Capítulo cuarenta y cinco: La boda. Parte uno.

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—Aquí, aquí.

—¿Qué era eso que tanto me querías mostrar, gatito? —cuestionó YajaTzael de brazos cruzados, luego de ser llevado, por el gatito glotón que tiene como novio, detrás de uno de los grandes ciprés que hay en la casa de Jorge.

—Bueno, yo...

—Y habla rápido, porque estoy buscando el momento perfecto para raptar a aquel enano de desconsiderado corazón —le exigió a Zael mientras observa, por medio de unos binoculares, el jardín en donde se llevaría a cabo la boda.

—Precisamente porque tienes planes de raptar a tu hijo es por lo que pensé en una forma de ponerte quieto, sí —explicó el lindote de Zael mientras parece buscar algo dentro del bolsillo de su traje rojo sangre—. Mira, mira. ¿Ves?

YajaTzaelly se rascó la cabeza como si tuviera piojos, cuando ese gatito travieso y glotón le enseñó unas esposas con la sonrisa más adorable de todas.

Lucifer, ¿cómo era posible ese suceso? ¿A caso ese gatito de culo gordo y ojos coquetos se le estaba insinuando a plena luz del día?

Qué atrevido.

—¿Quieres esposarme o quieres que yo te espose, gatito travieso? —sonrió pícaro en lo que atrae al menor por la cintura y le da una pegadota de las buenas —. Haberlo dicho antes. Necesito desestresarme hundiéndome en tu gordo culo. Vamos a...

—Noooo, YajaTzaelly, estás equivocado —el menor se echó la carcajada mientras se remueve ante las cosquillas que él le hacía en el cuello, con la nariz—. No me refiero a que quiero esposarte o que me esposes... otra vez.

—¿No? —inquirió sintiéndose poco a poco confundido, alejándose del menor sin llegar a soltarlo de la cintura—. ¿Y entonces, gatito estúpido?

El pancito dulce de Zael no le respondió con palabras, solamente con acciones.

Agarró la muñeca de YajaTzael para esposarla y después lo hizo con su propia muñeca. Ahora los dos estaban unidos y esposados, lo que quería decir que no iban a separarse.

—Tengo que asegurarme de que no hagas uno de tus acostumbrados desastres, YajaTzaelly bonito —murmuró cuando tomó las manos del mayor y las meció, sonriente—. Así que pensé en esposarte a mí para mantenerte a mi lado así sea a la fuerza... Oh, debí de hacer esto desde un principio, ¿verdad?

—A ver, ¡a ver!, ¿de qué me estás hablando, gatito estúpido y traidor? ¿Te revelas? ¡¿Te revelas?! —el mayor lo interrogó entrando en la histeria, como siempre—. ¿Cómo así que quieres arruinar mis planes? ¿Quieres que te golpee esa bonita y besable carita, eh? Porque puedo hacerlo. Voy a hacerlo.

Zael retorció sus bonitos ojitos de gatito hambriento. Esto último porque lleva una hora sin probar bocado, ¡una hora!

Negó mientras sostiene, a punta de reflejos, el gran puño que YajaTzael estuvo a punto de enterrarle en el brazo como sus acostumbrados jueguitos pesados, los cuales después no aguanta.

O sea, su YajaTzaelly empieza con esos juegos brutos, pero luego termina chillando cuando pierde.

—¿Te acuerdas cuando me diste un mal golpe y terminaste estrellado contra una pared, YajaTzaelly bonito? —murmuró antes de ponerle un beso a su amorcito en el mentón, tras usar las puntillas.

—Sí... No creí que tuvieras tanta fuerza, al menos no más que yo —YajaTzael asintió pensativo—. Bueno, ¿y eso qué o qué? ¿A qué viene?

—A que tengo la suficiente fuerza como para arrastrarte de nuevo a tu asiento si es que decides oponerte a la boda, loquito —explicó, pero riendo bajito y divino.

—¿Este gatito con complejo de ser el amor de mi vida me está amenazando sólo porque toda la comida que se traga va a terminar a esos brazotes blancotes y mordisqueables? —cuestionó YajaTzael de ceja alzada, indignado.

—Síííííí —él sonrió en grande, hasta mostrar su pequeña dentadura tan blanca como todo él—. Si tú te portas bien, yo me portaré bien. ¿Comprendes, mi terroncito de azúcar morena?

—¿Y ese racismo?

Él se echó una nueva carcajada ante el comentario de YajaTzael. Tan divertido se le abalanzó encima colgándose de los hombros fuertes de YajaTzael, porque había una clara diferencia de altura entre los dos.

No le importó quedar así de puntitas y puntitas, se sintió feliz de alcanzar esos atractivos labios de YajaTzael y poder ponerle beso tras beso. Hasta que YajaTzael finalmente se apiadó de él.

Lo cargó afirmando un agarre en su cintura, así no se iba a lastimar permaneciendo de puntillas. De este modo, hicieron de los piquitos un beso amoroso y suave, demostrando con ello lo mucho que se amaban.

—Por alguna extraña razón ese apodo me generó un feo escalofrío —comentó YajaTzael con la nariz enterrada entre su oloroso y blanquito cuello—. Qué manipulador resultaste, gatito malvado. Grrr.

Zael soltó una risita mientras sostiene el firme agarre en sus hombros. Él lo sujetó mejor enrollándole el brazo en la cintura y entonces los dos se abrazaron bien bonito.

Él se dispuso a ponerle unas suavecitas palmaditas en la espalda y Zael apoyó la mejilla en uno de sus hombros, suspirando con esos bellos ojos cerrados.

Y mientras se mantenían en esa posición reconfortante para una relación que apenas está empezando, él alcanzó a ver desde ahí a su anciano padre llegando de la mano con el cazafortuna de Joo Jaeh.

Gruñó. Ese maldito infeliz sólo quiere dejar seco al estúpido de su papá y ese pendejo ni cuenta se daba.

—Acaba de llegar el hombre que me engendró junto a un parásito de ojos locos —le dijo al menor luego de plantarle un besote en el cuello con amor—. ¿Sabes lo que eso significa, gatito bonito?

—¡Poe supuesto! —exclamó el menor en tanto rompe con todo abrazo y se pone nuevamente frente a él con una sonrisa encantadora—. Hay que ir a probar los bocadillos de las otras mesas.

—¿Qué...? No, gatito —negó—. Debemos de ir a presentarte con ese anciano.

—Aaaaah —el menor rió bajito captando todo—. Quieres presentarme a mi suegro.

—Sí —asintió—. Así que...

—¿Y puede ser después de que hayamos ido a las mesas con bocadillos? —quiso saber pelando los dientes—. Es que esperar me da hambre, YajaTzaelly.

—Tú sólo respiras y ya te da hambre —refunfuñó, aun así, dejándose arrastrar por el menor—. Eres un barril sin fondo.

—Pero trátame bonito, ¿sí?

Mamadas, puras mamadas.

YajaTzael renegó y todo, pero ahí estaba ahora; sosteniendo una bandeja de cristal para que el insaciable y glotón de su novio pueda poner todo aquello que le parece delicioso.

O sea todo lo que hay en la bendita mesa, porque todo es comida y la comida hace que Zael esté feliz.

—Gatito, ¿por qué no mejor te llevas la mesa? Ya de plano.

—¡¿Ah?! ¿Se puede?

Ay, no puede ser con ese gatito tan tragón.

YajaTzael debió de imaginar que era glotón desde el momento en que engulló su verga de una sola, la primera vez.
























❝Don celos se enɑmoró del señor coqueto❞ (ʏᴏᴏɴᴍɪɴ/ʏᴀᴢᴀᴇʟ).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora