CAYETANO
El Kawaiice está lleno cuando llegamos, hay cola para pedir y todos los sitios se encuentran ocupados. El ruido es ensordecedor, la música de fondo no suena muy alta, pero las docenas de conversaciones que se acumulan me provocan dolor de cabeza.
Los amigos de Sara están en la mesa en la que se sientan siempre, lo he sabido antes de entrar porque tienen las bicicletas apoyadas en la calle lateral donde Olaya deja la moto; se ríen mientras una chica hace muchos aspavientos. A nosotros no nos dedican ni una mirada.
Son un grupo unido a pesar de que sólo se ven durante los meses de verano, supongo que el resto del año se dedican a hablar por internet, como hago yo con Olaya. Sin embargo no puedo evitar que un pinchazo de envidia me atraviese el corazón mientras les miro, a mí también me gustaría formar parte de ello.
Me acerco al mostrador mientras Olaya saluda a gente a la que no he visto en mi vida. Mi amiga es popular entre los viejos del pueblo, supongo que por vivir aquí, y la verdad es que no entiendo porqué no lo es entre la gente de nuestra edad. Prácticamente los conoce a todos y todos la conocen, podría ir con quien quisiera... Siempre viene conmigo.
—Creo que voy a tomar el de limón con piña —escucho que dice a la persona con la que habla; la otra responde algo que no llego a oír, intuyo que no le gusta la elección por la respuesta de mi amiga—: ¡Qué va, está buenísimo, deberías darle una oportunidad!
Olaya sigue hablando y yo pierdo de nuevo la mirada por el local, esperando mi turno pacientemente. La chica de delante no se decide por ningún helado y pregunta por recomendaciones a la camarera, que es la hermana del dueño, y ésta le responde en un castellano perfecto con un acento muy gracioso.
Pienso, entonces, en la cantidad de kilómetros que hizo para llegar hasta el país y me preguntó qué fue lo que llevó a su familia a Alondra del Mar. ¿Cómo descubrieron el pueblo?
La chica sigue su consejo y acaba con un helado de chocolate y menta, ¡y entonces es mi turno! Doy un tirón a la camiseta de Olaya para llamar su atención y mi amiga se gira con una enorme sonrisa hacia la camarera.
—¡Hoy está lleno! —comenta.
—Sí, llevamos toda la semana sin parar. ¿Te pongo lo del otro día?
—¡No, hoy quiero probar algo nuevo! —exclama Olaya—. El de limón con piña.
—¡Arriesgada! —le sonríe la camarera—. No le gusta a mucha gente.
Olaya sigue hablando con ella mientras le prepara el helado, yo dejo de prestarles atención porque uno de los amigos de Sara se levanta de la mesa y se acerca hacia nosotros. ¿Viene a hablarnos? ¿Querrá conocernos?
—¿Y tu novio qué quiere? —pregunta la camarera.
Se refiere a mí.
El amigo de Sara, Damián, lo escucha mientras coge una cucharita de plástico del mostrador.
Intercambiamos una mirada.
—¡No es mi novio! —responde Olaya rápidamente—. Es sólo mi amigo.
—¡Oh, perdona! Creía que... Como siempre vais juntos...
Por un momento, durante una fracción de segundo, pienso en acercarme a la mesa donde están los amigos de Sara y explicarles todo. Que la chica se ha confundido, que no tengo nada con Olaya, que sólo somos amigos. Entonces se abre la puerta y entra ella: Sara.
Lleva un vestido blanco que resalta su bronceado, un collar al cuello y a su prima pequeña de la mano. Avanza con pasos de súper modelo hasta la mesa en la que la esperan y saluda a todos con un movimiento de mano y una sonrisa en los labios.
Y entonces Damián, el chico de la cucharita, habla.
Un escalofrío me recorre la espalda mientras pienso que no puedo ser tan egocéntrico, que le habrá dicho otra cosa, que no es sobre mí. Se ríen y giran sus cabezas al unísono hacia nosotros, disimulan de mala manera al darse cuenta de que les estoy mirando y Sara levanta una ceja con los labios algo torcidos. Luego vuelven a centrarse en sí mismos y se ríen de nuevo.
Me arde la cara, el pecho y la vida. Siento que me ahogo y quiero salir de ahí corriendo.
—¿Cayetano? —pregunta Olaya—. ¿Estás bien?
—No.
No, no estoy bien.
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Como el sabor a helado de limón
Teen FictionOlaya y Cayetano son amigos desde siempre, y desde siempre Cayetano ha estado enamorado de Sara sin abrir la boca. Es el verano del 2017 y Olaya decide que ya es hora de que su amigo se declare, pero no todo saldrá como esperan.