11

14 3 0
                                    

Capítulo 11

En la rama más alta del árbol que Clara tiene sobre la cabeza, un pajarito canta una melodía ferviente, brincando de adelante para atrás. Es el único tanto en este el árbol como en los árboles vecinos. Parece una escena triste; alguna vez había escuchado que los pájaros cantan solo para conseguir pareja. Está solo y cantándole al aire, sin entender que la melodía se las lleva el viento. Ella quisiera cantarle una canción y decirle que va a llegar otro que escuche su música y le guste. Quisiera tener la forma de decirlo, y aun así, no puede convencerlo de algo que ni siquiera ella sabe. Se sentiría fatal al saber que le subió las expectativas a un pajarito sin saber si lo que decía era cierto.

El parque a su lado está casi desierto, con solo dos personas que pasean a los perros. Recuerda inmediatamente la última vez que estuvo aquí, de noche y en un panorama distinto y ardiente. Es la primera vez que nota los bancos a las afueras, uno de ellos en donde está sentada, y las flores en colores de patrón que están plantadas a las orillas del césped, aunque sea el parque más cercano a la casa en la que ha vivido por tantos años.

Se ha estado haciendo algunas preguntas últimamente que ahora se ven reforzadas por estar aquí: ¿alguna vez tendrá una cita con Fernando? Una cita real, donde él la invite a comer o al cine, o al parque a conversar, y lo estén haciendo porque se pusieron de acuerdo de antemano. Con cada día que pasa esa posibilidad se va perdiendo en el abanico de futuros posibles, y aun así no puede dejar de imaginarlo. Va algo así: él le escribiría un mensaje cuando estuviese llegando, y ella se pondría nerviosa mientras se termina de maquillar en el baño; Félix, que ya sabría que sale con su mejor amigo, la molestaría en la puerta del baño compartido, diciendo cosas como ni todo el maquillaje del mundo podría arreglar esa cara, y se reiría para luego arrepentirse y decirle te ves muy bonita hermanita, y se reiría otra vez porque su oración rima. Fernando llegaría y la esperaría fuera del auto, sentado sobre el capó aguamarina, y con una sonrisa completamente distinta, amable y coqueta, mientras ella camina hacia él y lo saluda con un beso, posándose entre sus piernas...

"Clara," escucha y despega la mirada del árbol donde la había vuelto a fijar sin darse cuenta. El pajarito ya no está y cuando mira hacia abajo, Fernando la espera con la ventana del auto abajo y una sonrisa en el rostro. Tiene una mano sobre el volante y el brazo completamente estirado. La camiseta de manga corta hace que su bicep se vea grande, y a Clara le parece que jamás lo había visto tan sexy.

Lo saluda con una mano y se levanta del banco para caminar hacia él. Se arregla la falda que trae puesta antes de sentarse dentro del auto.

"¿Llevas mucho tiempo esperando?" pregunta.

"Para nada. Decidí salir antes y esperar aquí, aprovechando que no había nadie en casa."

Fernando asiente. "¿Félix te espera?"

El tema casi innombrable sale por primera vez entre ellos. Habían mencionado a Félix en otras ocasiones, pero jamás de si estaba enterado de dónde estaba Clara, de si la esperaba, o de si debía saber. Es como si hubieran pactado hacer la vista gorda. Sin embargo, en este caso, Félix podría o no saber si se veían, pues lo estaban haciendo para organizar la fiesta.

"Solo para cenar."

Fernando vuelve a asentir y esta vez le quita la mirada para arrancar el auto. Clara se relaja en el asiento y se abrocha el cinturón.

"¿A cuál cafetería vamos? Sé de una cerca que queda al lado de una papelería."

"Oh, ya sé cual es. Verano azul." Fernando lo entona de una forma que le causa gracia. "El café es terrible. No vale la pena pisarlo."

De antes, para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora