Capítulo 9

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Con el corazón latiendo muy deprisa y las mejillas sonrojadas, Nancy se separó de Mason y entró a la casa. Dejó el hermoso ramo de flores en un jarrón con agua antes de salir de nuevo y partir con el hombre hacia su lugar favorito en el auto de su hermano.

Los primeros minutos de recorrido en el auto fueron en silencio. Nancy todavía estaba azorada por el repentino acercamiento y esa suavidad tan electrizante tras el roce de sus labios en su mejilla, y Mason no dejaba de pensar en la suavidad de su piel, en lo bien que olía su perfume y en esa explosión de emociones que lo estaban gobernando de manera arrasadora y poderosa.

Cada uno estaba tan sumido en sus pensamientos y en las reacciones de su ser, que eran ajenos a lo que provocaban en el otro. El gusto y la atracción era palpable en el ambiente, aun así, pensaban que su sentir no era reciproco.

—¿Estamos saliendo de la ciudad? —inquirió Mason, rompiendo el silencio.

—Sí —Nancy le dio una mirada rápida antes de volver la vista al frente—. ¿Te molesta?

—Por supuesto que no. Solo me tomó por sorpresa. Pensé que iríamos a algún lugar en la ciudad.

—Lo que pasa es que mi lugar favorito en el mundo queda a unas dos horas de la ciudad. Es lejano, silencio y simplemente hermoso —sonrió con un dejo de nostalgia—. Te encantará.

—Bien, confío en ti.

Sus miradas se enlazaron por unos segundos y ambos sonrieron.

Por primera vez, después de tantos años, Nancy regresaba al lugar de sus padres, allí donde profesaron su amor y se unieron hasta la muerte. Sus padres se amaron tanto en vida que ella no podía desear menos. Anhelaba un amor tan fuerte e intenso como el de ellos, que superara obstáculos y fuese invencible contra la muerte.

Las siguientes dos horas de camino hablaron de todo un poco y Nancy se desfogó cuando Mason le preguntó por el reportaje en el que estaba trabajando. Si algo le apasionaba a ella, era hablar de su carrera. El hombre la escuchó atenta, sin perderse ningún detalle de su pasión y su sonrisa encantadora.

Poco se había enamorado y no sabía si aquello que sentía era amor, pero debía confesar que Nancy acaparaba toda su atención, le hacía sentir tan bien hasta hacerlo olvidar de todo a su alrededor. Despertaba toda la ternura que había en su ser y encendía una llama incomparable e inmensa de pasión. Le gustaba en demasía, eso ya no lo podía seguir ocultando más, y la deseaba con una fuerza que antes no había sentido con otra mujer. Fuera lo que le pasaba con ella, quería seguir descubriéndolo.

Nancy se desvió por un destapado hasta llegar a un portón blanco que se encontraba abierto de par en par. La cerca viva era alta y no permitía ver nada del lugar, aun así, se apreciaban los tejados de las cabañas.

—Solía venir constantemente cuando era niña —dijo al fin, estacionando el auto en un lugar libre—. Era el lugar perfecto para disfrutar en familia. Además, a mis padres les gustaba pasar entre la naturaleza.

—Es un lugar bonito.

Bajaron del auto y Nancy pidió al encargado todo lo necesario para pasar el día. Con todo lo que requería, tomo a Mason de la mano y se adentraron por una senda que los guiaba por el frondoso bosque.

Nancy miraba los árboles y recordaba los momentos que vivió con su familia con una sonrisa nostálgica y un inmenso nudo en la garganta. Había querido ir tantas veces, pero no se atrevía a ir sola por el temor a sentir dolor y tristeza. Pero ir tomada de la mano de aquel hombre la abrazaba un sentimiento diferente, uno distinto y que solo le traía alegría y esperanzas.

Mason supo ipso facto que ese lugar era especial para ella, por lo que solo se dejó guiar por la chica que lo adentraba cada vez más en el bosque y veían a sus alrededores bellísimos árboles de diferentes tonalidades y formas, aferrándose de su mano con fuerza.

Había aves cantarinas, mariposas de un sinfín de colores que revoleteaban por su lado, alejándose y acercándose sin detenerse. El lugar era de encanto, jamás había estado en un sitio tan bonito y perfecto como ese. El olor a bosque y tierra los sumergía en una profunda paz.

Se detuvieron cuando llegaron al puente colgante de madera, observando como una pareja de enamorados se besaba y eran fotografiados por uno de sus amigos.

Como si sus pensamientos se hubieran sincronizado, se dieron una mirada y Nancy soltó una risita nerviosa, mordiéndose el labio inferior. Para Mason ese gesto fue tan tierno como sensual.

—Es un lugar bastante concurrido por parejas. No es que tú y yo lo seamos, pero ya ves, también pueden venir amigos, familia...

—Entiendo tu punto —Mason esbozó una sonrisa al verla tan nerviosa y avergonzada—. Es el lugar perfecto para conocerte un poco más —dijo y ella asintió, sonriendo—. Vamos.

Mason no soltó su mano ni un instante, por el contrario, afianzó su agarre quedando la mano de la chica completamente cubierta por la suya. Caminaron por el puente colgante, él por delante de ella mientras daban pasos precavidos por cada una de las maderas. Nancy sentía el mismo miedo de caer de cuando era niña. Sabía que el cauce del río que pasaba bajo ellos no era profundo, aun así, temía caer y golpearse con las rocas que sobresalían del agua cristalina.

Pasearon toda la mañana por el bosque, contándose anécdotas de su infancia y cómo eran sus respectivas familias. Mason contó que su madre vivía en un pequeño pueblo con sus hermanas menores y que allí vivían de lo que cosechaban. Nancy habló de sus padres por primera vez, no con dolor ni tristeza después de su muerte, sino recordando todos los momentos felices que vivieron hasta que sucedió la fatalidad.

En cuanto llegaron a la cascada que quedaba en las profundidades del bosque, se sentaron en las rocas altas, descolgando los pies mientras el agua se filtraba en medio de ellas y pocos visitantes hacían lo mismo o tomaban fotos del lugar.

Se quedaron en silencio, escuchando la naturaleza alardear de su belleza y viendo el lugar tan precioso y mágico en el que se encontraban. La vista era hermosa, se podía apreciar el bosque y como las aguas iban formando un rio y se iban perdiendo por las rocas. El cielo era completamente azul, no había ni una sola nube, contrastando el paisaje de bellos y únicos colores.

—¿Cuándo te marchas? —Nancy se vio preguntando de repente.

—Un par de días después de que la votación se lleve a cabo.

—Dos meses —susurró y él asintió—. ¿A dónde irás después? ¿Cuál es tu siguiente misión, soldado?

—Aun no lo sé. Puede que me den un tiempo de vacaciones, así como me pueden enviar a una nueva misión —se encogió de hombros—. Todo puede pasar en esta labor.

Nancy asintió con la cabeza, sintiendo un poco de tristeza. Cuando Mason se marchara todo iba a acabar. Ella lo sabía, sabía que no podía ilusionarse demasiado o sufriría cuando él ya no estuviera, pero ¿qué pasaba con ese latir en su pecho? ¿Acaso todo iba a quedar así, solo salidas, tomadas de mano y miradas insinuantes?

Ella quería disfrutar de esa ilusión que latía cada vez con más fuerza en su pecho así en unos días ya no estuviera, por lo que, ignorando el mundo entero y sus propias inseguridades, se atrevió a darle un beso en los labios.

Cuando Vuelvas Conmigo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora