Epílogo

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El tiempo, para la inmortalidad de un vampiro, pasaba rápidamente, especialmente cuando la rutina lo volvía monótono. Para la familia Cullen, el paso del tiempo no podía detenerse, por mucho que desearan lo contrario. Aunque la inmortalidad extendía la vida de Carole, la dura realidad era evidente desde el principio: su mestizaje. Mitad cambiaformas y mitad vampiro, Carole vivía más que un Quileute gracias a su pequeña porción de inmortalidad vampírica, pero no era una existencia eterna. Todos comprendieron pronto que, tras cada meta cumplida por su camaleónica compañera, quedaba menos tiempo de vida.

Las fantasías, sueños y deseos de protegerla se iban realizando como lo dictaba su creador, Cammaleoniri, para que ella pudiera coexistir.

En septiembre de 2006, Edward y Carole Masen Cullen regresaron con una gran sorpresa. Se habían casado en Las Vegas, movidos por un deseo egoísta de disfrutarse mutuamente. Además, habían decidido vivir como pareja en un departamento alquilado en Francia, experimentando una libertad y calma que no habrían obtenido estando con los demás.

Al finalizar ese mes, volvieron a casa con una noticia inesperada. El brillo especial en los ojos verdes de Carole y su apariencia rejuvenecida a la de una mujer de veintiséis años dejaron hipnotizados a todos. Sin embargo, solo las vampiras con instinto maternal fueron las primeras en darse cuenta del estado gestacional de Carole. ¡Carole había regresado embarazada y casada!

Esme fue la primera en llevar la mano a la boca, conteniendo lágrimas de emoción mientras la ponzoña retenía el flujo. Rosalie, por su parte, no pudo reprimir su impulso protector, deseando cuidar de Carole y satisfacer todos sus antojos. Finalmente, comprendió que no podría tener lazos maternales directos con Carole; su misión sería preservar, amar y proteger como una madrastra al fruto del amor entre Edward y Carole, cumpliendo así sus propios deseos maternales insatisfechos.

«Seré su madrina. Su protectora, pero seré la mejor madrastra de todas. Ese bebé será el milagro que tanto he esperado», pensó Rosalie, decidida, mientras una sonrisa soñadora se dibujaba en su rostro.

Edward aceptó la situación. No había otra opción, y prefería esto a la alternativa que su hermana había intentado imponer inicialmente.

«¡Voy a ser abuela! Cocinaré los mejores postres y comidas para esta bendición», pensó Esme, conmovida y llena de dicha.

Emmett, Jasper y Alice permanecieron estáticos ante la sorpresa de verlos tan cambiados. No obstante, no pudieron evitar notar los anillos de casados en los dedos de Carole y Edward.

—¡Oh! Esperen, quédense así. Quietos —exclamó de repente Carole, aplaudiendo.

Retrocedió unos pasos hacia el Volkswagen amarillo, dejando ver su atuendo casual y juvenil: un polo color marfil de cuello tortuga, un vestido azul con volantes que caían sobre sus muslos y rodillas, medias de nylon negras y tenis deportivos blancos. Abrió la puerta del auto y sacó un ramo de flores de tela aterciopelada, diseñado exclusivamente para Alice. Con el ramo en mano, se acercó de nuevo al grupo.

Con una mirada determinada, Carole se arrodilló frente a Alice, adoptando la postura tradicional de una propuesta de matrimonio, y por consiguiente, frente a Jasper, que estaba justo detrás.

—Sé que hemos sido egoístas. Pero esta es mi ofrenda de paz —dijo Carole, mientras se acercaba tímidamente a Alice y Jasper—. Los he extrañado mucho, amores.

Después de esas palabras, llegaron los abrazos. Nadie podía seguir enojado; el tiempo había pasado, y la ira del momento ya se había desvanecido. Alice tembló de emoción al ver cómo las visiones que había tenido al principio de esta aventura se completaba con un solo abrazo en ese instante.

CAMUFLAJE (Cullen) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora