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Amaris se encontraba tomando té mientras resolvía sudokus, uno tras otro sin importarle que hora fuera no se detenía y no había manera de que lo hiciera al menos que terminara su pequeño cuaderno de sudokus pues era una manera de tranquilizarse y no convivir con los Sayre.

Estaba tan tranquila hasta que llegó un búho, al principio creyó que era para ella e inesperadamente para ella, sin darse cuenta su corazón bombeo más rápido de lo que lo hacía día a día. Quizá por un pequeño instante creyó que era una carta de Hermione, ¿Pero porqué emocionarse o ponerse nerviosa si no sentía nada? Aunque hay que recordar que la negación es uno de los pasos para poder lograr llegar a la aceptación.

Fue hasta entonces que leyó de quién se trataba lo que hizo que todo nerviosismo se esfumara, pues conocía aquel sello y aquel nombre lo cual no le interesaba, pero sí le confundía ya que no tenía la menor idea de que su hijo intercambiara cartas con el hijo del hombre que consideraba como hermano.

La de ojos azules se levantó con su té en una mano y en la otra el pergamino, leía repetidas veces el nombre y el sello, no se equivocaba pues cada vez que le echaba un ojo el nombre era el mismo que la primera vez.

Su hijo no estaba tan lejos, pues sorprendentemente se encontraba sentado cerca del laberinto con Alana, la chica que supuestamente no soportaba.

— El búho se ha equivocado. – habló obteniendo así la atención de su hijo quien le miró confundido hasta que la vio extender el pergamino.

— Gracias. – respondió tomándolo para luego observarlo, por otro lado, Amaris miraba con seriedad a la chica. Tal vez no era seriedad quizá solo se trataba de la expresión facial que siempre traía la mujer.

Amaris suspiro mientras daba un ligero movimiento que no se había notado mucho y al principio Dominic creyó que se había tratado de un movimiento cualquiera, pero podría jurar que era uno de negación, y acto seguido la vio dar vuelta sin decir nada.

— Nos vemos después. – le dijo el chico mientras ella avanzaba sin decir ni hacer nada.

Una vez que la madre del chico se encontraba fuera de la vista de ambos chicos, Alana habló.

— Parece que es una mujer de pocas palabras.

— No siempre fue así. – respondió encogiéndose de hombros mirando por dónde se había ido la mujer rubia. — Ha cambiado este último año.

— Al menos se ve que le importas. – dio un punto de vista haciendo que Dom soltara una corta risa.

— Que me trajera una carta que le llegó por equivocación no quiere decir que le importe.

— No lo digo por eso. Desde hace años cualquiera se da cuenta de que tu madre se la pasa protegiéndote, te cuida y está al pendiente de ti, y no para mal, solo lo suficiente para asegurarse de que estás bien. Creo que eso no cualquiera la tiene.

Sayre no supo que responder solo asintió quedándose en silencio sin apartar la mirada de entre los arbustos por los que se había ido su mamá.

Alana le observaba sin comprender, pero el silencio se le estaba haciendo incómodo pues, aunque llegaba a estar en silencio con Dominic era en otras situaciones y es que esta era la primera conversación que tenían ambos ya que no tenían una amistad y mucho menos una relación, lo único que tenían era sexo casual que ambos disfrutaban pues era su entretenimiento de día a día.

Sin saber que hacer la chica se arrodilló quedando en medio de las piernas del castaño, comenzó a desabrochar su cinturón hasta que logró bajarlo con todo y su ropa interior.

Dominic se inclinó hacia atrás para darle más espacio a Alana y que de alguna manera quedara más cerca de él, ella de inmediato lo entendió y se lo metió a la boca, comenzaba lamiendo del tallo hasta la punta, tomando en esta última la delicadeza de saborearlo con lentitud, sostenía con su mano la parte inferior y masturbaba con ella mientras seguía haciendo su trabajo en la punta.

𝓐𝓮𝓽𝓮𝓻𝓷𝓾𝓶 [𝚆𝚑𝚊𝚝 𝚑𝚊𝚙𝚙𝚎𝚗𝚎𝚍?]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora