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Amaris hizo una aparición mirando aquella casa, sintió un escalofrío recorriendo por su espalda, sentimientos encontrados que no lograba comprender.

Dio una calada a su cigarro y caminó hacia la pequeña casa para entonces tocar la puerta unas dos veces.

Extrañamente se encontraba nerviosa, sus manos sudaban y su respiración de vez en cuando se detenía. Y apesar de encontrarse fumando sus manos estaban un poco inquietas, se suponía que el cigarro le ayudaría pero no era así.

El tiempo estaba pasando y al no ver qué abrieran estaba por tocar nuevamente pero justo en ese preciso momento la puerta se abrió. Su corazón latía con tanta rapidez y el humo salía lentamente de su boca.

— ¿Puedo ayudarla en algo? – miró aquellos ojos negros que se veían cansados, la ligera barba en el hombre y unas canas entre su cabellera negra.

Su cuerpo se quedó estático, perdió el habla y miraba cada detalle del hombre que tenía de frente, años sin verle, sin escucharlo, sin saber nada de él y no podía creer que en ese momento le estuviera viendo. Aunque lo único que el veía era a una mujer rubia que le miraba con mucha seriedad.

— Si no quiere nada entonces larguese. – dijo molesto al no obtener respuesta.

— No has cambiado mucho. – habló por fin y apagaba su cigarro. — Creo que tenemos una charla pendiente, papá. – dio algo parecido a una sonrisa y pasó por su lado para entrar a la casa.

Mientras Amaris miraba la casa en la que en el algún momento había comido, dormido, había vivido en esa casa la mayor parte de su adolescencia y toda su infancia; por otro lado se encontraba Severus que se había quedado analizando que estaba viendo a su hija.

La mujer se quitó su túnica dejándola en el sillón para después caminar a la cocina, remangó su camisa y de un momento a otro algunas cosas se acercaban a ella.

El hombre cerró la puerta y caminó lentamente a la cocina, mirando a una mujer rubia batiendo huevos y otros ingredientes que realmente no me tomaba importancia. Era su hija...su pequeña Amaris era una mujer que no había visto nunca, tenía el doble de la edad de la última vez que le había visto.

— ¿Cómo has estado? – preguntó Amaris mirando fijamente al hombre que no podía ocultar su sorpresa. — Ay por favor, papá, no estás viendo un fantasma.

— Disculpa que tarde en procesarlo, pero la última vez que te vi tenías 17 años y lucias completamente diferente. – habló por fin y Amaris asintió.

— No te ves tan mal como me habían dicho, de echo yo te veo bastante bien. – le apuntó con el globo y el hombre frunció el entrecejo. — Me alegra que estés bien. ¿Qué hay de nuevo?

— La verdad es que no mucho a diferencia tuya, no he tenido hijos, no he tenido esposa, ni tengo un nuevo trabajo.

— Y a mi que me emocionaba escuchar alguna novedad de un nuevo hermano. – dijo sin despegar su vista de lo que preparaba.

— ¿Cómo está Dominic?

— Aún no quiero llegar a ese tema así que si eres tan amable de cambiar el tema. – dijo soltando un gruñido que confundió a Severus pero asintió.

— ¿Qué tal tu esposo? ¿Ha venido contigo?

— Bien. – dijo dejando de hacer lo que se encontraba haciendo. — No Dominic, no Andrew, no Sayre's.

— De acuerdo. – alzó ambas manos en señal de rendición. — Me he enterado de que ahora eres profesora en Hogwarts.

— Ah sí, termine siendo todo lo que nunca quise, y por poco me convierto en ti cada que alguno de ellos es tan insoportable.

𝓐𝓮𝓽𝓮𝓻𝓷𝓾𝓶 [𝚆𝚑𝚊𝚝 𝚑𝚊𝚙𝚙𝚎𝚗𝚎𝚍?]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora