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Tres Sayre viajaban en una camioneta blanca, dos de ellos charlando y una leyendo un libro, parecía que Amaris no había cambiado mucho en ese sentido.

— ¿Crees que Georgia dejara que mi habitación se llenara de polvo o luzca impecable? – preguntó Dom mirando a su padre que le miraba por el retrovisor negando.

— Estoy muy seguro de que mi madre no conoce cada rincón de su casa pero debe de encargarse de que se encuentren todos limpios. – dio respuesta mirando a su esposa por un corto momentos y luego miró al conductor. — Es increíble que a esta hora no hay mucho tráfico.

— Sí. – asintió con una sonrisa. — Pero en la ida no había ni espacio para una bicicleta. – se quejó.

— Lo sé, por eso no conduzco. – sonrió y luego tomó su celular tecleandolo.

— Más bien no sabes conducir. – se burló Amaris sin apartar la vista de su libro, Dominic le miró fijamente creyendo que tal vez su mamá levantaría la mirada pero eso no ocurrió.

— Mhmm he oído de ella y leído sobre ella pero casi no sé sobre su vida. – Andrew dejó de mirar su libro creyendo que le hablaba a él pero ni siquiera le miraba así que regreso a lo suyo, mientras Amaris alzaba una ceja y luego miraba a su hijo con intriga a la vez que ligeramente doblaba la hoja del libro que leía. — Prefiero a Mario Benedetti.

— Muy bueno sin duda, pero me fascina la pasión de Gabriela.

— Sí bueno, Mistral tiene excelentes poemas pero Benedetti además de poesía era un excelente novelista. – se encogió de hombros.

— No es competencia, Dom. – le sonrió negando lista para volver a su lectura pero Andrew carraspeo. La pareja se miró fijamente y la mujer comprendió, suspiró y regresó su vista a el chico castaño. — Pero si hablamos de puntos a favor, Gabriela habla, bueno...se inspira en su vida, entra su infancia que fue difícil y además expresa los problemas que coinciden con los de otras personas, ella se inspira en sus problemas económicos, habla de su enfrentamiento contra la dictadura, el feminismo y de sus desengaños amorosos. Y hay que agregar que ganó un premio Nobel.

Dominic sonrió y miró con un brillo a su madre quien ahora le miraba confundida por su reacción.

— No sabía que leías poesía, creí que eras igual de ignorante que mi papá. – la mujer soltó una carcajada y Andrew giró a mirar a su hijo mal recibiendo así una sonrisa de parte del joven como si le pidiera disculpas. — Es asombroso, porque amo la poesía y por fin parece que tenemos algo en común, buscábamos tener algo en común que fuera muy mágico pero termino siendo...– arrugó la nariz buscando una palabra que no alarmara y confundiera a su conductor. — ¿Ordinaria?

— Bueno esa es una excelente noticia, podría prestarte las llaves de la biblioteca de la mansión para que entres a mi sección de poesía, seguro te fascinará. – el joven castaño le miró sorprendido sin poder creer lo que acababa de escuchar.

— ¿Es una broma? – preguntó lleno de emoción.

— No, ¿Por qué? – frunció el entrecejo sin comprender.

— Bueno, cariño...– habló Andrew mirándole con obviedad. — No dejas que nadie entre a esa biblioteca, ni a la habitación de doble puerta.

— Pues nunca me lo ha pedido. – se encogió de hombros. — Tal vez pueda ser volviendo. Y precisamente de eso quería hablar con ustedes, más contigo. – miró fijamente a su esposo.

— Mhmm huelo a problemas. – sonrió y Amaris negó levemente regalándole una sonrisa tierna.

— Tal vez podríamos regresar dos o tres días antes de que regresemos al colegio. El evidente motivo es que Dominic debe regresar a tomarse medidas para su uniforme y necesita comprar sus nuevos libros y cosas que necesite para su último año. – ambos castaños asintieron. — Y la segunda es porque he quedado de confirmarles a unas amistades de hacer una reunión en la mansión, serviría para que les conocieran ellos a ustedes y ustedes a ellos, y también sobre mi.

𝓐𝓮𝓽𝓮𝓻𝓷𝓾𝓶 [𝚆𝚑𝚊𝚝 𝚑𝚊𝚙𝚙𝚎𝚗𝚎𝚍?]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora