Capítulo 35. Hacerlo feliz

2.2K 107 0
                                    

Cuando Vivian recordó por qué Finnick se levantó de repente aquella noche, se sonrojó. Sin embargo, dijo con una sonrisa:
—Una pareja debe tener confianza.

Los ojos de Xavier brillaron al mirar a Vivian. Preguntó:
—Vivian, ¿te ha dicho Finnick alguna vez por qué finge estar lisiado?

Sorprendida, Vivian negó con la cabeza. El le había dicho que era mejor que ella permaneciera ajena a ciertas cosas. Por eso, nunca lo molestó por la respuesta.
—Hace diez años, Finnick estuvo en un accidente de coche...

Por otro lado, Xavier no parecía tener ninguna reserva y se lo dijo sin tapujos:
—Todo el mundo pensó que Finnick quedó lisiado debido a ese accidente. En realidad, solo se lesionó y se curó por completo después de ir al País A.

Vivian buscó en sus recuerdos. Le parecía haber leído sobre su accidente de coche en las noticias.
Por aquel entonces, con apenas 20 años, Finnick acababa de empezar la universidad. Sin embargo, alguien lo secuestró y exigió un rescate exorbitante. Eso creó una gran conmoción entonces, ya que la noticia dominó los titulares durante mucho tiempo.

Según los medios, después de que los secuestradores recibieran el rescate, querían marcharse con el segundo hijo de la familia Norton como rehén. Pero para su sorpresa, tuvieron un accidente de coche a mitad de camino. Los secuestradores murieron en el acto, mientras que el hijo de la familia Norton resultó malherido.

Sin embargo, como la mayoría de los detalles se ocultaron al público, nadie sabía que tenía las piernas heridas. Solo se sabía que había volado al País A para recibir tratamiento médico y que se había debilitado mucho después del incidente.

—He oído hablar de ello -murmuró Vivian—. Así que, después de ser curado en el País A, ¿todavía finge estar lisiado?

—Sí —afirmó Xavier inclinando la cabeza hacia un lado—. ¿Pero puedes adivinar por qué?

A Vivian le hizo gracia y pensó: «Xavier es muy diferente a Finnick. Con una personalidad así, de seguro es muy popular entre las mujeres, ¿no?»
—¿Tengo que adivinar? —Vivian fingió contemplarlo—. ¿Quiere que la familia Norton baje la guardia con él?

En realidad, Vivian se había preguntado por qué Finnick fingía estar lisiado. De ahí que ya tuviera sus propias conjeturas. Al fin y al cabo, trabajaba en el sector del periodismo. Aunque no era tan conocedora de esas familias de élite, tampoco era cien por ciento ajena a ellas. Podía adivinar que la familia Norton tenía un papel que desempeñar en el hecho de que Finnick se esforzara tanto por fingir su estado.

No había visto antes a Mark, el hermano mayor de Finnick y padre de Fabian. Sin embargo, los rumores decían que Mark era un hombre muy ambicioso y despiadado. Y ya que el mayor de los Norton estaba envejeciendo, Mark era quien dirigía el negocio familiar.

Por otro lado, Finnick siguió un camino muy diferente que no tenía nada que ver con su familia.
Empezó un negocio por su cuenta, de seguro para evitar un conflicto con su hermano mayor. Por ello, Vivian se preguntó si Finnick fingía estar lisiado porque desconfiaba de Mark. Eso era solo una suposición suya. Sin embargo, después de escuchar su explicación, un toque de admiración
apareció en los ojos de Xavier mientras la miraba.

—No está mal, Vivian. Eres muy inteligente.

Vivian se rio avergonzada.
—Veo demasiadas telenovelas.

Xavier ahogó una carcajada.
—En realidad, el negocio de la familia Norton es muy grande. Así que el drama familiar es tan complejo como esas telenovelas. De todos modos, aunque Finnick es ahora un hombre de éxito, ha llevado una vida dura.

Vivian se quedó aturdida por un momento antes de volver a sus cabales y asentir. Durante diez años, tuvo que sentarse en una silla de ruedas a pesar de estar perfecto. Incluso tuvo que protegerse de su propia familia. Debió de ser una hazaña muy dura.

—Así que —continuó Xavier. En ese momento, su sonrisa se había desvanecido y una expresión seria ocupaba su lugar—. Vivian, debes hacerlo feliz.

Sorprendida, Vivian no esperaba que Xavier dijera eso de repente. «¿Hacerlo feliz? ¿Pero qué felicidad puedo darle?», pensó.

Antes de que pudiera responder, oyó de repente el sonido de unos pasos firmes que se acercaban a ellos. Una voz fría sonó:
—¿De qué están hablando?

Casado sin másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora