Cɑpítulo veinte: Drɑmɑ con pɑtɑs.

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—... ¿Y qué más? —YangYang se cruzó de brazos observando a su hijo más dramático.

—Entonces ese tal Wang lo invitó a salir descaradamente frente a su marido, o sea yo, ¡y el gatito de mierda aceptó! —relató YajaTzael (el hijo dramático), alterado—. ¡Aceptó y me mandó al demonio! ¡Y yo que le he dado mis mejores años! ¡Yo que le he dado mi mejor versión! ¡¿Y todo para qué?! ¡¿Para que se vaya con ese viejo?!

Como el drama con patas que ha sido desde tiempo inmemorables, se echó a llorar a moco tendido escondiendo la cara entre sus manos.

YangYang, por su parte, se puso a negar retorciendo los ojos, totalmente decepcionado de que sus gemelos nada más no hayan aprendido a ser todo un conquistador sin remedio.

Deberían aprender a él y a JimDae, que no le tienen miedo al éxito porque saben que ningún mortal podría rechazar sus esculturales seres.

¡En fin!, en silencio cogió el pañuelo de bolsillo que había en su saco y de este modo se lo tendió a su hijo segundo, para que se limpiara esos jodidos mocos.

—Si no te pones las pilas, te lo van a quitar. No seas pendejo —habló al rato, cruzándose de brazos nuevamente—. Dile directamente que quieres hacerlo papá..., aunque los dos sean hombres.

—No es tan fácil, ¿bien? Ese gatito me da la mirada de las mil maullidas y me pone bien nervioso —YajaTzael dijo sorbiéndose la nariz—. Además, ahora ya ni me habla ni nada. Ya no me sonríe ni me mira. ¡Soy un cero a la izquierda para él!

—¿Y qué esperaba el señor? Mr. Demonio, literalmente, aplastaste frente a él las flores con las que pretendía cortejarte —alegó tamboreando la mesa de hierro—. Dime qué quieres. ¿Es que tu forma de ligar consiste en no hacer nada y esperar a que él llegue y haga todo?

—¡Exactamente! ¡Por fin alguien lo entiende! —exclamó YajaTzael asintiendo sonriente, mostrando sus muelas de vampiro—. Es exactamente lo que he estado haciendo todo este tiempo.

—Déjame darte un premio... ¡por la teoría más estúpida que se te ha ocurrido! —él gruñó antes de zamparle un puño en la cabeza—. ¡¿A caso no sabes que los hombres gays son más complicados que las mujeres?!

—¿Sí?

—¡Por supuesto! Él de seguro está esperando la señal —explicó—. YajaTzael, avívate o te avivo a punta de vergazos.

Jaeh, de súbito, hizo acto de presencia en ese jardín y en esa mesa. Se puso frente a él con una bandeja en las manos que contenía sus pastillas y un vaso con agua.

YajaTzael miró mal a Jaeh. Jaeh miró mal a YajaTzael. Uno gruñó primero y el otro gruñó después. Los dos ahora actuaban como perros mientras que YangYang se toma las pastillas.

Es que se odian desde que se conocieron. Los dos pensaban que el otro tenía cara para ser utilizada como saco de boxeo o para practicar karate.

—Así que sigues aquí —YajaTzael espetó—. Qué huevos.

—Huevos los que tu papá me chupa.

Él volteó a ver inmediatamente a su papá luego de que ese enfermero altanero le haya sacado el dedo de en medio y haya pasado a retirarse como si fuera el rey de esa mansión.

Su papá se encogió de hombros sin negar absolutamente nada, ya que era la verdad. Así que ahora podía decir que su culo actual era ese caliente enfermero al que le estaba viendo, precisamente, el culo.

YajaTzael entonces cogió una de las manzanas que se mantenían en el canasto en el centro de la mesa. Molesto se la estampó a su papá en toda la carota para que dejara de babearse.

—Ese tipo no me da buena espina y tú te lo has estado cogiendo —refunfuñó.

—Pues ni que fuera nopal el otro —le dijo su papá despreocupado en su totalidad.

—Eres un degenerado —volvió a refunfuñar—. Debí meterte a un asilo cuando tuve la oportunidad.

—¿Ah, sí? Pues al menos este degenerado sí tiene el culo que quiere, no como el pendejo que tengo en frente que, por andar de paniqueado, se va a quedar solterón —su papá lo atacó—. Y como gatito sin correa es de quien lo vea, luego no chilles cuando uno más vivo que tú te lo quite.

—¡Cállate, cállate! Eso no va a pasar porque yo ya tengo un plan —aseguró afirmando con la cabeza—. Ese gatito será mío y entonces le podré hacer gatitos bonitos bajo la luz de la luna.

—¿Y cuál se supone que es tu plan, eh? —YangYang anarcó una ceja, viéndolo burlón.

—Fácil. Voy a secuestrarlo, voy a casarnos y tendremos nuestra luna de miel en una cabaña —respondió enumerando con los dedos—. Le voy a dar tan duro que tendrá leche hasta para llevar.

—Pues espero que así sea, ¿bien? Porque así como yo te di la vida, yo te la puesto quitar.

Él hizo un chasquido con su lengua. Se cruzó de brazos con una mala cara, cuando de pronto el anciano de su papá sacó de debajo de la mesa un palo de golf.

Fue amenazado con este objeto, incluso llegó a recibir una probadita con el golpe que recibió en la cabeza.

Pegó un chillido antes de encorvarse en su silla y ponerse a acariciar su cabecita con afán, soltando incontables ayes de dolor.

—Pídele consejos de seducción a Jim —le recomendó YangYang—. Ese tipo se puede ligar a alguien en menos de cinco minutos.

—Lo sé. El cabrón se fue a coger al secretario insoportable e irritable de mi gatito —comentó recuperando la postura—. Y se supone que él es el más blandito de los tres. ¿Qué castigo estaré pagando?

—Ser tan estúpido. ¿Te cabe duda?

Él le gruñó a su anciano padre..., aunque luego se echó a llorar por segunda vez, disolviéndose en la mesa como líquido.

Su papá volvió a retorcer los ojos y se dispuso a ignorarlo al detectar cerca a Jaeh, a quien le mandó un beso sólo por joderlo.

—Voy a suicidarme, después de todo, vivir está sobrevalorado.

—Eso lo veo dudable.

—Voy a lanzarme de un edificio de cincuenta pisos.

—Ya lo intentaste y sobreviviste.

Puta madre.





























❝Don celos se enɑmoró del señor coqueto❞ (ʏᴏᴏɴᴍɪɴ/ʏᴀᴢᴀᴇʟ).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora