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En el último día en Hogwarts en el día en el que los estudiantes regresaban a sus casas para pasar navidades, se encontraba en su despacho minutos antes de encontrarse con su esposo e hijo que le esperaban en el gran comedor listos para dirigirse a la mansión de la familia de su querido esposo.

Aunque al ser el último día Amaris se encargaba de terminar un pequeño trabajo en su despacho para luego marchar a su tortura en el gran palacio de los Sayre, y les había informado a su familia que no tardaría demasiado, además de que si lo hacía les había recordado que se trataba de una sola aparición que no les llevaría ni cinco minutos.

La melodía favorita de Amaris sonaba mientras hacia su trabajo con una ligera sonrisa, dentro de aquellas cuatro paredes no lograba oírse más que la melodía que la rubia llevaba tiempo sin oír y después de años oírle le ponía alegre.

— Amaris...– escuchó la mejor parte al salir su nombre de los labios de la castaña en un ligero gemido.

Mientras la profesora se encontraba hincada con Hermione sentada en el escritorio con los ojos cerrados, sus manos en la cabeza de la rubia y la boca ligeramente abierta soltando gemidos que invitaban a Amaris para jugar con su lengua sobre los labios húmedos de la ministra y seguir jugando con sus manos en los pechos de esta.

— Sigue... – suplicó con la respiración agitada sabiendo que estaba por terminar.

— No tengo otros planes, cariño. – dijo separándose para encontraste con una vista que se aseguró de grabarse cada gestó de Hermione hasta que está le empujó para que regresara con lo que hacía y Amaris soltó una pequeña risa.

Fue hasta que fueron interrumpidas por el sonido de la puerta que era golpeada levemente.

— Mamá. – hablaron del otro lado de la puerta y los ojos de Hermione se abrieron enormemente al oír la voz del hijo de la mujer que se encontraba entre sus piernas.

— Amaris...– quería susurrar pero sintió la lengua de la mujer nuevamente dentro de ella haciendo que el nombre de esta se alargara.

Volvieron a tocar la puerta haciendo que Hermione comenzará a mover a la profesora que no se separaba.

— ¿Estás ahí? – cuestionó Dominic completamente confundido al ni oír nada, ni siquiera la música de su madre pues sabía perfectamente que la música era esencial para que la mujer hiciera su trabajo o cualquier tipo de actividad.

Amaris estaba justo por regresar a lo suyo cuando la mujer que le miraba desde arriba le pegaba levemente, levantó la vista encontrando los ojos cafés de Hermione que le miraba mal, la rubia rodó los ojos y fastidiada se ponía de pie.

Tomaba de la cintura a Granger y daba suaves caricias con sus pulgares para después besarla apasionadamente y sin poder resistirlo Hermione la abrazo por la cintura para acercarla a ella.

— ¿Mamá? – preguntó fastidiado su hijo al no poder abrir la puerta.

La rubia bajaba sus besos al cuello de la ministra que por más que quería que las cosas pararan al saber que el hijo de la mujer se encontraba al otro lado de la puerta no podía evitar inclinar su cuello para que Amaris pudiera hacer un mejor trabajo.

— Mamá. – tocó con desesperación pero eso no logró que Amaris se apartará del cuello de Hermione hasta que esta le daba pequeños golpecitos para que se separará.

— Debes responder. – susurró y Amaris soltó un gruñido para separarse de Hermione.

— ¿Qué quieres, Dominic? – preguntó sin ocultar su mal humor.

— Vaya, creí que habías muerto. – dijo su hijo del otro lado de la puerta.

— Se nota tu preocupación. – murmuró mientras miraba a Hermione que le daba una mala mirada.

𝓐𝓮𝓽𝓮𝓻𝓷𝓾𝓶 [𝚆𝚑𝚊𝚝 𝚑𝚊𝚙𝚙𝚎𝚗𝚎𝚍?]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora