12 de agosto - OLAYA

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12 de agosto

OLAYA

Es noche de perseidas así que la gente sale del centro del pueblo en busca de oscuridad para ver bien las estrellas. Suelen subir a la zona de El Monte porque, entre los pinos y los setos de las casas, se tapan las luces de las farolas. Uno de los sitios más concurridos es la ermita de la paloma, donde llevan unos años poniendo un telescopio.

—Pero San Lorenzo ya pasó, que fue el día diez —dice alguien.

—En la tele han dicho que hoy es el mejor día.

—¡La luna está casi llena, no se ve nada!

—Tenemos que esperar a que se esconda.

Ver la lluvia de estrellas es algo que llevamos haciendo toda la vida, nos reunimos con los vecinos y hacemos un picnic en el merendero. Luego sacamos tumbonas y sillones de plástico y esperamos.

Mamá ha preparado bocadillos de atún con mayonesa y aceitunas, los trae envueltos en papel de cocina para que empape el aceite y en papel de albal. Marisol ha puesto las papas, los altramuces, el fuet, varios tipos de queso y anuncia que tiene un termo de café.

—¡Ay, las pipas! —exclama mi madre.

—¿No hay limonada? —pregunto yo.

Papá no nos hace ni caso, está hablando con los de la puerta de al lado, que confiesan que van a tirar la casa abajo, edificar una nueva y venderla. No me gusta esa información, no me gustan los cambios en Alondra, me da miedo que vaya a peor y se convierta en Benidorm.

A nadie le gusta Benidorm.

Cayetano se levanta por orden de mamá, creo que lo ha mandado a mi casa porque le da las llaves mientras se queja de que cada día me parezco más a mi padre, así que ha debido responderme algo que no he oído.

—Trae también un par de cervezas, que me las he tenido que dejar en el congelador. ¡Victoria, hola! —Saluda a su cuñada, que lleva una bolsa igual de grande que la que ha traído ella y además una nevera portátil—. ¿Y Dafne?

—Con los chicos por ahí, creo que iban a bajar al puerto viejo, ya sabes como son... Siempre se meten en todos los agujeros.

¡Maldita Dafen! ¿Es que tiene que ir a todos mis sitios? ¿Meterse en mi vida a la fuerza?

—Creo que vamos a buscarlos —digo yo.

Cayetano asiente conmigo.

—Vale, pero primero traed lo que os he pedido, por favor, no me hagáis ir a mí.

—¡Ay, mamá, no seas pesada!

—Deja a los niños, que salgan a divertirse, Rosa, ahora que por fin se llevan bien.

Se me clava la frase. Siento un montón de cosas confusas al mismo tiempo, me siento culpable de que la relación no fuese buena antes, pero creo que tampoco soy la única que debía poner de su parte. Y además ni siquiera es que hubiera un desencadenante, hay gente con la que congenias más y gente con la que menos. Con Cayetano lo sentí al momento, en cuanto nos presentaron, y con los demás nunca estuvo. De hecho, cuando más me forzaban a salir con mi prima, más incompatibles éramos.

Al final acudimos a mi casa, cogemos una bolsa con las cervezas, limonadas y las pipas, y regresamos. Apenas son dos calles, pero el camino se me hace eterno. Ni siquiera soy capaz de concentrarme en lo que me cuenta Cayetano y eso se añade al sentimiento que me persigue.

Igual no congenie con ellos porque no les presté atención, porque necesitaba sentirme diferente y especial, ser una heroína trágica... Es posible que ocasionase yo misma mi soledad y a ellos no les importase porque nunca había llegado a ser relevante en sus vidas. No me imagino al grupo dejando de lado a Dafne, pero conmigo fue muy fácil.

—¿Vais a buscarlos, entonces? —pregunta mi tía cuando nos despedimos para bajar al puerto—. ¿Podéis llevarle la cena a Dafne?

—Claro.

—Gracias. Olaya, me alegra mucho que al final seáis amigas. Dafne necesita a alguien que no esté a trescientos kilómetros de distancia.

No lo entiendo muy bien porque mi prima tiene a todos los alondrinos con ella, la que está sola soy yo, pero como no quiero hacerle preguntas asiento en silencio y cojo su cena junto con la mía.

—No creo que hayan encontrado nuestra nave —me tranquiliza Cayetano—. Sería mucha casualidad.

Pero ahí está esa sensación de que sí, la van a encontrar, y el viejo puerto se va a convertir en Benidorm.

Como el sabor a helado de limónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora