CAPITULO 4

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Adam

Ha pasado una hora desde que la empecé a observar. A ella. A Bethany.

Estaba de camino a mi despacho cuando vi de reojo, por la ventana que tenía a mi derecha, como caminaba por el jardín. Al principio no le presté mucha atención, simplemente continué mi camino hasta mi despacho, me serví una copa y me senté sobre la silla del escritorio para empezar a trabajar. Sin embargo, no pude concentrarme. El hecho de saber que con solo darme media vuelta podría verla era lo único en lo que podía pensar.

Por eso, tras luchar internamente conmigo mismo me acerqué al mini bar a servirme un par de copas, antes de regresar al escritorio y observar a través de la ventana, como Bethany hacía, lo que supuse que sería pilates o yoga, dentro del gazebo situado al final del jardín. Mientras tanto yo, le estuve dando pequeños sorbos al licor que tenía en el vaso.

Ella no lo sabía, pero el gazebo era un sitio de la casa donde no tenía permitido estar, ni ella ni nadie. No permitía que nadie entrara a él. Pero no tuve oportunidad de decírselo ayer debido a que se largó dejándome con la boca abierta antes de que pudiera hacerlo.

Aun así, no me acerqué hasta ella para echarla de allí. Simplemente, me quedé observando como movía su cuerpo tratando de imitar  las posturas raras que veía a través de la pantalla de su ordenador portátil. Algunas me parecían tan curiosas que no podía evitar inclinarme hacia delante, apoyando los codos sobre mis rodillas, para ver como su culo se elevaba o se abría de piernas dejándome ver lo flexible que es.

Por mucho que estuviera disfrutando del espectáculo, este llegó a su fin y me obligue a despegar los ojos del jardín para volverme hacia el escritorio. Ni siquiera traté de concentrarme en el trabajo porque en lo único que podía pensar era en sus palabras de anoche. ¿Así es como me ve ella? ¿Egoísta y mala persona? No era así como quería ser a sus ojos, porque no era una realidad.

Yo respeto a mis empleados, lo hago porque sé que ellos me respetan a mi. Siempre he pensado que el respeto debe ser algo que debe ganarse y ellos lo habían hecho. Ninguno me había causado ningún problema en todos los años que llevaban trabajando para mi, sin embargo, no permitía que olvidaran, bajo ningún concepto, cuál era su posición en esta casa. Yo era su jefe, y no iba a consentir que me la jugaran.

Vacíe el vaso que tenía al lado y sin poder detener mis instintos giré la cabeza para ver si por alguna razón Bethany había regresado al jardín. Al ver que no estaba allí me volví al escritorio pero no deje de repetir la acción cada pocos minutos hasta que aproximadamente media hora más tarde la volví a ver.

Se había duchado, llevaba el pelo suelto y se había cambiado de ropa. Vestía unas mallas cortas negras con un top de tirantes del mismo color y en los pies tenía unos calcetines blancos altos combinados con sus zapatillas rosas de casa. Estaba dirigiéndose de nuevo al gazebo con un libro en una mano y en la otra una botella de agua.

Se sentó en uno de los bancos, estiró y cruzó las piernas sobre este después de quitarse las zapatillas. Me sorprendió que estuviera respetando una de las pocas normas que me dio tiempo a comentarle que tenía, pero más me sorprendió las gafas negras que sacó de una funda que no había visto que traía. Una vez se las puso yo tuve que recolocarme la polla en su lugar.

No tenía intenciones de apartar los ojos de ella, era demasiado adictivo y tranquilizante observarla, aunque pasados varios minutos me vi obligado a hacerlo para ver la llamada entrante de mi teléfono.

Puse los ojos en blanco y la rechacé para volver a lo mio pero volvieron a insistir pasados unos segundos. Repetí la acción.

Pensé que ya habría pillado la indirecta de que no quería hablar con él y con eso dejaría de llamar pero me equivoque porque mi teléfono volvió a sonar. Terminé aceptando la llamada de mal humor.

AMOR POR CONVENIENCIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora