17 de julio - OLAYA

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OLAYA


Me siento drogada. Bueno, estoy drogada. No sé cuántas pastillas me han dado vía gotero, pero hacen su efecto y me da miedo que cuando se pase me duela el brazo una barbaridad. Aún así no son suficientes para dormirme como Cayetano.

No sé a qué narices ha venido lo de preguntarme por el dinosaurio, o sea, no creo que lo quiera de vuelta diez años después de habérmelo dado. Igual le ha dado un flashback repentino como a mí el otro día. Dios, tenemos un montón de recuerdosen común, en casi todos haciendo el idiota o aprendiendo cosas juntos.

A montar en bici, por ejemplo. Más bien cuando le quitamos los ruedines. Mi padre se empeñó en que era mejor quitar solo uno, para que nos equilibrásemos hacia el otro lado, no fue muy buena idea. Cayetano se cayó y se rozó toda la pierna contra el asfalto de la calle. Le cogimos mucha manía a la bici, por eso nos pasamos a los patinetes y finalmente, al skate.

Intentamos un tiempo lo de los patines, no era lo nuestro tampoco.

Hace calor y suelto la mano de Cayetano para bajar la persiana de mi habitación, al quedarnos en tinieblas la temperatura desciende, y aún así siento que me achicharro cuando vuelvo a tumbarme en la cama. Mi amigo se gira hacia mí, está profundamente dormido, y me abraza de forma inconsciente.

No entiendo porqué me entran ganas de llorar, pero lo hacen y soy capaz de retener las lágrimas a duras penas. Cayetano me aprieta más fuerte en su sueño, me apretuja contra él, y me tranquilizo mientras hacemos la cucharita. Sabiendo que cuando despierte me va a dar un buen ataque al corazón.

Como el sabor a helado de limónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora