Benjamín
Las lágrimas empañan mi visión mientras sigo en el frío suelo del pasillo del hospital. El dolor en mi pecho es tan abrumador que apenas puedo respirar. Cierro los ojos con fuerza, tratando de contener el torrente de emociones que amenaza con consumirme por completo. Pero no hay escape; la pérdida de Laia se cierne sobre mí como una sombra implacable.
Después de un rato, me obligo a levantarme. Mis piernas tiemblan, pero la urgencia de ver a Laia me impulsa hacia adelante. Me acerco al médico que había hablado con anterioridad, mi voz apenas un susurro que apenas logra escapar de mis labios temblorosos.
-Quiero ver a mi esposa. Por favor, dime que puedo ver a Laia.
El médico me mira con compasión.
-Claro -responde- puede seguirme.
Caminamos hasta un mostrador donde se encuentran dos enfermeras atendiendo, el medico me pide que dé el nombre de Laia y especificaciones físicas para poder ubicar el lugar exacto en el que se encuentra.
Al decir que tiene tres meses de embarazo, la enfermera a la que le doy las especificaciones me mira con extrañeza y luego vuelve a su computador.
-Lo siento mucho, señor Astor. Pero no hemos recibido a ninguna paciente embarazada en relación con la explosión. Es probable que ella aún esté en la fábrica, donde todavía hay personas por rescatar.
Mis ojos se abren con esperanza ante sus palabras. ¿Podría ser posible que Laia esté viva? Mi mente se aferra a esa posibilidad con la tenacidad de un náufrago agarrándose a un trozo de madera en medio de la tormenta.
-¿Estás segura de eso? -mi voz tiembla, pero hay un destello de esperanza en mis ojos.
-Sí, señor Astor. No tenemos registros de una paciente embarazada aquí. Es probable que la estén atendiendo en la fábrica o que esté en camino al hospital. El caos causado por la explosión ha dificultado el proceso de identificación y traslado de los heridos.
Mis pensamientos son un torbellino mientras intento procesar la información. Una mezcla de alivio y desesperación se enfrenta en mi interior. Laia podría estar viva, pero aún no está a salvo. Necesito encontrarla, asegurarme de que está bien, y llevarla de vuelta a casa.
Agradezco con un gesto de cabeza y salgo del hospital con pasos apresurados. Mi mente está llena de preguntas y temores, pero también de la chispa de la esperanza que se niega a apagarse.
Me apresuro a entrar en el auto y conducir hasta la fábrica que no está muy lejos. Al llegar, corro hacia la fábrica, mi corazón latiendo con una urgencia que eclipsa cualquier otro pensamiento. En el lugar, el caos es palpable. Los equipos de rescate trabajan incansablemente, y los gritos de dolor y desesperación llenan el aire.
La oscuridad se cierne sobre mí cuando entro a la fábrica, pero el desesperado eco de mi propia voz llamando a Laia se pierde en el rugido del fuego y el humo que nubla el aire. Dos bomberos se interponen en mi camino, sus siluetas apenas visibles a través de la neblina tóxica.
-¡No puede entrar! ¡Es peligroso! -uno de los bomberos grita, tratando de detenerme.
Pero la desesperación me embarga, y mi única certeza en este momento es que Laia podría necesitar ayuda. Ignoro las advertencias y grito con fuerza.
-¡Mi esposa está adentro!¡Tienen que dejar que la saque de aquí!
Los bomberos intercambian miradas preocupadas antes de que el más alto se adelante.
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ÁMAME (Lazos de Placer #2)
Romantizm¿Qué sucede cuando un hombre que nunca ha querido casarse se ve obligado a contraer matrimonio con una mujer que apenas conoce? Benjamín Astor se ve empujado a casarse con su cita de una semana para complacer a su madre, después de que su hermana m...