MASON
—¡Felicidades!—grito entrando a la sala donde se llevan a cabo las pruebas de antidoping, es exactamente donde me acaban de decir que Kai ha entrado y quería felicitarlo por su tremendo partidazo.
Kai con una enorme sonrisa y los ojos entrecerrados por el cansancio, me agradece mientras le sacan sangre.
—No he visto a Afrodita ¿dónde está?
—La acabo de ver—frunzo el ceño pero acabo sacudiendo la cabeza y acercándome donde está sentado—Estaba en la sala de recuperación, Giroud creo que se ha dado un fuerte golpe en la rodilla.
—Ellos pegan fuerte—dice refiriéndose a nuestros contrincantes.
Asiento riéndome.
—En su campo fue peor. Hoy los he visto más tranquilos.
—Porque estabas sentado comiendo pipas pero ha sido más o menos igual—suspira negando con la cabeza al médico que quita la aguja de su brazo sin contemplaciones.
Pasan los minutos mientras veo como vuelven a sacarle otro pequeño bote de sangre, cuando termina, sube la mirada hacia mi y resopla.
—Ya dilo, Mase.
—No lo quites, ahora vendrá otro chico—escucho de fondo, me obligo a concentrarme y hablar con mi amigo.
—Lo siento, Kai, ayer te fuiste enfadado por mi culpa. De verás, lo siento.
—Mase...sabes que me da igual que me pidas perdón. No hace falta ni que lo hagas porque la única persona que se merece el perdón es Afrodita y no se lo vas a pedir...
—Esta noche—me adelanto—Esta noche lo haré. Confío en que Lena me ayude.
—Eres el único en el mundo que confía en una ex que está chalada—hace una mueca mirando hacia el suelo—Me arrepiento haberle dicho que viniste de vuestras vacaciones por mi. Afrodita no se merece que le mintamos, menos que la engañes y más con...
—Hijo de puta.
A Kai se le bajan los colores al escuchar ese insulto y a mí, parece que el corazón me ha dejado de latir.
Mi cerebro no funciona hasta que el chico se para enfrente mía hecho una furia.
—Eres un gran hijo de puta—ladra cogiéndome del cuello, mis manos se disparan a su agarre e intento que se aparte de mí porque todos nos miran alarmados, pero está muy enfadado y no razona.
—Marcos...
—Cállate, hijo de puta. ¿Cómo se te ocurre engañarla? ¿Quién coño te crees que eres?
—Déjalo en paz. No sabes lo que dices—media Kai pero con un brazo lo empuja él también.
—Cállate tú también, ¡hipócrita!—sus ojos azules brillan con mucho enfado y...asco—A quien más lealtad le debes es a la chica que estáis engañando. Ella te ayudó, gracias a ella tienes un buen nivel. Cuando nadie creyó en ti, ella lo hizo y ahora ¿le pagas así?—brama enfadado.
—Solo escúchame—pido pero fuerza más su agarre—No es lo que crees.
—¿No es lo que creo?—grita, cierro los ojos al tenerlo tan cerca de mi rostro—¿No ha dicho tu amigo el depresivo que le estáis mintiendo y la estás engañando con alguien?
—No.
Ni de la boca de Kai ni de la mía ha salido esa palabra.
Abro los ojos desmesuradamente viendo como Thomas echa a todos de la sala quedando solo nosotros cuatro.