Capítulo 84. La carnalidad de Finnick

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Al principio, Finnick solo quería bromear con Vivian. Sin embargo, al acercarse a ella, percibió el olor de su tenue fragancia. En ese momento, sintió que su corazón empezaba a latir con fuerza.

Por alguna razón, Vivian estaba bastante atractiva ese día. Su ajustada falda delineaba su grácil figura a la vista. Desde su altura, podía ver con claridad su suave curvatura y su piel blanca como la nieve. Su pequeña y bonita cara de cerca era de color rojo rosado. Parecía una manzana, bonita y redonda, tierna y jugosa, que tentaba a todos a acercarse y dar un mordisco. Finnick se entretuvo con ese pensamiento durante un tiempo. Su atractivo pronto fue demasiado para él, así que cedió a la tentación. Agachándose, se inclinó hacia ella y le dio un suave pellizco en la mejilla sonrojada de Vivian, sobresaltándola en el proceso. Ella se quedó sorprendida y solo pudo susurrar una sílaba:
-¿Ah?

El pequeño grito hizo que su corazón se agitara como una pluma, encendiendo al instante la pasión que llevaba dentro. Tirando la precaución al viento, levantó de repente las manos y agarró la cintura de Vivian. Levantándola con un abrazo, sus dos cuerpos se tocaron en un dulce abrazo.

Al sentir el calor de su cuerpo fluyendo sobre ella, Vivian se puso nerviosa y solo consiguió balbucear:
—¿F-Finnick? Tú...

Ella no se daba cuenta de que cada palabra que decía solo hacía que él se sintiera más excitado.

Apenas podía aferrarse a su último hilo de razón. La tentación era demasiado fuerte. Bajando la cabeza, acarició con suavidad el lóbulo de su oreja enrojecida con sus labios mientras susurraba en voz baja:
—Querida Vivian, ¿por qué no llevamos a cabo lo que quiere el abuelo? Sigamos adelante, ¿de acuerdo?

El cálido y sensual toque en el lóbulo de su oreja envió corrientes de sensación electrizante a través de su cuerpo. Estaba adormecida de una forma tan agradable que no pudo evitar estremecerse de placer. A decir verdad, estaba preparada para esto. Después de todo, ya estaban casados. Finnick solo tendría que pedírselo, y como su esposa, ella se ofrecería con gusto a él sin rechistar. Además, cuando el anciano señor Norton le había dicho esas cosas hacía un momento, ella había pensado en su corazón en consumar su matrimonio. Le sorprendió que no se resistiera a la idea. Por eso, al escuchar la petición de Finnick, asintió con timidez mientras sentía que le ardían las orejas y se le calentaba la cara. Al sentir el tímido consentimiento de la dama que tenía entre sus brazos, la llama de la pasión en el interior de Finnick ardió con más fuerza y soltó al instante el último hilo de contención que le retenía. Inclinó la cabeza y al instante trabó sus labios con los de Vivian. El suave y dulce aroma llenó sus sentidos. Su lengua, al saborear la embriagadora dulzura del beso, se hizo adicta al instante mientras la anhelaba más y más.

«Esta sensación... ¿He sido drogado por esta mujer? Solo un simple beso es suficiente para hacerme perder todo mi autocontrol y despertar el instinto carnal que hay en mí».

Finnick inmovilizó a Vivian contra la puerta. Deslizó su mano por la suave y curvilínea espalda de ella, antes de llegar al borde de su falda. La bata con la que estaba vestida era muy engorrosa de desvestir. Finnick se encontró tanteando en busca de la cremallera. Pero como su lujuria ardía más, perdió la paciencia y decidió arrancarle el vestido.
iTras!

La bata se rompió y se deslizó por los hombros blancos y lechosos de Vivian. Bajo la tenue luz, con la figura completa de Vivian a la vista, Finnick sintió que se le hacía un nudo en la garganta por la excitación. Con su estatus y riqueza, nunca faltaban mujeres dispuestas a ofrecerse a él. De hecho, fueron innumerables las damas que intentaron seducirlo, excitarlo y llevarlo a su cama. Sin embargo, logró resistirse a todas ellas y mantuvo la calma y la compostura durante todo el proceso. Sin embargo, eso también llevó al viejo Sr. Norton y a Mark a preguntarse si el caso de secuestro de hacía diez años le había afectado física y mentalmente. Sin embargo, al estar frente a Vivian, sintió que su cuerpo ya no era suyo. Su instinto primitivo y carnal se apoderaba de él, haciendo que la llama de la lujuria ardiera con fuerza en su interior, tentándole a abalanzarse y poseerla sin más. Dado que Vivian ya había dado su consentimiento, Finnick tiró la cautela al viento y dio rienda suelta a su deseo interior al máximo esta vez. De inmediato, sus labios calientes abandonaron los de Vivian y empezaron a viajar hacia abajo, deteniéndose primero en su cuello antes de acercarse a su destino previsto.
Pero en ese momento...
—iNo!

Vivian dio un chillido repentino y apartó a Finnick de un empujón. No esperaba que ella se resistiera a él de esa manera. Sorprendido, se tambaleó unos pasos hacia atrás. Al mirarla sorprendido, vio su cara roja y sus ojos llorosos, exhibiendo una mirada de inquietud. En ese instante, sintió como si un cubo de agua helada se hubiera derramado sobre él, apagando el ardiente fuego de la pasión carnal que ardía en su interior. Una mirada de culpabilidad se dibujó en el rostro de Vivian al darse cuenta de que podía haberse pasado de la raya. Acercándose con cuidado a Finnick, tartamudeó disculpándose:
—Lo siento... Es que... Me he acordado de repente de algo de hace dos años...

Casado sin másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora