AFRODITA
Días después
—No me gusta este restaurante, señorita—susurra Pedro mientras mira la pantalla de su móvil.
Resoplo, por la testarudez de la persona que es como un padre para mí y por su cabezonería con eso de llamarme "señorita".
—Es el mejor restaurante de Londres, Pedro. Además es reservado y...privado—suspiro quitándome las gafas de sol que aunque esté lloviendo, estos días es mejor llevar gafas.
—No, este no...
—¿Entonces cuál? Tengo que avisarle...
—Dame 5 minutos y te llevo al mejor sitio.
—Vale—suspiro aceptando.
Desde hace una semana, esta es mi vida. Me repatea tener a una persona detrás mía pero es lo que hay, el precio que hay que pagar por hacer pública tu vida y sobre todo, tus problemas.
Culpa de Marcos. Totalmente, si solo no me hubiese dejado de seguir, esto no pasaría...o sí, no entiendo cual es la necesidad de un guardaespaldas. Esto me lo tendrá que explicar mi abuelo. Al final, no me explicó nada, se fue como vino.
Después de unos minutos, Pedro gira la cabeza y me sonríe como si no me tuviese desde hace una hora dando vueltas por Londres.
Y otra, hoy ha insistido en que me siente en el asiento de atrás y no a su lado.
—He encontrado un restaurante muy muy muy privado.
—Pues vamos.
Quince minutos después, aparca delante de un restaurante, italiano por lo que veo en su fachada.
—Para que se vaya acostumbrado a Italia—alude a la persona con la que tengo una cita, me saca una pequeña sonrisa ese comentario.
—Si en la carta hay una hamburguesa, ya sabemos que es lo que se va a pedir...
—No le pega—carraspea antes de abrirme la puerta.
—Gracias...Oye, acuérdate que después quiero ir a la exposición de arte que te comenté.
—¡Claro! Aunque creí que irías con tu pareja.
Suspiro.
No mantiene una relación estrecha con Mason y eso me desconcierta aunque me repito que es solo porque todavía no se conocen a fondo o porque a Lu, su mujer, tampoco le cae muy allá Mase.
—Tiene algo que hacer, igualmente prefiero disfrutarlo yo sola. Iría sola pero...
—Ni hablar. Voy contigo.
Asiento mientras subimos hacia la parte de arriba donde no hay nadie.
—Te dejo. Iré abajo a comer algo y llamaré al cabezón de mi hijo—murmura apretando mi hombro justo después de sentarme.
—¡Salúdame a Hugo!—exclamo respondiendo unos mensajes.
—Recibido—dice antes de marcharse.
El camarero se acerca unos segundos más tarde, le pido solamente una botella de agua y junto mis dedos sobre la mesa mientras espero pacientemente a mi cita.
Mi mirada se detiene en el anillo el cual porto como si fuese la joya más cara de mi colección que de hecho, no lo es. No lo es si hablamos de material o de dinero pero si hablamos sentimentalmente...mi corazón se enfurece cada mañana cuando me levanto, toco mi dedo y no lo encuentro.
Así que sí, es la joya más apreciada y cara que tengo y que tendré.
Sonrío recordando que le regalé una pulsera con dos anillos unidos exactamente iguales al que yo tengo y que él me regaló.