Capítulo 106. En un aturdimiento

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Un sentimiento de adoración se apoderó del corazón de Finnick cuando vio el rubor en el rostro de Vivian. Sus cejas se alzaron.
—¿Qué cosas?

—Los de «yo hice todo el trabajo»... —La voz de Vivian se apagó mientras su cabeza colgaba cada vez más.

Finnick dejó escapar una suave risa mientras levantaba la barbilla de Vivian con el pulgar.
—Hablo en serio sobre lo que he dicho. Se supone que soy yo quien toma la iniciativa. A no ser que... ¿te interese intentarlo?

—No hace falta. —Como un ratón al que le pisan la cola, saltó y corrió hacia el armario—. Me voy a duchar ahora. Adiós.

Dicho esto, se apresuró a tomar su toalla con la mano izquierda y se precipitó al baño. Dentro del cuarto de baño, Vivian se miró la cara roja y brillante en el espejo.
«Maldita sea». Se cubrió la cara con las manos. «Vivian William, ¿por qué eres tan inútil? Todo lo que hizo Finnick fue bromear un poco contigo. ¿Por qué eres tan dramática con tus reacciones?
Idiota».

Aunque Vivian tenía el brazo herido, el cuarto de baño de Finnick estaba bien equipado con un cabezal de ducha de alta tecnología; ella podía ajustar el rango para que el agua fluyera hacia abajo. Con cuidado, se duchó sin mojar la herida.

Cuando salió del baño después de la ducha, vio a Finnick sentado todavía en el balcón.
Vivian se secó el pelo con su toalla; estaba a punto de decirle que era su turno, pero se detuvo tras acercarse unos pasos. Vio un objeto en las manos de Finnick, que lo miraba aturdido. Vivian reconoció de inmediato el objeto, que brillaba bajo la luz de la luna.
«Ese collar de nuevo».

Vivian había visto este collar varias veces. Cada vez, Finnick lo sostenía como si fuera algo precioso y lo miraba aturdido. Vivian se tragó las palabras que tenía en la punta de la lengua; en su lugar, miró a Finnick en silencio. La luna brillaba esta noche, la expresión del rostro de Finnick era muy diferente de la que solía llevar, como si fuera otra persona. Su expresión era una mezcla de anhelo, arrepentimiento e impotencia. Vivian no sabía por qué se sentía incómoda, como si un puercoespín le hubiera pinchado el corazón. En ese momento, al parecer sintiendo la presencia de Vivian, Finnick se dio la vuelta.

—¿Has terminado? —En un abrir y cerrar de ojos, la expresión de su rostro había vuelto a su indiferencia habitual. Su mano se había cerrado alrededor del collar, ocultándolo a la vista.

—Mm... —Lo más rápido posible, Vivian se calmó—. Es tu turno.

—De acuerdo —respondió Finnick, y volvió a entrar en la habitación.

En lugar de dirigirse directo al baño, se dirigió a su escritorio. Colocó con mucho cuidado el collar en el primer cajón antes de entrar en el baño con su toalla.

Vivian se quedó en la habitación. Cuando oyó el sonido del agua corriente procedente del baño, sus ojos se dirigieron al escritorio. Le picó la curiosidad.
«¿Cuál es la historia de ese collar? ¿Por qué siempre parece tan triste cuando ve ese collar?» Vivian no sabía qué le pasaba; nunca había sido una persona entrometida, pero ahora sentía que una mano invisible la empujaba en dirección al escritorio. «Solo una mirada. Debería estar bien,
¿verdad?»

Tras asegurarse de que Finnick seguía duchándose en el interior del cuarto de baño, Vivian contuvo la respiración y abrió con disimulo su cajón.

No sabía qué le pasaba. Aquel collar era como una espina clavada en su corazón, y no podía quitárselo de la cabeza. Nunca se había sentido así, ni siquiera cuando estaba con Fabian en aquel entonces.

El cajón de Finnick no estaba cerrado con llave y ella pudo abrirlo con facilidad. Vivian vio varios documentos en su interior. Encima de los documentos había varias fotos, así como ese collar. Sacó con cuidado el collar y lo apoyó en la palma de la mano. Era un hermoso collar de cristal; aunque no era tan lujoso como uno de diamantes, desprendía una sensación de inocencia. Por su elaboración, era evidente que no se trataba de un collar barato.

Vivian giró el collar en sus manos. Cuando vio la parte trasera, se detuvo en seco. La parte delantera del collar mostraba un corazón, y en la parte trasera había una palabra.

Casado sin másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora