Cɑpítulo veintiuno: Un intento de robo.

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—Holaaaaa —JiMin habló bajito y suavecito asomando la cabeza por la puerta—. ¿Hay alguien aquí con vida?

Al parecer no. ¡Já!, gravísimo error por parte de su papi; de dejar la casa sola sabiendo que él busca cualquier oportunidad para llevarse al lobo del noreste consigo.

Abrió la puerta lo suficiente para poder entrar a la casa. Se fue guardando las llaves mientras camina hacia el salón casi a oscuras, pues no había nadie quien encendiera las luces del lugar.

Allá, en el gigantesco jardín que la casa de su papi poseía, alcanzaba a escuchar un sinfín de ruido hechos por los cientos de perros que su papá ha rescatado durante años.

Y si estaban tan alborotados, sólo podía significar una cosa: el veterinario y el encargado de los perros, no estaba.

—¡Luci bebé, ven con papi! —Ahora que había confirmado estar solo, no le tuvo miedo a gritar.

Se acercó a uno de los ventanales que daban vista al jardín, para observar a la cantidad de canes que corrían de aquí y allá o a otros solamente entretenidos con sus juguetes.

Logró divisar al lobo del noreste echado en una pequeña tarima hecha con inmensas rocas cubiertas de plantas, lo que significa que estaba cuidando y protegiendo a los perros.

El lobo tenía una expresión aburrida en la cara, como siempre. No hacía nada en contra de los perritos más pequeños que jugaban con él, jalándole las orejas o intentando morder su cola.

De hecho, el lobo la levantaba y la meneaba de un lado al otro para entretenerlos, pues eran cachorros llenos de energía.

—¡Así te quería agarrar, enano ladrón!

—¡Ay! ¡Papi!

YajaTzael le apareció por atrás sigilosamente. El condenado hombre temperamental le gritó directo al oído, jodiendo su pobre y sensible tímpano.

Quejándose giró sobre sus talones para reclamar por el reciente brinco que pegó a causa del susto. Pero su papá ya lo estaba jalando hacia ese par de grandes pectorales para darle un abrazo bonito.

Él terminó con la cara enterrada entre esas tetas (qué bendición) mientras oye unas fuertes pisadas provenientes de Lucifer, que por fin había conseguido percibir el olor de ambos desde afuera.

—¿Qué haces aquí? Visita no es, ¿eh? —YajaTzael lo acusó con el dedo índice—. Vienes a robar a mi bebé grandote, ¿verdad?

—Ay, claro que no, papi —negó riendo inocentón—. Yo venía a... Oh, ¿un nuevo rescatado?

Terminó distrayéndose y abandonando el tema al notar a un perro salchicha de color café entre los brazos de su papá.

Se le veía a sustado y temblorín, clavando sus garritas en el hombro de su papá. Tenía el pelaje algo sucio y un ojito le lloraba bastante.

Al parecer el pobrecito estaba lastimado.

—Sí. Venía de camino acá cuando el auto adelante mío lo lanzó por la ventana como si fuera basura —relató YajaTzael con el ceño fruncido, pero acariciando con amor la orejita del perrito—. Así que lo rescaté y apunté las placas del carro. Voy a vengar a este bebé. Es mi hijo número cincuenta y dos.

—Aww, está asustadito —él murmuró conmocionado—. Pobrecito.

—Y ya le encontré un nombre. De ahora en adelante se llamará señor salchicha —YajaTzael sonrió antes de ponerse a cantar—. Perro salchicha, gordo bachicha, toma solsito a la orilla del mar. Tiene sombrero de marinero y en...

—Papi, papi, no cantes —pidió con una muequita—. Lo haces feo.

—Y a mí qué me importa. Déjame ser feliz.

—Pero...

—Y ya, mejor dime qué haces aquí y con qué huevos pretendes llevarte a mi campeón.

JiMin peló sus dientecitos fingiendo inocencia con el mancito Luci olisqueando al salchicha nuevo que estaba en casa.

—Lo cierto es que... ¡tienes que compartir a Luci conmigo, ¿bien?! ¡Él también es mío! —decretó justo antes de abrazar al lobo e intentar cargarlo.

Esto último resultó fallido, pues él era muy pequeño y escuálido para poder cargar con éxito a un animalón que en dos patas es más grande que él.

Además, el mancito de Luci no pesa una pluma precisamente. Era bastante pesado, por lo que él terminó cayendo de espaldas al piso con Luci encima suyo.

—Eso debiste pensarlo antes de abandonar esta casa e irte con el zarrapastroso hijo de la setenta mil millones de puta que se llama YoonGi —su papá le dijo—. Así que ahora sufre en silencio, pon tu culito gordito fuera de esta casa y regresa sólo cuando hayas abierto los ojos para notar la increíble fealdad que se gasta ese cloro vencido.

—¡Pero, papi, yo he cuidado también a Luci desde que lo trajiste a casa! —se quejó desde el piso—. ¡No puedes ser tan cruel! ¿Que no era yo tu chaparrito bonito cosito precioso, eh?

—Y lo sigues siendo, enano, pero no me culpes a mí por tener cáncer en el gusto y poner tus ojitos de palometa sobre ese pedazo de coágulo de leche —se defendió su papá despreocupadamente—. Entonces, por favor, no obligues al inocente Lucifer a que conviva con ese animal de calle que le da un ataque de histeria cada que lo ve... Ouh... Ouuuuuh.

Qué buena idea se le acaba de ocurrir. ¡Claro! ¿Cómo es que no se le ocurrió antes?

Al cloro vencido aquel que JiMin le puso como yerno le da una ataque de pánico cada vez que su bonito y tímido Lucifer está cerca. O sea que entre más cerca esté Lucifer, más nervioso se va a poner YoonGi y más cerca estará de la muerte.

Y si se muere, su chaparrito bonito cosito precioso quedará soltero, volverá a casa y todo regresará a la normalidad. Así como fue antes de que ese animal llegara a la vida de su enano.

Qué brillante. Qué guapo. Qué perfecto.

—Bueno, yo creo que no sería tan mala idea que tú te lleves a Lu...

—¿Sabes qué, señor se hace sólo lo que yo digo? Voy a denunciarte. Sí. Voy a llevarte a juicio canino por la custodia de Luci —JiMin lo amenazó dando saltitos para hablarle directamente en la cara—. Y cuando yo haya ganado su custodia, te veré rogando por que te lo preste. Esto te va a pesar, Park YajaTzael.

—¿Estás amenazándome? ¿Tú estás amenazándome a mí? —cuestionó de ceja alzada—. ¿Con qué huevos, bombero de estufa?

—Con los míos y con los de Lucifer —asintió JiMin mostrando seguridad—. Duerme con un ojo abierto, porque en cualquier momento te llegará una cita del juez.

—¿Ah, sí? ¿Y el rascusuelo con patas tendrá para pagar un abogado de casualidad? —inquirió en todo burlón—. Porque apenas ayer me dijiste que el animal aquel te castigó congelando tus tarjetitas.

¡Carajo! Ese señor tenía razón. YoonGi le había congelado las tarjetas como castigo por reprobar una materia.

JiMin maldijo entredientes, estrellando el pie contra el piso mientras su papá se le ríe en la cara como el maldito que era.

—Por lo visto sólo tengo una opción, señor —comentó con una mala cara.

—¿Y cuál es, niñito? —Su papá quiso saber viéndolo burlesco.

—La siguiente..., ¿me prestas una tarjeta, papi?

—Ay, claro que sí, chaparrito.

—Aww, te amo.

—Yo también te amo, bebé.

—...Pero voy a hacerte trizas en el tribunal.

—No si yo te siembro primero, semilla con patas.





























❝Don celos se enɑmoró del señor coqueto❞ (ʏᴏᴏɴᴍɪɴ/ʏᴀᴢᴀᴇʟ).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora