás bien enamorado, pillo.

—Así como tú lo estás de esa bonita rubia —contraatacó y su amigo bufó.

—Enamorado es poco, pero ahora no entremos en detalles de mis sentimientos por esa demonia.

—¿Qué sucede con Carla?

—Ya sabes, ella es alegre, espontánea, sarcástica, preciosa, demonia, toda una abusadora —volvió a bufar—. Tiene demasiados mocosos universitarios detrás de ella.

—Supongo que eso te molesta.

—¡¿Y a quién no le va a molestar ver a una manada de mocosos que apenas sabrán limpiarse la cola detrás de su mujer?! —miró a su amigo que le sonreía con burla—. Me cabrea porque estoy lejos y no puedo espantarlos. No es gracioso, Mason. Ya quisiera verte cuando explotes de celos al ver a otro cerca de tu novia.

—Me molestaría al igual que tú y creo que hasta más, pero mientras no se propasen con Nancy, no debe tener mayor importancia —se recostó en su cama y miró el techo con detenimiento—. Te entiendo, igual me siento inseguro en algunas ocasiones, pero confío en ella y en lo que hay entre nosotros. Confío en que el destino la puso para mí por el resto de mi vida, así que... Si no soportas estar lejos de ella, aún tienes la opción de darte de baja.

—¿Tú lo harías? —preguntó y Mason lo miró, ladeando su rostro—. ¿Darías de baja para estar con ella? ¿Crees que valga la pena dejar uno de tus mayores sueños por una chica?

—Lo que haría por Nancy no tiene límites y estoy seguro de que todo por ella valdría la pena, pero sabes que no está en mis planes dejar la milicia en este momento de mi vida. Hace poco me ascendieron a Capitán y quiero vivir este gran sueño que tanto esperé. Cuando sea el momento, dejaré la milicia y viviré una vida tranquila y a su lado, si es que aún estamos juntos.

—Bien, entonces la promesa de amistad sigue en pie. Seguiré cuidando de tu culo.

Mason lo miró confundido por pocos segundos antes de sonreír ante el recuerdo de la promesa que hicieron tan pronto enfilaron al ejército.

—Y yo del tuyo , Teniente—le siguió la corriente y Roque sonrió.

El sonido de su teléfono lo hizo tomarlo. Mason sonrió aún más grande al ver que se trataba de Nancy y uno de esos mensajes que lo alegraban al final del día.

Respondió y recibió un mensaje tras otro, riendo por lo bajo tras todo lo que su novia tenía que decir de su caótica sobrina y del humor ácido de su hermana menor, de lo mucho que lo extrañaba y del estrés que estaba viviendo ahora en sus exámenes.

Habló con ella hasta que el sueño lo venció, deseando estar ahí para ayudarla y brindarle apoyo. Al menos para abrazarla y dormir cálidamente envuelto entre su suave piel.

***

—Nos asignaron una nueva misión y tú estarás a cargo de ella —le informó el Mayor a Mason en cuanto este entró a su oficina tras su llamado—. Prepara a tus mejores hombres, en dos semanas Irán a Siria. El gobierno pidió por cada base militar a doscientos hombres para aumentar la seguridad y la ayuda en dicho país.

—No es buena la situación allí. —no lo preguntó, lo confirmó tras la reciente guerra que se había iniciado.

—No —dijo el hombre, soltando un suspiro—. Ha habido miles de muertos y cientos de heridos, militares que han ido a ayudar a personas inocentes e inocentes siendo asesinados brutalmente. Siria está en medio de una guerra y nuestro país ha hecho una alianza para hacer todo lo posible para proteger a un pueblo que no debería pagar los platos rotos —lo miró—. Cuento con tu experiencia y en que sabrás guiar a tus soldados.

—Así será, Mi Mayor —se llevó la punta de los dedos a la sien sin llegar a tocarla y el hombre asintió—. Permiso.

—Mason.

El anunciado se detuvo antes de que pudiera dar un paso afuera de la oficina.

— Prepárate tú también y avisa a tus familiares —lo miró como si fuera un hijo y es que para él Mason era como uno de sus tantos hijos adoptivos—. En una guerra todo puede pasar y es conveniente para todos que conozcan los riesgos.

—Lo tengo perfectamente entendido, Mi Mayor —respondió y abandonó la oficina sin más, pensando en las mujeres que tanto amaba.

Su madre tal vez era la única que estaba preparada para recibir una noticia de aquella magnitud, pues fue testigo de la fuerza y entereza que mostró cuando su padre partió a la guerra que le costó la vida. 

Pero no tenía ni la menor idea de la reacción de sus hermanas y de Nancy, sin embargo, sabía muy bien que les causaría gran dolor y una profunda preocupación al decirles que iría al campo de batalla a luchar por la vida de seres inocentes, de sus soldados a cargo y de sí mismo.

Cuando Vuelvas Conmigo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora