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Capítulo 35

Los pelícanos del malecón lo saludan a lo lejos, emitiendo ese particular sonido que lo alivia desde que lo empieza a visualizar. Curiosamente, su ritual religioso de todos los años no se había visto mancillado, y aquí está, a tan solo 70 metros del lugar que lo había acompañado y que había escuchado las primeras notas de casi todas las canciones que hoy canta en vivo. No se había detenido a sentir lo que iba a añorar este lugar, pues había alguien a quien añoraba mucho más en su lugar.

La ve a lo lejos caminando a la orilla del mar, el agua llegando a sus pies descalzos mientras sostiene su cabello en una mano. Fernando pensó que llegaría antes que ella, convencido que el transporte público se demoraría lo suficiente para así poder ser el que espera. Estaciona el auto a unos metros de distancia y mantiene un atisbo de esperanza que voltee y lo vea, pero no sucede. La suerte no está de su lado.

Hay algo tremendamente tenebroso en ver a la chica de la que estás enamorado darte la espalda luego de que le hayas cantado una canción frente a más de 100 personas. Fernando no es una persona miedosa, y no le ha huido a una situación ni aunque ésta lo haya llevado al suelo incontables veces. Y sin embargo, sus pies no responden cuando cierra la puerta del auto, y solo se puede quedar de pie, con la mirada incrustada en ella y con el persistente pensamiento de que esto no puede salir mal. De que no puede perderla.

Se acerca deliberadamente lento, rehusado a llamarse cobarde pero sintiéndose uno de igual manera. Ella sigue sin percatarse de su presencia, concentrada en el final indecible del mar a lo lejos. Clara jamás lo trataría mal, así lo fuera a rechazar. No está en su naturaleza herir como lo está en la de él. No es precisamente dolor la emoción que inunda sus pensamientos, si no un río acaudalado de amor que derrama sobre todos los que aprecia, y Fernando fue un desierto favorecido en algún momento.

"Te apoderaste de mi lugar."

Clara lo siente antes de que hable, con sus pasos sobre la arena tan ligeros como un pensamiento. Lo mira por encima del hombro izquierdo, sin voltear todo su cuerpo hacia él.

"No sabía que la playa pública tiene dueño."

Fernando llega a su lado sin acortar la distancia entre ellos.

"Ese justo spot, sí. Ahí es donde siempre me siento a tocar en los días como hoy."

"Justo aquí. ¿Ni un poco más allá?"

Clara mueve sus manos para señalar el suelo bajo sus pies y Fernando sacude la cabeza en negación. Ella suelta una risa afable.

El hielo está roto. Fernando respira con tranquilidad.

"No esperaste a que terminara de cantar."

Cuando la había visto levantarse, tuvo ganas de detener todo el show e ir tras de ella. Félix no la vio salir y siguió aplaudiendo desde su asiento. Solo había visto a sus amigas notar la situación, y Cristina se había encogido de hombros mientras lo miraba. Nadie se había percatado de que estaba poniendo su vida en la línea de fuego con aquella presentación, ni siquiera ella. ¿Acaso no sabía que todo era por y para ella?

"El mar me estaba llamando desde que te montaste al escenario. Alguien me dijo que tiene buenos consejos para aliviar penas."

No quiere sonar críptica pero tampoco tiene las palabras para adentrarse en lo que sea que esté sucediendo entre los dos. Eso le toca por completo a él. Empieza a caminar hacia un tronco en la mitad de la arena, al contrario del mar.

Fernando camina detrás con las manos en los bolsillos e inspira cuando siente su perfume en el viento.

"¿Muchas penas que aliviar?" pregunta una vez ambos están sentados.

De antes, para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora