Benjamín
La noche es oscura y silenciosa cuando me despierto sobresaltado en la madrugada. El reloj en la mesita de noche marca las tres de la mañana, pero algo no está bien. Laia no está a mi lado. Un nudo se forma en mi estómago, y la preocupación se apodera de mí. Me incorporo rápidamente, buscando con la mirada en la penumbra de la habitación.
"¿Dónde está?" pienso, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.
Me levanto de la cama con prisa y salgo de la habitación. El pasillo parece más largo de lo habitual mientras bajo hacia la sala. La luz tenue de la luna se filtra por las cortinas, revelando una escena que me deja perplejo. Laia está sentada en el suelo de la cocina, rodeada de unas cubetas de pollo frito. El aroma flota en el aire, mezclándose con la dulzura del helado.
-¿Qué estás haciendo aquí? -mi voz sale más ronca de lo esperado. Ella levanta la mirada, y sus ojos se encuentran con los míos. Una mezcla de sorpresa y diversión brilla en su rostro.
-¡Ah, hola, amor! Es que me dio hambre. ¿Quieres un poco? -dice con una sonrisa traviesa mientras sostiene un trozo de pollo.
Mis ojos recorren la escena caótica, y un suspiro de alivio escapa de mis labios. No puedo evitar reírme ante la situación surrealista. Laia, en medio de la noche, disfrutando de sus antojos por el embarazo.
-Pensé que algo malo había pasado. ¿Por qué no me despertaste? -mi tono es una mezcla de preocupación y alivio. Me acerco a ella y me siento a su lado en el suelo.
-Lo siento, amor. No quería asustarte. Solo tenía antojo de algo no tan saludable y no quería despertarte. Además, Kayla quería pollo frito -explica entre risas, ofreciéndome una cucharada de helado.
Acepto la cuchara, o de lo contrario se pondrá a llorar. Observo a Laia mientras disfruta de su peculiar banquete. Su pelo despeinado y sus ojos brillantes revelan la alegría que ha recuperado en estas últimas semanas. Han pasado varias semanas desde el incidente en la fábrica, y aunque las cicatrices físicas y emocionales persisten, verla así me llena de gratitud.
Aun no me atrevo a quitarle los ojos de encima ni dejarla sola. Los médicos dijeron que el resto del embarazo debe transcurrir con tranquilidad, ni ella ni Kayla están en peligro, pero no debemos correr el riesgo de que algo pueda pasarle a alguna de las dos.
-¿Estás bien? -pregunto suavemente, mi mano buscando la suya. Ella asiente, apretando mi mano con cariño mientras sostiene un trozo de pollo con la otra.
-Sí, amor. Estoy bien. Los médicos dijeron que Kayla y yo estamos saludables. Pero sé que no puedes dejar de preocuparte. Has estado tan atento y protector últimamente que es agobiante. -su tono se vuelve más serio, y sus ojos encuentran los míos con ternura.
-No puedo evitarlo. Después de lo que sucedió en la fábrica, no puedo dejar de pensar en perderte a ti o a Kayla. -mi voz se quiebra ligeramente, recordando el miedo que sentí aquel día.
Laia me abraza con fuerza, dejando el helado y el pollo a un lado. Sus dedos acarician mi cabello mientras susurra palabras de consuelo.
-Lo entiendo, amor. Pero estamos aquí, juntos. Y estoy agradecida por eso.
Ignoro el hecho de que acaba de llenarme el cabello de pollo y me sumerjo en el abrazo, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío.
Pasamos un rato abrazados en medio de la cocina, mientras Laia disfruta de su peculiar combinación de pollo frito y helado. A pesar del caos de la escena, siento una paz reconfortante al tenerla a mi lado. Después de todo lo que hemos pasado, momentos como estos se vuelven aún más preciosos.
ESTÁS LEYENDO
ÁMAME (Lazos de Placer #2)
Romance¿Qué sucede cuando un hombre que nunca ha querido casarse se ve obligado a contraer matrimonio con una mujer que apenas conoce? Benjamín Astor se ve empujado a casarse con su cita de una semana para complacer a su madre, después de que su hermana m...