Diecinueve

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                       Hyorin⛸

Miro mi mano junta con la de él y la forma en que me sujeta. Subimos las escaleras y nos detenemos en una puerta que llevaba a la azotea del edificio. Él abre la puerta como si nada y tira suavemente de mí haciéndome seguirlo. Y el aire que me rodea en ese momento suele ser bastante reconfortante y agradable.

—¿Podemos estar aquí? —lo miro en seguida.

—Mhm.

Miro a mi alrededo sorprendida y se veían los demás edificios de la universidad y más lugares de la ciudad. Era realmente una vista increíble.

—¿Te gusta?

—Mucho —confieso—. ¿Sueles venir con frecuencia?

—Solo a veces. Aunque más en las noches.

Asiento despacio mientras continúo mirando a mi alrededor con interés.

—Ven —él sigue sin soltar mi mano y siendo sincera no me incomoda en lo absoluto. Me lleva acercándonos hacia las barandas que rodeaban el lugar—. Ah, lo siento. –Suelta mi mano cuando se da cuenta y no digo nada, solo lo observo por unos segundos y vuelvo a mirar a mi alrededor apoyando mis brazos en las barandas.

—¿Cómo es que nunca subí aquí arriba? Me crea mucha paz. Se ve casi todo desde aquí. —Miro detenidamente—. ¿Es tu lugar secreto u algo así? –pregunto de momento y lo miro, encontrandolo mirándome.

Se queda como sorprendido y desvía la mirada en seguida. Noto sus orejas ponerse rojas y raspa la garganta asintiendo varias veces mientras evita a toda costa mi mirada.

—S-sí. Podemos considerarlo así —habla en voz baja.

Sonrío un poco mientras lo miro.

—¿Por qué me lo enseñaste? Debías haberlo conservado para ti.

Él vuelve a mirarme durante unos segundos en silencio y mira nuevamente hacia el frente. Yo continúo mirándolo esperando su respuesta.

—Suelo venir cuando necesito estar solo y me siento muy ahogado en otros lugares. Simplemente creí que lo necesitarías —responde.

Lo observo y sonrío agradecida sin dejarlo de mirar.

—Gracias. Otra vez.

Él me mira y nos miramos durante unos segundos que parecen minutos hasta que el corta ese contacto visual.

—Ay otra cosa.

Dice yéndose y lo miro en silencio. De atrás de una pared que hay, arrastra un saco de boxeo en color negro. Lo apoya allí manteniéndolo vertical y me acerco.

—Suelo usarlo cuando estoy frustrado, estresado... —lo sigo viendo en silencio—. ¿Quieres intentarlo?

—No sé boxear —sonrío apenada.

—No tienes porque saber —el toma el saco que no era tan grande, más bien de un tamaño mediano y lo sujeta manteniéndolo sobre el piso frente a mi. Lo señala en un gesto moviendo su cabeza—. Solo golpéalo.

Lo pienso durante unos cortos minutos y me acerco más. Golpeo este, pero me da miedo porque sé que esos sacos son realmente duros y tampoco quería lastimarlo a él que era quién lo sujetaba.

—Hazlo con fuerza.

—¿Y si te lastimo a ti?

—No lo harás. Hazlo con los puños en un lugar específico.

Lo pienso durante unos segundos y vuelvo a golpear. Lo miro a él y hace un asentimiento indicando que estaba bien y que volviese a repetirlo así que lo hago utilizando ambas manos envueltas en un puño. Y a medida que voy golpeando el saco de boxeo, mis golpes se vuelven más seguidos y al hacerlo, todo aquello que me molesta se convierte en ese saco que voy golpeando. Aunque intento retenerlo y guardarlo para mí no puedo, por lo que mientras sigo golpeando aquel saco mis brazos se van cansando, mis nudillos comienzan a doler y mis ojos se llenan de lágrimas deslizándose por mis mejillas.

Burning Ice |𝐉𝐮𝐧𝐠𝐤𝐨𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora