CAPITULO 2

3.4K 160 34
                                    

Adam

Hoy iba a ser un dia de mierda, lo podía sentir.

Acababa de levantarme hacía menos de una hora y ya tenía un dolor de cabeza insoportable y al menos unos veinte mensajes de mi padre exigiendo que le explique, sin olvidar ni un solo detalle, todo lo que pase en la reunión que tenía esta mañana.

Otro de los motivos por los que tenía jaqueca: la puta reunión. Hoy conocería a mi futura esposa.

Mi padre, Richard Wilson, un hombre serio, egoísta y gilipollas de un metro 1,90 como yo, pelo azabache canoso y con un físico bien conservado, se había empeñado en encontrarme una esposa porque decía que eso me ayudaría a volver a ganar los puntos que perdí hace unos meses atrás con los socios y los periodistas. Decía que el verme comprometido con alguien aseguraría que puedo ser una persona fiel y responsable, lo cual llamaría la atención de la gente. A mi en lo personal me parecia una gilipollez.

Me había metido en algunas peleas y emborrachado varias veces en algunos de los bares más concurrentes que hay aquí en New York. En mi defensa diré que los tíos a los que golpeé se lo merecían, me estaban tocando los huevos insistiendo en hacer negocios, invitándome a alcohol barato y acercándose a mí más de lo necesario incluso después de decirles en repetidas ocasiones que me dejaran en paz y se fueran a la mierda.

Me incomodaba que la gente, sobre todo los desconocidos, invadieran mi espacio personal. Yo lo único que quería era beber solo y en paz para hundirme en mi propia miseria.

Justo unos días antes, no conseguí cerrar un trato multimillonario que me llevaría a lo más alto de mi carrera. Aunque tuviera dinero de sobra como para poder no trabajar por el resto de mi vida mientras gastó dinero como loco, no me gustaba que la gente me dijera que no. 

Sospecho que su respuesta negativa fue por una pelea que tuve la noche anterior a esa reunión porque el señor Smith me soltó un "No pienso hacer negocios con niños que reaccionan violentamente cuando les dicen que no" antes de dar media vuelta, marcharse de mi oficina dando un portazo y dejarme con la palabra en la boca.

Por supuesto eso tuvo consecuencias negativas ante su empresa.

Todavía recuerdo como si fuera ayer la cara de susto que puso cuando le conté que la mitad de sus socios no existían ya que  quien estaba detrás de todos ellos era yo con diferentes nombres inventados.

Me gusta asegurarme de con quien estoy haciendo negocios ya que muchos a la hora y antes de firmar un acuerdo mienten y te prometen cosas que no tienen pensado cumplir en ningún momento.

Y a mi nadie me engañaba. Yo era quien engañaba a los demás.

El recuerdo consiguió sacarme una pequeña sonrisa y con ella en el rostro me dirigí a la cocina a comer el desayuno que mi chef personal ya me había preparado.

Nunca comía cosas que no fueran cocinadas por él. Por eso, nunca iba a comer o cenar fuera de mi casa, y si tenía que hacerlo porque se trataba de alguna cena de negocios importante, me llevaba a Charlie al restaurante para que me cocinara.

Una vez listo, cogí mis cosas y fui a por el coche mientras mis guardaespaldas me seguían por detrás. Este dia me decidí por mi Bentley negro, uno de los primeros coches que me compre. Tenía un total de diez, todos de lujo por supuesto, algunos de ellos de la misma marca pero en colores diferentes y no dejaba que nadie los tocara. No me gustaba compartir y tampoco que la gente tocara lo que era mío, y con esto no me refiero solo a los coches, sino a cualquier cosa que considerara como mío; como podrían ser, por ejemplo, los libros de mi biblioteca.

Ese era otro de los muchos motivos por los cuales no quería casarme, no quería tener que compartir mi casa, la cual consideraba mi espacio personal, tampoco verla correteando por los pasillos y tocando mis cosas; el simple pensamiento me ponía de mal humor, y como no, todo esto es culpa de mi padre, siempre lo es.

AMOR POR CONVENIENCIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora