OLAYA
El cine de Alondra siempre me ha gustado. Tiene sillones de terciopelo rojo, la pantalla está en un escenario tras unas enormes cortinas y huele a polvo. No hay un puesto de chuches, como en La Vega, así que antes de entrar hacemos una parada en el ultramarinos de Doña Herminia y compramos pipas.
En la cartelera solo hay tres películas: 50 sombras de Grey, Frozen y La Lego Película. Variado y eso. Esta tarde ponen la primera a las cinco.
—¿No es un poco raro que pongan la película +18 en horario infantil y Frozen a las nueve de la noche?
—Pues a mí me apetece más ver Frozen que 50 sombras de Grey.
A mí me apetece irme a casa o volver a la nave con Cayetano, quedarnos a solas y seguir a lo nuestro. Desde que nos hemos juntado con los otros ni siquiera nos hemos rozado y se me hace más extraño todavía. Y no debería porque antes no era así, no íbamos cogidos de la mano a todas partes, ni nos dábamos besos, ni... nada más allá de lo que pueda hacer con César ahora. Pero lo echo de menos.
—¿Entramos entonces o nos vamos a otro sitio? —pregunto.
—¿Dónde quieres ir? ¿Nos vais a enseñar por fin vuestra base de operaciones?
—Tus ganas.
—Pues sí, la verdad. —Nos quedamos en silencio, con Dafne dando golpecitos en el suelo con el pie mientras abre el paquete de pipas—. ¿Queréis que vayamos a mi casa y veamos el primer capítulo de Juego de Sillas?
—¿Y si pedimos a Don Eusebio que ponga el capítulo en el cine?
—¿Tú crees que accederá?
—Solo hay una manera de averiguarlo.
Don Eusebio debe tener la edad de Doña Herminia y del abuelo, era el maestro del pueblo cuando todavía había colegio aquí y dio clase a todos nuestros progenitores. César es familia lejana de él, y seguramente nosotras también lo seamos por alguna rama del árbol. Se encarga del cine desde siempre porque le hace ilusión, aunque el sistema cambió hace unos años y se puso un reproductor de DVD.
Dafne se acerca a la taquilla con César, Cayetano y yo nos quedamos más atrás y les dejamos hacer. Y así aprovecho para acortar la distancia que siento que tenemos.
—Voy a ser una de esas novias pesadas que se pasan el día pegadas.
—Me gusta que seas de esas novias pesadas.
—A mí no.
—Pues te fastidias, porque yo sí que voy a ser un novio así.
Me coge del mentón y me da un beso. El primero fuera de la nave, de nuestro refugio, en la plaza principal de Alondra. Justo cuando nuestras madres aparecen de camino al bar.
—¡Te lo dije, Rosa! ¡Te dije que éramos consuegras!
—¡Pero si te lo dije yo a ti!
Bueno, pues ya está. Se acabó la privacidad.
Dafne y César se enteran también, claro, porque las señoras no hablan precisamente en voz baja. Y el secreto, que no era tan secreto, deja de serlo aún más.
Cayetano entrelaza nuestros dedos y nos acerca a ellos, a quienes le da completamente igual nuestra relación. Están mucho más interesados en que Don Eusebio les diga que sí, como finalmente ocurre, añadiendo que a cambio tendrá que ser César quien se haga cargo de la reproducción de todo y de que haya un mínimo de diez personas en la sala.
Ni convocando a todo el grupo de alondrinos lo conseguiríamos.
—¿Por qué no preguntáis a vuestros amigos? Los del otro día. Son to' majos.
Antes de que me dé tiempo a arrepentirme, saco el móvil y escribo un mensaje a Damián: a las 19:30 en el cine, que vengan todos.
Me responde casi al momento que ahí estarán.
![](https://img.wattpad.com/cover/359999303-288-k805992.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Como el sabor a helado de limón
Novela JuvenilOlaya y Cayetano son amigos desde siempre, y desde siempre Cayetano ha estado enamorado de Sara sin abrir la boca. Es el verano del 2017 y Olaya decide que ya es hora de que su amigo se declare, pero no todo saldrá como esperan.