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Capítulo 33 / Fernando

La música lo había salvado de más de una manera a través de su vida. Noches donde se había sentido solo, días donde no encontraba el sentido de las cosas, temporadas donde se había sentido tan perdido y sin la promesa de encontrar el camino de regreso. Y sin saberlo, lo seguiría salvando hasta en momentos donde no tenía cabida. Su nombre y sus canciones se habían regado por la ciudad, y de a poco más personas lo iban conociendo. Amigos de su madre y de Eric, viejos socios y conocidos del comienzo de la vida laboral de Eric habían escuchado de su música por sus hijos y los llenaba de orgullo que tanto talento fuese local. Entre ellos estaba Cesar Castañeda, el dueño del concesionario donde Eric había llevado su auto y comprado el Toyota. No solo por el renombre de su música, sino también por el buen nombre de su madre, deshacer el negocio no resultó difícil. Vender un auto nuevo después de sacarlo y usarlo, aunque poco, no era tan sencillo, y hubo que hacer un pago sustancial pero considerablemente pequeño ante la situación para el cambio. Fernando comprometió un pago que aún no recibía pero que era necesario para recuperar la pieza única que suponía su auto, y rezaba al cielo para que el dinero entrara en algunos meses. Noah lo había tranquilizado prometiéndole que vendría, y en la tarde del lunes, ya había recuperado su auto.

Su madre no se disculpaba con palabras, sino que lo hacía en gestos pequeños que Fernando le devolvía por todos los meses en que ambos habían sufrido a la par. Desayunos juntos todas las mañanas y casi todas las noches cenaban en casa. Fueron juntos a recoger el traje de la ceremonia de graduación y la había dejado comprarle un regalo aunque había insistido en que no era necesario.

"Solo te gradúas una vez. Y vamos a hacerlo bien."

Fernando nunca ha sido de usar joyas, pero el haber recuperado el dinero de las joyas robadas por tenerlas aseguradas fue algo sumamente importante para su madre y Fernando no quiso quitarle la ilusión. Vitrinearon en algunas tiendas solo para terminar en la tienda favorita de Sara, que había insistido en que tenían joyas modernas que ahora iban bien con su nuevo estilo de artista. Se decidió por una cadena de oro que le llega hasta el pecho, lo suficientemente delgada para que la pueda esconder si quiere, con el dije de una cruz larga que usa al revés. La acaricia con una mano mientras con la otra toma el timón. Estaciona frente al club de juegos de su infancia y su adolescencia, y donde había estado hace unos meses con Félix cuando lo había echado todo a perder en su cumpleaños. Dentro lo esperaba su amigo desde hace unos minutos como le había dicho por mensaje de texto, y nuevamente, adentro, Fernando debía mostrarle que estaba arrepentido por ser quién es, tan caótico y retorcido y llevarlo siempre al fondo con él.

Se baja del auto con el corazón desbocado como una corrida de caballos, y no es sino hasta que lo ve sentado frente a el juego de carreras, su favorito desde siempre, que se tranquiliza. Félix le da la espalda, con el control en las manos pero sin el juego en marcha, y voltea a verlo en el momento en que Fernando cruza la puerta. Le hace una seña de saludo con una mano y lo invita a acercarse, y Fernando camina hacia él con las manos en los bolsillos.

"Estaba pensando si cambiamos de juego hoy. ¿Recuerdas Donkey Kong? ¿Hace cuánto no lo jugamos?"

No necesitaron de más palabras para caer en la vieja rutina. Fernando se sienta junto a Félix y empiezan a jugar tan pronto como ponen dinero en la máquina. Una extraña sensación de nostalgia lo inunda, sintiéndose como cuando eran niños y no había una sola preocupación en la mente de ambos a parte de cuál sería el siguiente juego y cuándo llegarían los snacks. Le parece increíble pensar que a su lado está la persona que lo ha acompañado a través del tiempo, viviendo junto a él todas las marejadas de la vida, tanto las buenas como las malas, y que ambos se han visto caer y levantarse incontables veces. Félix lo había aceptado de vuelta en su vida con la misma facilidad que cuando se conocieron por primera vez, probablemente en el parque del colegio o en algún rincón del salón de clases, haciendo algún chiste o mostrando alguna piedra en el suelo que se cruzó en el camino.

De antes, para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora