Capítulo veintisiete: Pánico gay controlado.

906 168 229
                                    

YajaTzael apretó los ojos cuando fue despertando gracias a unos pitidos en los oídos.

Suspiró relajando los ojos mientras atrae muchísimo al cuerpo blandito que tenía abrazado contra su pecho sin querer soltarlo.

Incluso, aunque estaba dormido, inconscientemente hundió la nariz entre un cuello suavecito que mucho olía a vainilla.

❛Qué raro. El único que huele a tanta vainilla es el gatito rompecorazones todos míos que me abandonó por un anciano❜, pensó en lo más profundo de su mente, con el ceño levemente fruncido, pero aun apretando contra él aquel cuerpo.

Hasta que cayó en la cuenta de la realidad de las cosas y recordó que él no duerme con una persona, sino con muchos perros.

Entrando en pánico fue abriendo poquito a poquito sus virginales ojos y todo para acabar encontrando el rostro serenito del gatito rompecorazones que se atrevió a ponerle los cuernos.

¡¿Qué putas?!

—¡Aaaaaaah! —gritó, por primera vez en su vida, de una forma para nada masculina mientras cae de la cama directo al piso.

—¡¿YajaTzaelly?! —Zael exclamó preocupado, asomándose a la orilla de la cama para verificar que estuviese bien luego de tan repentino y ensordecedor grito.

—¡¿Qué haces en mi casa, estúpido gatito de mierda?! —reclamó luego de jalar las sábanas para cubrir su escultural cuerpo.

—En realidad tú estás en mi casa, YajaTzaelly —corrigió Zael con un sonrojo mañanero, antes de desaparecer de su vista y reaparecer a los segundos con un gato blanco extremadamente peludo y malhumorado—. Mira, él es el señor bigotes.

YajaTzael mantuvo una expresión de rotundo terror en sus facciones, incluso estuvo así hasta cuando Zael le entregó al gato blanco de cara larga que le terminó metiendo tremendo resguñazo en la cara para luego huir de ahí.

—¡Señor bigotes, es usted un malo! —regañó Zael en voz alta—. YajaTzaelly, ¿estás bien?

—No —susurró aparentemente perturbado, tratando de cubrirse con las sábanas pese a que tenía su ropa puesta—. Soy asmático.

—¿Eres asmático? —Zael se preocupó.

—No..., pero poco me falta.

Escuchó a Zael soltar la risita más bella que sus oídos tuvieron el honor de presenciar.

Y él sólo seguía jodidamente confundido sobre cómo es que llegó hasta la casa de Zael y terminaron durmiendo juntos.

Al menos tenía la certeza de que no habían cogido, porque las sábanas no tenían ningún olor extraño. Y no lo decía porque no quisiera cogerse duro a ese gatito bonito, sino porque habría sido triste y decepcionante no recordar nada para esas horas.

—YajaTzaelly.

Dio un gran brinco desde el piso cuando la voz de Zael se escuchó muy cerca, porque resulta que se estaba acercando a él y también resulta que parece dormir en ropa interior, porque le dio la mejor vista de todas.

Zael se puso frente a él y después se sentó doblando las piernas, no sin antes presumirle todos aquellos atributos que tanto ha querido comerse.

Qué tetotas. Qué culote. Qué piernotas. Qué problema iba a tener si no dejaba de maquinar cosas a esas horas de la mañana cuando siempre amanece con una erección, lo cual es normal en muchos hombres.

—¿Te acuerdas de todo lo que sucedió ayer en la noche? —Zael le preguntó tímido.

—Sí..., ya me estoy acordando —murmuró relajando sus facciones—. También golpeé a Wang, ¿verdad?

—Bueno, en tu defensa, YajaTzaelly bonito —dijo Zael mientras toma sus manos con una sonrisa apenada—, él te golpeó primero y después tus hermanos casi lo matan.

—Ay, resultó ser el escándalo de la semana.

Suspirando cansado se encorvó ocultando la cara entre las manos, sintiendo casi de inmediato una caricias en su espalda desnuda.

—Te traje aquí porque no quisiste soltarme y te pusiste de necio —Zael rió—. Pero no hicimos nada. No te preocupes por eso.

—Más bien me preocupo porque no hicimos nada —confesó sacando la cara de su escondite y alborotándose el cabello como bien eran su maña—. Yo sí estaba dispuesto a cumplir lo de la nota, ¿sabes?

—¿Sí...?

Zael puso aquellos ojos de gatito sobre él y él caso se derrite porque es que le daban ganas de comérselo a besos por ser tan adorable.

Pero sabía que había muchas cosas de las que debían de hablar y si él quería que Zael le diera una oportunidad de arreglar lo que jodió, primero debía de pensar con la cabeza de arriba y después con la de abajo.

Le tomó las manos para que los dos se levantaran del piso, lo invitó a sentarse en la cama, a su lado.

—Supongo que ahora que estamos aquí, es momento de aclarar ciertas cosas —comenzó a hablar—... Nunca me ha gustado un hombre, hasta que te conocí y me hiciste dudar de mi sexualidad.

Zael rió como el bonito que era y en silencio le plantó un dulce beso en la mejilla, que hizo que él se pusiera rojo y nervioso.

—Y entonces... e-entonces yo, ya sabes... Tú empezaste... Bueno, empezamos.... En realidad yo no sabía cómo... Es que tú tampoco ayudabas —balbuceó torpemente—... Y no sabía qué hacer... Pero tú también, pero yo, pero... ¿Entiendes?

—Sí, YajaTzaelly —asintió Zael, porque aunque él había dicho puras incoherencias, Zael logró entenderle.

—Lo cierto es que... lo siento, por haberte herido con mi actuar —suspiró sin poder mostrar la cara—. No te odio, nunca te odié, sólo me ponías nervioso... me sigues poniendo nervioso.

Bien, entró en pánico. Lloriqueando se dejó caer de espaldas a la cama, cogió una almohada y se la puso en la cara, para morderla y así callar los gritos que de él querían salir.

Es que no podía ser juzgado. Estaba en la casa del amor de su vida y le había hablado sin caer en la locura y le explicó lo que siente. Básicamente se confesó y entonces ahora no puede creer que lo haya logrado siendo que muchas veces le costó hasta abrir la boca.

Y luego estaba ese gatito bonito con esos ojos bonitos viéndolo siempre tan comprensivo sin importar lo mucho que él lo lastimó.

Pero Zael no lo hacía adrede, después de todo, él también tenía una estampida de emociones. ¿Y cómo no tenerlas si YajaTzael la noche anterior le confesó todo lo que sentía por él, hasta la cantidad de hijos que quería hacerle aunque los dos sean hombres?

Zael simplemente volvió a creer en el amor y ahora más que nunca estaría dispuesto a luchar por tener a ese hombre llorón y guapo que tiene un gemelo igual de llorón y guapo.

—YajaTzaelly..., ¿tienes hambre?

El mayor sollozó luego de quitarse la almohada de la cara. Le puso encima aquellos ojos rojos que anteriormente habían derrochado lágrimas de conmoción.

—Sí —asintió—. ¿Vas a cocinarme, gatito bonito?

—No. Te lo preguntaba para que tú cocinaras.

—Ah.

—Es que yo no sé cocinar, YajaTzaelly.

Está bien. Él está más que dispuesto a prepararle un banquete a ese gatito con complejo de barril sin fondo con tal de tenerlo feliz.

—¿Y quieres también leche para tomar?

—Ay, sí.

—Yo tengo. ¿Te gusta tibia?

—Ay, no, me gusta fría.

YajaTzael resopló. Ese gatito no entendió su sutil y discreto método de apareamiento.















❝Don celos se enɑmoró del señor coqueto❞ (ʏᴏᴏɴᴍɪɴ/ʏᴀᴢᴀᴇʟ).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora