CAMUFLAJE (Cullen)

🦎 Capítulo 92

Carole se encontraba leyendo una novela ligera llamada "El encanto del cuervo", repasando con sus ojos verdes cada línea y hoja del libro. La portada le había llamado la atención, con una frase que sin duda la atrapó por completo: «una novela fascinante sobre el poder del pasado y la fuerza del destino». La había encontrado en una librería escondida en un callejón de Seattle; al menos, pasar por ese lugar había sido entretenido, y eso había sido hace una semana. En ese momento, Carole avanzaba la lectura hasta la página cinco, la mañana había amanecido con un radiante sol, y Edward brillaba como un vestido de lentejuelas, lo que no hacía recomendable salir ante muchas miradas.

Por eso, había decidido quedarse en el departamento alquilado en Francia. Después de un merecido desayuno, se había sentado en la cama y empezó a leer su novela. Tan inmersa estaba en la lectura que, cuando Edward agarró el libro y se lo arrebató, ella apenas se dio cuenta.

—¡Hey! Dámelo, Edward.

Se quejó molesta por la interrupción. No podía dejar de leer; cada párrafo parecía dar significado a sus dudas existenciales del pasado. Pero su compañero no compartía su entusiasmo. Notó que su ceño fruncido amargaba su rostro.

—Vinimos para estar juntos. Llevas cinco horas leyendo esto, ¿es más interesante que yo, acaso?—preguntó Edward con un tono áspero y dolido.

Carole frunció el ceño ante esa frase. En verdad, no se había percatado del tiempo; así pasaba cuando empezaba una lectura. Todo lo que la rodeaba pasaba a un segundo plano, solo prestaba atención a su lectura y a los personajes ficticios.

—No me di cuenta de que llevaba horas. Perdón, eresmeralda. Claro que eres interesante, solo... no pude resistirme a la tentación de leerlo —expresó avergonzada.

Edward se sentó en medio de la cama, recostando su espalda contra el respaldo del somier, dejando un espacio entre sus piernas para que Carole pudiera sentarse allí.

—Ven aquí, quiero leer contigo ese libro que tanto ha robado la atención que era solo para mí —exigió Edward.

Carole, con cierta timidez y vergüenza, accedió. La posición era tan íntima y comprometida que sus mejillas se sonrojaron.

—Listo. ¿Ahora qué?

—Ahora sigue leyendo, y no te distraigas. Déjame acceder a tus pensamientos para entender cómo te sientes. Así no me pierdo ni un instante de tu dulce encanto —pide casi como una súplica el lector de mentes, con un tono romántico. Le da el libro con la página en el mismo lugar donde ella se había quedado.

—¿B-bueno? —afirmó con duda.

En cuanto se animó a regresar a su lectura, se sumergió completamente en la narrativa de la historia. Sin embargo, su piel tuvo un escalofrío cuando sintió que Edward deslizó sus manos alrededor de su cintura, acariciando la zona de la pelvis en círculos.

—Edward... ¿q-qué haces? —preguntó nerviosa al percibir cosquillas extrañas en el lugar donde Edward estaba acariciando.

—Cobrar nuestra luna de miel.

Carole se dio cuenta del correr del tiempo y recordó por qué tenía activado su camuflaje en Edward y por qué estaban en Francia. En un flashback veloz, recordó las emociones, los sentimientos y la euforia de haberse casado en Las Vegas por papeles con Edward. El anillo de bodas que pertenecía al matrimonio de sus padres reposaba en su mano, y el nerviosismo de saber que ella sería la primera vez de Edward y que ya no era virgen como él, le daba vergüenza.