Capítulo veintiséis: La fiesta de los golden retriever.

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Entonces nos vemos mañana, amor. Buenas noches.

Espera, quiero decirte algo —YoonGi comunicó antes de suspirar pesado—; estoy cansado, jefe.

—Lo sé, mi amor, yo también. Buenas noches.

YoonGi estrelló la cabeza contra las puertas del ascensor. Cerró los ojos y volvió a suspirar esperando con ansias el momento de llegar a casa y dejarse caer a la cama para dormir durante dos días seguidos.

Y estaba tan decidido a cumplir su palabra y dormir como bebé que, incluso, le dio permiso a JiMin que se fuera de parranda sin hacer tareas. Todo con tal de no tenerlo en casa y que lo esté jodiendo.

Aunque ha de admitir que le sorprendió la facilidad con la que JiMin aceptó. Hasta se le hizo extraño que no se haya puesto de preguntón, como siempre.

—Hogar, dulce hogar.

¡En fin!, finalmente había llegado a casa y su cuerpo lo sabía. Las puertas del elevador se abrieron y él salió arrastrando los pies, más dormido que despierto.

Hasta que... ¿eso era música? ¿Ese maldito sonido ensordecedor con palabras no idénticadas era música? ¡¿En su casa?!

Abrió los ojos de golpe y lo primero que vio fue el apocalipsis mismo.

Había luces de colores en el techo, había música a un volumen abrumador, todos los cojines de los sofás y sillones estaban regados por el piso.

Y lo más irritante que llevó a YoonGi querer cometer un asesinato: tres putos mocosos de mierda roba oxígeno estaban saltando sobre sus muebles como si éstos fuesen trampolines. Mientras ríen a carcajadas y gritan como los anormales que eran.

Parecían hienas los desgraciados.

—¡Park JiMiiiiiiiiiiiiiin! —gritó a todo pulmón, tan fuerte que hasta la música se detuvo (en realidad se detuvo porque él desconectó el equipo de sonido).

La aparente guerra de almohadas cesó junto al inaguantable ruido de las carcajadas. Entre medio de un sepulcral silencio ese trío de niñatos culos cagados volteó a ver a su dirección.

Él comenzó a jadear y gruñir como perro con rabia. Dejó caer su puto portafolios al piso y se quedó ahí, planeando la forma de matar a esos tres de distintas formas y sin que sea señalado como el principal sospechoso.

—¡Anciano bonito! —JiMin exclamó inocentón, tendiendo los brazos con una grandísima sonrisa.

Él se puso a gruñir todavía más fuerte, observando furioso cómo ese mocoso del infierno bajaba del sofá para correr hacia él como si no estuviera en medio de una fiesta que hizo sin su permiso.

Y cuando JiMin se impulsó para abalanzarse sobre él, él dio dos pasos a un lado para que ese niño sarnoso cayera directo al piso y de jeta todavía.

En cuanto a él, echando humo por las orejas se encaminó hacia en donde aquellos dos estaban aún de pie sobre unos caros sillones de piel.

—¡Bájate! ¡Bájateeee o te bajo! —amenazó a TaeHyung, el primo fresón del otro fresón.

—¡Ayyyy! —TaeHyung chilló por sus toscos jaloneos—. ¡¿Esta es tu forma de tratar a los niños bonitos?!

Gruñó por tercera vez consecutiva, antes de bajar a TaeHyung a punta de fuertes jaloneos. Aunque obtuvo como respuesta que éste le metiera tremendo besote en la boca.

Inesperado.

—¡Oye, zorra, ese anciano es mío! —gritó JiMin corriendo hacia ellos—. ¡Ya te dije que este no lo comparto!

❝Don celos se enɑmoró del señor coqueto❞ (ʏᴏᴏɴᴍɪɴ/ʏᴀᴢᴀᴇʟ).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora