Capítulo veintitrés: El repartidor, el señor coqueto y don celos.

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(Notita: Vuelvo a subir el capítulo porque, por alguna extraña razón, se había recortado casi la mitad. Así que aquí está el capítulo completo).





—¿Por qué te veo fuera de la habitación, niño?

—Porque aquí están tooodas mis tareas hechas, anciano.

JiMin puso sobre la mesa ratonera su tableta encendida, para que el señor que estaba desparramado en el sofá viendo un partido de baloncesto mientras acaricia a su perrohíjo, la revisara.

Hasta dónde tenía que llegar, ¿cierto?

Había sido castigado por ese señor (que ya no sabe si es su novio o su papá) sólo porque aún no supera que él fue reprobado en una materia.

Así que el anciano lo encerró en la habitación que comparten y le dio la orden de que no iba a salir de ahí hasta que terminara todas las jodidas tareas.

Le llevó toda la puta tarde hacerlas. Ya había anochecido y todo.

—No entiendo nada de lo que estudias, pero supongo que está bien —le dijo YoonGi después de revisar todo lo que había hecho en la tableta—. Ahora siéntate y espera conmigo la pizza.

Él rodó sus ojos de palometa, cruzado de brazos tomó asiento al lado de ese anciano, pero a una buena distancia para demostrar su disgusto.

Sin embargo, ese anciano de muy buen ver lo atrajo de la nuca hasta que los dos quedaron bien juntitos. Esto lo emocionó, porque el mayor no es de cercanía ni mucho contacto.

Significa que está de buen humor.

Él sonrió en grande y pasando el disgusto a segundo plano, enrolló sus piernas gordas alrededor de YoonGi mientras le envuelve los hombros.

De este modo, comenzó a ponerle besito tras besito en el cachete, a enredar los dedos entre esa hebras de forma juguetona y a hacerle mimos en el estómago. Todo en tanto YoonGi está ido en la pantalla.

—¿Quieres ser mi testigo para el juicio, anciano bonito? —murmuró con los labios pegados a la mejilla del mayor—. Tengo que ganarle a mi papi. Tengo que quedarme con Luci.

—No te lo tomes a mal, pero sí, ese lobo no es una mascota. ¿Comprendes? —el mayor le dijo sin prestarle mucha atención—. El día en que te muerda una nalga por andar de inventor, me avisas.

—¡Tsk! ¡¿Por qué nunca puedes apoyarme en nada?! —cuestionó de ceño fruncido, molesto—. No me importa si es un lobo, lo amo así como tú amas a Holly.

—Niño, ven acá.

—Vete a la mierda, YoonGi.

—¡JiMin!

Volvió a chasquear la lengua. Sin ganas de tener una discusión se alejó rotundamente de YoonGi, se levantó del sofá y entonces se fue hacia la puerta.

El timbre comenzó a sonar y de seguro debía ser la pizza que ese insensible y antipático anciano había pedido para cenar.

Y a él ni siquiera le molestó recordar que andaba puesta sólo una camisa de su papá encima del bóxer, ya estaba abriendo la puerta.

—Hola.

—Hola... Oh, JiMin. Hola.

Vaya. Resulta que el repartidor era nada más y nada menos que uno de los amigos con derechos que tuvo antes de conocer a YoonGi.

SangYeon estudiaba ingeniería y al parecer trabaja también.

Él le sonrió amablemente, aceptando las dos cajas de pizza mientras SangYeon se le queda viendo todo embobado (normal).

❝Don celos se enɑmoró del señor coqueto❞ (ʏᴏᴏɴᴍɪɴ/ʏᴀᴢᴀᴇʟ).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora