Epílogo

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Benjamín

Han pasado cinco años desde que Kayla nació, no sé en qué momento ha paso todo este tiempo, mi pequeña princesa está creciendo muy rápido, y eso no me gusta. Ahora vamos de camino a su escuela, normalmente soy yo quien siempre la lleva para que Laia pueda tener más tiempo en alistarse para el trabajo. Laia ha logrado convertir su empresa en un referente en el mercado de alimentos saludables, y su éxito es algo que me llena de un orgullo indescriptible.

Luego de lo sucedido en la fábrica fue un proceso largo volver a poner todo en orden con la empresa, pero se logró y el resultado fue mejor de lo esperado. En cuanto en hijo de puta que mandó a poner explosivos en la fabrica porque Laia estaba tomando la delantera en el mercado, pagó con su vida poner en riesgo la vida de las dos personas que más amo en el mundo.

-Papi, ¿qué estás viendo? -pregunta Kayla a mi lado sacándome de mis pensamientos.

Kayla lleva puesto su uniforme escolar y un listón blanco en su cabello rubio. Sus ojos verdes brillan con la misma curiosidad e inocencia que desde siempre han cautivado mi corazón.

-Estoy revisando un informe, princesa -le respondo con una sonrisa.

-Quiero ver -exige, viéndose adorable.

Con ternura, le paso el teléfono en donde está el documento que estaba revisando.

Observo con fascinación cómo trata de entender el contenido del informe, apenas si sabe contar y ya cree que puede entender de lo que se trata. Su determinación y sus gestos de concentración me sacan una risa sincera. Finalmente, se da por vencida.

-Papi, no lo entiendo -dice con frustración-. Explícamelo.

Con paciencia le cuento sobre el informe de la nueva sucursal del banco en Nueva York. Aunque sus ojos no comprenden del todo, su entusiasmo por aprender me llena de alegría.

-¿Puedo ir contigo al trabajo? No quiero ir a la escuela hoy.

-A tu mamá no le va a gustar eso - le digo, pensando en como Laia va a molestarse si no dejo a Kayla en la escuela.

-No le diremos a mami - dice en un susurro acercándose más a mí - será nuestro secreto.

Sonrío, pensando en todos los secretos que ya tenemos los dos. Mi pequeña cómplice, siempre dispuesta a desafiar las reglas por una aventura junto a su papá.

-Que tal si te llevo otro día a la oficina -le propongo intentando librarme del regaño de Laia.

-Quiero ir hoy -dice, poniendo esos ojitos que no me dejan decirle que no.

Laia dice que Kayla es consciente de la manipulación, y que cada vez que quiere algo sabe qué hacer para convencerme, ¿pero como puedo decirle que no a mi princesa?

-Papi, dime que si -insiste.

No recuerdo la última vez que le dije que no, o si alguna vez se lo dije.

-Está bien, pero no le diremos a mami - le digo y ella salta de felicidad en su puesto.

-Ok -responde con su sonrisita adorable que tiene.

Puede que siempre le de a Kayla lo que ella pide, pero como no hacerlo, ella es mi todo, y no tiene que pedirme el mundo para que yo se lo entregue, así es como es el amor de un padre por su hija, y es un viaje que se desenvuelve en los pequeños momentos compartidos.

Cada risa de Kayla resuena en mi corazón como una melodía única y preciosa. Los destellos de sus ojos verdes son faros que iluminan mi mundo, y en cada abrazo encuentro un refugio que me reconforta en lo más profundo. Es un amor que va más allá de las palabras, que se expresa en gestos cotidianos y en la simple presencia compartida. Cada día, en cada desafío y alegría, mi conexión con Kayla se fortalece, creciendo como una fuerza eterna que me impulsa a guiarla con ternura en su camino por la vida. En esos pequeños momentos, descubro la magnitud de un amor que no conoce límites ni condiciones, un lazo que se renueva constantemente con cada latido de nuestros corazones entrelazados.

ÁMAME  (Lazos de Placer #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora