Capítulo 20

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—Nancy.

La chica soltó un largo suspiro antes de limpiar las lágrimas que habían caído de sus ojos y se giró al escuchar el llamado del hombre.

Roque la miró sin saber cómo empezar a hablar, por lo que solo extendió el sobre que tenía en sus manos y era para ella.

—¿Está bien? —inquirió, viendo del hombre al sobre en sus manos—. Al menos quiero saber si lo está.

—Lo está —insistió y ella recibió el sobre con el corazón latiendo con mucha fuerza—. Ahí te explica por qué no ha podido llamarte. No creas que no ha tenido intención alguna de hacerlo, pero en el lugar que está no hay buena comunicación.

—Gracias —fue lo único que ella dijo, dándole un abrazo a Roque y salió de la cocina.

Se despidió de su amiga y le dijo que disfrutara mucho de los días que iba a compartir con Roque, asegurándole a la rubia que estaba bien luego de que la increpara al verla tan afligida y con el rastro del llanto en sus mejillas.

De camino a casa no dejó de pensar en las palabras que el militar le había dicho y apretó la carta contra su pecho con fuerza, sintiendo un poco de paz en su alma.

Llegó a su casa y se encerró en su habitación, tirándose en la cama con una ansiedad arrolladora.

—Aquí vamos —soltó todo el aire de golpe, sacando del interior del sobre la carta.

«Nancy, mi amor.

Primero que todo, quiero que sepas que no he dejado de pensar ni un solo instante en ti. Estás en mi mente noche y día, algo que resulta un poco perjudicial, pero no creas que de mala manera. Es que siento una inmensa necesidad de estar a tu lado, de besarte y de abrazarte, que estar lejos de ti, resulta tortuoso.

Sabía que debía enfrentarme a extrañarte u olvidarte, pero con el paso de los días, mi corazón te aclama de una manera inexplicable e intensa.

Te extraño y quisiera estar ahora mismo a tu lado, sintiendo tu calor y embriagándome con tus dulces besos.

Oh, no imaginas lo mucho que necesito de tus labios en este preciso instante, mi amor...

Perdóname por no poder llamarte ni escribirte, pero hace unos días me asignaron una misión. La señal es tan mala y nula en este lugar, que no he podido comunicarme contigo ni mi familia. Hubiera querido enviarte esta carta directo a tu casa, pero tampoco tenía la dirección, por lo que no tuve más opción que pedirle a Roque que te la entregara.

Espero no estés molesta conmigo, creyendo que te olvidé, porque eso no es así. En esta selva tan extensa, tú eres una ilusión, mi sueño más bonito y un motivo para no decaer.

Jamás en mi vida había tenido pensamientos egoístas, pero realmente me enamoré de ti y no soy capaz de pensarte en otros brazos porque los celos me dominan. Pero entiendo si, al volver, ya no sientes lo mismo por mí. De cierta forma, aunque vivimos algo intenso, fuer poco tiempo para que el amor sea más fuerte que la distancia.

La misión dura unos tres meses, quizás sea menos tiempo o más, pero si al regresar tu corazón no siente lo mismo que el mío, lo entenderé por más doloroso que sea. El amor se cultiva día a día y mi labor no me permite hacerlo como es debido. Aun así, te puedo prometer por mi santa madre y la sagrada memoria de mi padre, que eres la única mujer por la cual mi corazón se siente así de inquieto.

Igual no dejes de vivir y de sonreír así de hermoso como solo tú puedes hacerlo. Tu sonrisa es como el sol, radiante y un astro precioso que ilumina mis días más oscuros y solitarios.

Ansío verte y estrecharte entre mis brazos, si es probable, para nunca soltarte.

Te quiero mucho...»

El corazón de Nancy latía con fuerza y lleno de emociones. No entendía por qué lloraba si el hombre que amaba le había escrito palabras tan bonitas, pero se sentía feliz de que aun la pensara, la quisiera y la extrañara como ella igual lo hacía. Hubo un instante en el que pensó mal de él, pero en esa carta le dejaba en claro sus sentimientos. Así como ella esperaba que regresara, él tenía intensión de volver a ella.

Y en verdad lo esperaría. No importaba el tiempo que pasara, ella esperaría a que volviera y la llenara de ese amor intenso y tierno que él le brindaba. Tan enamorada como estaba, Mason era el único hombre con el que ella se hacía cientos de ilusiones.

***

Nancy observó a su amiga y a su novio despedirse. Una semana había sido poco para Carla y Roque, pero no perdieron tiempo y decidieron vivir al máximo lo que sentían por el otro. Se habían dado la oportunidad de estar juntos porque esos eran sus deseos, pero debían vivir su relación a distancia, al menos hasta que todo terminara o escalaran un paso más arriba. Lo cierto era que en ese instante solo deseaban estar en brazos del otro, disfrutándose, palpándose y prodigándose besos y caricias intensas.

La morena esperó pacientemente a que la pareja se despidiera, después de todo, ella entendía lo que ellos sentían en ese momento. No sabían hasta cuando volverían a verse, por lo que un beso y un abrazo intenso y apasionado no era suficiente para extenderlo por tantos días.

Miró el sobre que tenía en sus manos y soltó un suspiro. Le había hecho una carta a Mason, dándole una respuesta que él no había pedido, pero que ella quería darle. Así como él se había tomado el tiempo de escribir sobre sus sentimientos, ella también quería hacerle llegar los suyos por medio de palabras. Quería que supiera que esperaría por él, sin importar el tiempo que había pasado. Y junto a todo eso, le había dejado su dirección postal, para que le pudiera enviar cartas sin intermediarios, pues sabía que su amigo no siempre podría hacerlas llegar ya que no vivían en la misma ciudad.

Cuando la pareja se separó, la morena se acercó a ellos y le hizo entrega de la carta a Roque.

—Se la haré llegar —aseguró el hombre, guardando la carta en su maleta de mano.

—Gracias, Roque. Te deseo buen viaje —le sonrió—. Espero verte muy pronto.

—Igual yo, chicas —le devolvió la sonrisa y se acercó a su novia a darle un último beso, queriendo en lo más profundo de sí, quedarse junto a ella.

Las chicas lo vieron irse y se miraron por unos segundos antes de volver a casa de Carla. ¿Qué podían decirse que las hiciera sentir bien, si ahora las dos estaban en la misma situación?

—Bah, ahora entiendo cómo te sientes —fue la rubia quien cortó el silencio—. Es una mierda ese sentimiento.

—Mucho —concertó—. Pero mejor no pensemos o seremos dos chicas enamoradas y afligidas, así que mejor veamos una película o hagamos cualquier cosa que no nos haga pensar en ellos.

—Está bien, pero yo invito y escojo la película.

—Por mí está bien.

Entraron a la casa y sacaron sus bolsos y abrigos antes de salir hacia el cine. No decían en voz alta su sentir, pero por dentro no podían dejar de pensar en esos hombres que habían capturado sus corazones.

Cuando Vuelvas Conmigo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora