Capítulo 46

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Un año después

Los nervios se agolparon en la boca de su estómago y se fundieron con la emoción y la ansiedad que días antes la dominaban. Nancy no podía creer que el tiempo haya transcurrido tan rápido, cuando un año atrás, pensó que sería toda una tortura esperar ese día en específico.

Se dio una mirada en el espejo y una sonrisa apareció en sus labios. El vestido de novia era perfecto, amoldando su figura a la perfección. El escote en V era poco profundo y el encaje de su espalda y vientre hacía que su piel morena reluciera contra la luz. Sus caderas se veían voluminosas gracias a la tela que se ajustaba a su piel como una segunda capa y se abría conforme llegaba a sus rodillas y se extendía por sus pies, terminando en una cola larga. Era un vestido sencillo y se sentía hermosa y única en el.

El cabello lo llevaba semirrecogido y caía en hondas por su espalda. El velo no cubría su rostro, sino una parte de su cabello y era de largo como su vestido. El suave maquillaje hacía que su piel brillara y le diera un toque tierno a su rostro. 

Sentía ganas de llorar y se obligó a sí misma a no arruinar el maquillaje con sus lágrimas. Se veía perfecta y se sentía que estaba a punto de caer de la nube en que Mason la había elevado, pero una sonrisa similar a la suya en el espejo la dejó seguir vagando en la realidad. 

―Te ves preciosa, Nan ―dijo su hermano, conmovido y nostálgico de ver a una de sus chicas empezar una vida nueva―. Dios, creo que no estoy listo para esto. 

―Vamos, hace un año cuando me mudé de casa dijiste lo mismo. Me voy a casar con el mismo hombre que vivo y amo, no con otro.   

―Sigo sin estar listo, no me culpes por ello. Para mí siempre serás mi hermanita y dejarte ir no es nada fácil. 

Nancy sonrió y se dio la vuelta para darle un fuerte abrazo a su hermano. Ya no le dolía verlo y recordar a su padre en su mirada o en su sonrisa. 

Liam correspondió su abrazo y se tragó las emociones que lo dominaban. Les había jurado a sus padres cuidar de sus hermanas y había cumplido su promesa hasta entonces, por lo que era momento de dejar ir a la primera de ellas. 

―Aunque mamá y papá no estén presentes, ellos están día a día con nosotros y sé que te desean la mayor de las felicidades donde quiera que se encuentren. Podría decirte un montón de cosas, pero sé que Mason no es un imbécil. Es un buen hombre y te ama de una forma que nadie más que él puede comprender. Sé muy feliz a su lado. 

―Ya soy muy feliz a su lado, hermano ―murmuró ella, dándole una sonrisa con los ojos llorosos―. Y sé que es un buen hombre, pero tú siempre serás mi hermano mayor y siempre te buscaré cuando te necesite. 

―Siempre estaré para ti, Nan ―le sonrió, borrando de sus mejillas las lágrimas que se derramaron de sus ojos―. No llores, estás muy hermosa para que arruines tu rostro con lágrimas. 

La chica rio y se limpió con suavidad el rostro, antes de soltar un suspiro largo y profundo y sostenerse del brazo de su hermano.

Juntos bajaron las escaleras hasta la primera planta de la casa y salieron de ella hasta el primero de los campos. El corazón de Nancy estalló cuando los pocos invitados aplaudieron y su mirada se encontró con la del hombre que más amaba y había robado su corazón desde el primer instante y se encontraba de pie junto al granero.

La granja de la familia de Mason fue el escenario perfecto para su boda. Desde un principio ella decidió que sería allí, en el medio del extenso campo y bajo el sol radiante y abrasador que envolvía aquel mágico lugar. Además de que justo allí él le había propuesto matrimonio, lo que lo hacía perfecto y hermoso.

Con su traje de militar perfectamente ajustado a su imponente y hermosa figura, Nancy se volvió a enamorar del hombre que la esperaba y le sonreía con una mirada brillante y profunda. Lo había visto muchas veces uniformado, pero quizás por el tiempo que llevaba sin verlo vestido de esa forma, se le hizo aún más atractivo que cuando lo vio por primera vez.

Cuando Nancy llegó a sus brazos y el padre dio inicio a la ceremonia, el tiempo se congeló en ese momento que tanto esperaban dos corazones ansiosos por ser uno solo, ignorando al resto de testigos que eran presentes de su amor.   

Mason no podía apartar la mirada de su mujer, esperando el momento en que la tomara en sus brazos y la besara con ese fuego que lo consumía con fiereza. Había esperado un año entero para ese día y estaba siendo tan perfecto como tanto se lo imaginó. 

Nancy tampoco podía apartar la mirada de esos ojos que segundo a segundo la eclipsaban y la hacían sentir tan amada como segura. No veía el momento de sellar su amor con el beso más romántico que se hayan dado antes bajo la bendición de Dios. 

La voz del padre los sacó de sus pensamientos e hizo que sus corazones se agitaran aún más fuerte en sus pechos: 

―Mason Pearson y Nancy Brooks, ¿vienen a contraer matrimonio sin ser forzados, libres y de manera voluntaria? 

―Sí, venimos libremente.

―¿Están decididos a respetarse y amarse siguiendo la vida del propio matrimonio, durante el resto de su vida?

―Sí, estamos decididos. 

―¿Están dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?

―Sí, estamos dispuestos.

―Unan sus manos y manifiesten su consentimiento ante Dios y ante la iglesia. 

Se tomaron de las manos y los ojos de ambos se cristalizaron, pero mantuvieron una sonrisa en los labios mientras la voz profunda y temblorosa de Mason se filtraba por los sentidos de la chica.

―Yo, Mason Pearson, te recibo a ti, Nancy Brooks, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida ―deslizó la alianza en la mano de ella y sonrió al verla llorar de felicidad. 

―Yo, Nancy Brooks, te recibo a ti, Mason Pearson, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida ―en cuanto puso la alianza se miraron directamente a los ojos y se dejaron envolver por la realidad de su unión. 

―Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre ―el padre sonrió tras ver a la pareja ansiosa―. Puede besar a la novia. 

―Ya era hora, ¿no crees, Sra. Pearson? ―murmuró Mason, antes de acercar a su esposa a su pecho y darle un beso lento y tierno que encadenó a sus almas para siempre.

Nancy no tuvo tiempo de responder, sentía que se ahogaba en ese abrazo tan poderoso y en la apasionada forma en que se besaban por primera vez siendo marido y mujer.  


Cuando Vuelvas Conmigo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora