Capítulo 20 / Fernando
Fernando siempre quiso aprender a desdoblarse. Desde que tenía once años, pasaba viendo videos en internet de qué se trataba, y practicaba todas las noches para intentar salir de su cuerpo y volar por el cielo de la ciudad, alejado de las casas y del ruido, imaginando que si contaba con suerte, lograría quedarse volando. Lo deseaba para escapar de noches donde el silencio insoportable lo calmaba y lo atemorizaba en igual medida, o de otras donde los gritos constantes lo hacían preguntarse si alguna vez tendría una vida normal.
Involuntariamente, y sin estar dormido, logra hacerlo ahora: ve la escena en la sala de la casa desde fuera, desde lo alto y ajeno, como si se tratara de la vida de alguien más. El brazo de Félix, que ha estado a su lado todo el tiempo, lo trae de regreso, y cuando Fernando siente su cuerpo nuevamente, lo único que puede hacer es desternillarse de risa.
Su madre lo mira como si fuera un poseso, como si la persona patética que tiene en los brazos no es suficiente para darle un nuevo significado a la palabra. Eric está tirado en el suelo, llorando descojonado, pidiendo perdón, una y otra vez, en el centro del salón con vidrios y destrozos por cada una de las losetas. Fernando lo mira fijamente, negándose a aceptar que este sea el padre que le tocó, que no tenga forma de escapar su destino ni los devenires que le traerá compartir la misma sangre. Eric se apoya en los brazos de su madre para levantarse, viendo algo en sus ojos que confundió con encanto u honor, porque le habla con una sonrisa en los labios, y lo llama con las manos.
"Acércate, hijo. Oh, te pareces tanto a mi."
Fernando ve el color rojo, el paisaje empañado con las erupciones de un volcán esparcido por todo el lugar. Se acerca en una zancada.
"No me parezco en nada a ti."
"Eres igualito a mi cuando tenía tu edad. Díselo, Sara. La misma cara de guapetón."
Su madre lo mira con ojos suplicantes, manteniendo el peso del inerme hombre en todo el cuerpo, y Fernando aprieta los ojos ante las lágrimas que le queman en la garganta. Llama a Félix con una inclinación de cabeza, y entre los dos agarran el cuerpo embriagado y lo arrastran por el pasillo hasta el cuarto principal. Lo dejan caer en la cama, y Fernando sale del cuarto como un huracán mientras su madre entra paralelo a él para seguir cayendo por el precipicio. Abre la puerta de la casa y se encuentra con Marissa, que voltea a mirarlo apenas escucha el ruido. Le da un abrazo por el cuello y Fernando se limpia el rostro por detrás, dejando las manos caer en su cintura unos segundos antes de soltarla.
"Me quedaré aquí por si Sara necesita algo." Félix cierra la puerta y Fernando se sienta en el escalón que separa la casa del jardín frontal.
Su madre había llamado a Melanie para cambiar el turno cuando Eric llegó borracho hasta las tetas, gritando sandeces que se convirtieron rápidamente en groserías que los vecinos escucharon. Melanie llamó a Marissa porque no tenía su celular, y cuando Fernando llegó ya estaba el salón destrozado. Su madre insistió en que Eric se había resbalado y caído. Le había pedido a Marissa y a Félix que lo esperaran afuera, negándose a involucrar a más personas en esta parte horrible que se llama su vida. Félix, sin embargo, se había negado a salir.
"Dale las gracias a tu madre cuando la veas. De todo corazón."
"No tienes nada que agradecer, Nando."
Marissa le posa una mano en el brazo y Fernando le sonríe. Los ojos miel están brillantes cuando lo miran, y él solo piensa en que se parecen más a la tierra que al caramelo.
"Gracias a ti también por haberme llamado. Te debo una gigante."
"Sabes que estoy para lo que necesites."

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De antes, para siempre
RomansaClara pensó que su meta de perder la virginidad antes del nuevo año escolar estaba desecha hasta que, la última noche antes de comenzar clases, tiene un encuentro furtivo con Fernando, el mejor amigo de su hermano, que los deja a ambos intrigados y...