Mientras Nancy reemplazaba el vendaje manchado de sangre del brazo de Mason por uno nuevo, el hombre ante ella la miraba con evidente diversión y picardía. Él, más que nadie, sabía que no podía hacer mucho movimiento ni grandes esfuerzos debido a su reciente operación, pero le fue imposible resistirse a la dulce miel que emanaba de su amada.
—Te dije que esperáramos hasta que te recuperaras —siseó ella, molesta y avergonzada a iguales proporciones.
—Anoche mientras gemías y estaba dentro de ti no me dijiste nada de eso. Estabas muy a gusto y complacida entre mis brazos.
Nancy ajustó la venda con más fuerza de la debida, haciéndolo quejar y reír por igual. Cuando estaba avergonzada era simplemente hermosa ante los ojos del hombre.
—Fueron muchas noches extrañándote, mi amor. Deberías saber que no podía contenerme tanto tiempo —le acarició la cadera con la mano libre y su sangre palpitó bajo su piel al verla morderse los labios—. Fue mucho tiempo el que estuvimos lejos. No puedo resistirme al tenerte así de cerca —su voz bajó a un tono sensual que la hizo estremecer—. Si no fuera por esa jodida herida en mi brazo, ahora mismo estaría besando cada parte de tu piel, perdiéndome en tus adentros y envolviéndome en tu calor y humedad.
La chica soltó un suspiro pesado, sintiendo que ardía en llamas y que no había nada más que las manos de Mason que las apagaran. Su corazón latía con fuerza y la tensión que le hacía apretar las piernas la mantenía demasiado rígida. Había pasado mucho tiempo sin que sus cuerpos fuesen uno solo y aun sentía mucha tensión por desfogar.
Nada, a excepción del llanto estridente de Andrew, mermaría el calor que se extendía por su cuerpo y se centraba en el medio de sus piernas.
La pareja soltó un suspiro y una risita al unísono mientras Nancy terminaba de poner la venda y acudía al llamado de su hijo, dejando a un hombre en tensión y su calor reducido a la nada.
—Qué inoportuno eres, hijo mío —murmuró el hombre, sonriendo de oreja a oreja. La realidad de ser padre le parecía una ilusión que reventaría en cualquier momento—. ¿A qué hora tienes tu primera clase?
—A las ocho —respondió, acomodándose en el sofá para amamantar al niño y viendo la hora en el reloj de pared de su habitación—. Tengo el tiempo justo para bañarme e irme a la universidad.
Mason apartó la mirada de su pecho e intentó no dejarse llevar por sus turbios pensamientos.
—Es todo un caos ser madre a tiempo completo y estudiar a la vez —suspiró con cansancio.
Hace un mes había retomado sus clases y todo era más complicado que antes del nacimiento de Andrew. Entre él y la universidad apenas le quedaba tiempo para soltar un suspiro. Es por eso que, cuando había despertado en la madrugada y fue Mason el que se hizo cargo y pudo dormir más horas, se sintió agradecida de que la ayudara y estuviera ahí.
—Pero ahora estoy yo —le dijo y ella sonrió—. Yo me encargaré del pequeño mientras tú cumples con tus deberes en la universidad. Ahora ya no tienes que dividirte en dos ni preocuparte de más.
—No, ahora será en tres.
Compartieron una mirada cómplice y llena de amor antes de que el silencio los rodeara. Mason no podía apartar la mirada de la mujer y de su hijo, grabando cada detalle en su memoria, incluso encontró majestuosidad y belleza en un acto tan primitivo entre madre e hijo. Pero eso a él no le importaba, era un espectador que se sentía dichoso y feliz de la imagen que tenía delante de sí.
Pensó en la única llamada que logró conectarse cuando estaba en Siria, tratando de recordar las palabras de Nancy, pero su voz se oía tan distorsionada que apenas logró entender un par antes de que la señal cayera.
Después de eso intentó comunicarse muchas veces más, pero no pudo y se dio por vencido. Cuando regresó a la ciudad y sentía temor de lo que Nancy le diría en cuanto lo viera, nunca imaginó que se encontraría con un bebé, fruto de su amor.
Incluso sentirse mal valía cada segundo cuando la mujer que amaba al fin estaba a su lado y su hijo lo veía con grandes y curiosos ojos. Y allí, viendo a su mujer y a su hijo y pensando en que era la imagen más tierna y bella que había visto en su vida, sintió miedo de hacerlo mal. No quería fallar, y de antemano ya lo había hecho.
Su mirada bajó a la mano de la joven y su corazón aceleró su ritmo un poco más. El anillo que le había dado en aquella cena romántica le recordaba la promesa que se habían hecho y la ansiedad por unirse para siempre a ella lo gobernó.
Sí que quería casarse y atarse de por vida a esa morena de mirada dulce y caderas ardientes.
—Estuve dándole vueltas a nuestro matrimonio —dijo y Nancy lo miró de inmediato—. Aun te hace falta un año para graduarte.
—Sí, pero... ¿Eso qué tiene que ver con nuestro matrimonio? —inquirió con precaución.
—Lo más sensato es esperar para casarnos. Tienes mucha presión ahora con la universidad y Andrew, y lo menos que quiero es que tengas más estrés encima. Y una boda, por más sencilla que sea, conlleva mucho estrés.
—¿Debemos esperar un año más? —la pregunta fue tan dolorosa para ella como para él.
—Mi amor —se levantó de la cama y se arrodilló ante ella, tomando su mano y dejando un beso en la cabeza de su hijo que dormía mientras seguía succionando—. Desearía casarme ahora mismo, pero tú tienes muchos trabajos pendientes y clases que adelantar ante tu ausencia. Andrew es muy pequeño todavía y necesita mucho de ti. Yo debo viajar a mi pueblo y abdicar de mi cargo y aquello me llevará tiempo, ya que debo hacer un informe detallado de lo que sucedió en Siria.
—¿Vas a marcharte de nuevo? —el terror iluminó su mirada.
—Será poco tiempo —ahora besó el dorso de su mano con suavidad—. Quizás me tome una semana como mucho. Pero antes quiero proponerte algo.
—¿Qué cosa?
—Aunque solo nos haga falta la bendición de Dios, ya somos una familia. Esta casa es de tu abuela y ella es muy amable y agradable, pero no me siento cómodo aquí, eso sin contar que requerimos de espacio y privacidad. Tu habitación es muy pequeña para los tres.
Aquellas palabras la emocionaron tanto que olvidó que Mason debía ir a su pueblo y se alejaría de nuevo por unos días.
—¿Y dónde viviremos?
—No lo sé —sonrió él, con el corazón igual de alterado—. Cuando salgas de clases podemos empezar a buscar una casa para los tres, ¿no crees?
—Me parece perfecto —trató de no ser tan efusiva para no despertar a Andrew, pero una duda se sembró en su pecho—. ¿Esto quiere decir que te mudarás a la ciudad? ¿Y la granja? ¿Y tú madre qué pensará de que ya no vivas con ella?
—Todo padre sabe que su hijo debe dejar el nido en algún momento, así que sí, me mudaré y estaré donde se supone debo estar; contigo y nuestro hijo.
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Cuando Vuelvas Conmigo[✓]
RomanceEl amor llega a la vida de Nancy cuando menos se lo esperaba, haciéndola vivir un sentimiento que jamás se imaginó que sería tan bonito, fuerte y real. Pero la realidad de una vida riesgosa y complicada hará que ese amor tan anhelado se convierta en...