CAPITULO 31

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Adam

El grito desesperado lleno de dolor de una mujer cuya voz me resulta conocida es lo único que escucho mientras avanzo con rapidez por los pasillos de la estancia. Estaba trabajando tranquilamente en mi despecho cuando sus gritos de auxilio me han puesto en alerta, decidido a descubrir de quién se trata sigo el ruido que me lleva a una habitación oscura solamente iluminada por la luz de la luna.

Parece estar completamente desierta excepto por la mujer vestida de blanco que yace sentada en el suelo de una de las esquinas del cuarto. El pulso se me acelera cuando reconozco su cara y veo la situación en la que se encuentra.

Sus ojos conectan con los míos y me dedica una pequeña sonrisa antes de alzar entre sus dedos un pequeño objeto que después de observar bien reconozco como una cuchilla. Se levanta el vestido hasta dejar al descubierto sus muslos intactos y limpios de cualquier daño. Comprendo casi de inmediato que tiene pensado hacerselo ella misma y lo confirmo en cuanto acerca el filo a la parte superior de uno de sus muslos.

–¡No!

Avanzo para detenerla, pero una fuerza inexplicable me mantiene estático en mi lugar y lo único que alcanzo hacer es gritarle que se detenga.

–¡¿Qué mierda haces?! –le hablo con una presión en el pecho– ¡Para joder! ¡Qué pares!

Quiero y necesito llegar hasta ella para socorrerla, lucho con todas mis fuerzas por moverme pero no lo consigo, mi subconsciente desea avanzar pero mi cuerpo no se inmuta. Al borde de la desesperación sigo gritando pero fallo en el intento, se concentra en crear pequeñas heridas en gran parte de sus ambos muslos por más que llora y se retuerce del dolor. Su ropa comienza a teñirse de rojo, un color carmesí que siempre he disfrutado ver sobre el cuerpo de mis víctimas pero que detesto ver sobre el de ella.

–Duele Adam...

–¡Pues detente! ¡Joder para! ¡No sigas!

Niega con la cabeza y aunque su expresión muestra que quiere detenerse hace todo lo contrario, es como si estuviera poseída por alguna fuerza maligna similar a la que me retiene a mi en mi lugar.

Vuelve a hundir la hoja en su piel y me remuevo inquieto tratando de zafarme de lo que sea que me inmoviliza. Tengo que llegar a ella, no puedo fallarle de esta manera. Me quedo estático el instante que veo como acerca el filo a sus muñecas.

No, no, no. Eso no.

Vuelvo a luchar, de hecho no he parado de hacerlo desde que llegué pero ahora lo hago con más fuerza. el corazón me retumba bruscamente contra el tórax  y no se como abordar la situación pues nada me ayuda a avanzar.

Le grito que pare, me arrodillo en el suelo y se lo suplico incontables veces  pero no lo hace, los filos de la cuchilla se clavan en la piel de sus delicadas muñecas y la sangre no tarda en aparecer manchando su ropa mientras se limita a observar sin expresión alguna en su rostro como el líquido rojo se desliza a lo largo de sus brazos.

–¡Detenlo maldita sea! –le grito al borde de la desesperación pero no me escucha.

Vuelve a cortar su piel, esta vez la de la otra muñeca y como si no fuera suficiente sufrimiento para ambos lo hace manteniendo su mirada fija en mi. Me mata lo que veo en ellos y se me forma un nudo en la garganta al darme cuenta de que no la estoy ayudando, no puedo hacerlo.

Ante sus ojos me limito a mirar como se autolesiona y sufre, pero realmente batallo por llegar hasta ella con todo lo que tengo.

La garganta me quema llegados a este punto, pero eso no me supone ningún tipo de impedimento a la hora de luchar, si tengo que agotar todas mis fuerzas y capacidades por salvarla es lo que haré sin dudar. Me resigno a perderla pero parece ser que es lo que estoy haciendo porque sus ojos comienzan a cerrarse al tiempo que respira con dificultad.

AMOR POR CONVENIENCIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora