🦎Capítulo 49

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Edward trajo a su compañera en brazos aquel 31 de octubre de 2004. ¿La razón? La joven, tan emocionada como estaba, había exagerado en sus caminatas hacia las casas y prácticamente habían recorrido medio Forks en busca de caramelos. Durante el recorrido, se había ganado la amistad de muchos niños pequeños, a quienes regalaba parte de sus dulces. Para la joven de ojos verdes, los caramelos no eran tan importantes; si tuviera que elegir entre ellos y el helado, siempre preferiría el helado, aun cuando no fuera lo mejor para su salud.

Esa noche, las piernas de la joven Eco estaban agotadas por el esfuerzo físico, llevado por la adrenalina de estar tan feliz. Incluso arrastró a Jasper a varios lugares, presumiéndolo como un "teniente de las fuerzas texanas" (aunque no era cierto), lo que les valió elogios por su comportamiento de "hermano mayor", ganando más dulces. Para la gente del pueblo, Eco se veía como la dulce hermana de 16 años, aunque en realidad ya tenía unos cuantos más; pero ningún humano sospecharía esto a menos que hablara en su modo filosófico y serio sobre algún tema.

«¿Qué sucedió, hijo?» pensó Esme preocupada al ver a su pequeña así.

—Se quedó dormida en el auto, mamá. Se cansó demasiado —respondió Edward, anticipándose a la pregunta.

Esme asintió, llevando una mano a su pecho en señal de alivio. Dio un paso a un lado para dejarlos pasar, y luego vio cómo Jasper y Alice traían al menos dos calabazas de plástico llenas de caramelos.

—Eran más, pero Eco terminó por donarlos a otros niños que no tuvieron tanta suerte con los dulces —comentó Alice con una sonrisa de orgullo.

—La criamos bien, eso es bueno. Pasen, que deben alistarse para las clases; el tiempo vuela, hijos —les indicó Esme mientras los empujaba suavemente hacia dentro. Luego cerró la puerta y se dirigió directamente a limpiar el terrario de su pequeña hija.

Jasper y Alice se acercaron a colocar los caramelos en la heladera, sabiendo que si no los cuidaban, su compañera haría un berrinche por no haber cuidado algo tan sencillo. Ella quería empezar a cazar sus propias hormigas.

Cualquiera pensaría que no sacrificaría sus caramelos por algo mejor.

Ambos giraron la cabeza imperceptiblemente tras guardar los dulces, al escuchar cómo la joven pedía agua a Edward, quien no tardó en bajar para buscarla.

—Esme, ella quiere que subas. Antes de irse a dormir, quiere contarte su aventura —comentó Edward mientras miraba a sus hermanos con el ceño fruncido—. Creo que mañana será un día extraño; papá le ha enviado un mensaje a su Nokia.

—¿Y qué ha dicho Carlisle? —preguntó Jasper, también ceñudo. «No entiendo por qué siento tanta inquietud por parte de Edward, esa sensación solo me ocurre cuando...» pensó reflexionando.

—Mañana después de clases, iremos a comprar útiles escolares para ella. Irá a clases, pero solo como espectadora hasta que se habiliten las inscripciones oficiales. El director le dijo a papá que quiere verla en un entorno como el nuestro y, dependiendo de eso, Eco hará el examen extracurricular para ver en qué curso quedará —respondió Edward.

Alice dio un salto de emoción al saber que Eco estaría con ellos, pero su sonrisa se desvaneció al reconocer lo que implicaría que Eco asistiera a clases. «Si saben lo sociable que es, nos la quitarán... Pero si solo se junta con nosotros, pensarán que es inalcanzable y tal vez eso los detenga de acercarse a ella y...» pensó preocupada.

—Exacto. Eso también quiero creer yo... —compartió Edward mientras se acariciaba el cabello, como si le picara solo de imaginar el estrés.

—No creo que sea para exagerar. Ella estará contenta, y eso es lo que me importa. Lo demás lo veremos en su momento —comentó Jasper despreocupado, sin notar la preocupación de Alice y Edward—. Ve a llevarle el agua, Esme subió hace un rato.

—"¡Vimos muchísimos disfraces hermosos y terroríficos, mamá! ¡Había niños lobos, vampiros, brujas y hadas! Pero ninguna hada era más bonita que Alice, claro. ¡Debiste ver cómo a todos les encantó mi disfraz y..." —se escuchaba a lo lejos la voz de Eco/Carole, tan emocionada y cada vez más adormilada.

Esme parecía solo hacer gestos o reírse sin interrumpirla, disfrutando de la alegría que su pequeña camaleónica le causaba. Amaba que, aunque su hija estuviera creciendo, aún le contara cómo había sido su día.

Así fue como los hijos mayores, Alice y Edward, después de que Edward le diera a su compañera el vaso de agua, se reunieron para pensar en cómo hacer que su primer día de clases fuera agradable y no un nuevo trauma para ella.

Mientras tanto, Jasper se quedó velando los sueños de su compañera, sin estresarse por cosas que no podía controlar, imaginando solo la felicidad plena de esa ojiverde yendo a clases.

Ni tan caótico podía ser. ¿O sí?

CAMUFLAJE (Cullen) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora