En lo más profundo de un sueño, Pequeña Azul se abalanzó sobre una
mariposa, arrancándola del aire. Cuando la inmovilizó en el suelo, sus alas
le hicieron cosquillas en la nariz. Curiosa por verla volar, la dejó revolotear
en el aire. Se alejó hacia el cielo, fuera de su alcance, pero algo seguía
haciéndole cosquillas en la nariz. Estornudó y se despertó. Una cola corta
y esponjosa se había desviado del lecho de Amapola del Amanecer y se
movía contra el hocico de Pequeña Azul. Ella la apartó con un zarpazo,
malhumorada. El peso de Pequeña Nevada estaba presionado contra su
manto, haciéndola sentir caliente y aplastada. Pequeña Azul y Pequeña
Nevada ya no eran las gatas más pequeñas de la maternidad. Cuatro lunas
atrás, Amapola del Amanecer había tenido a sus cachorros: dos hembras y
un macho, llamados Pequeña Dulce, Pequeña Rosal y Pequeño Cardo.
Pequeña Azul había sugerido el nombre de Pequeño Cardo porque tenía un
pelaje gris y blanco que sobresalía por todas partes. Por suerte, era mucho
más suave que un cardo de verdad. Pequeña Nevada había llamado a
Pequeña Rosal por el color rosado anaranjado de su cola. Y Pequeña
Dulce, que era blanca con manchas carey, se llamaba así por la madre de
Estrella de Pino, Brezo Dulce.
Al principio había sido divertido tener más cachorros con los que
jugar, pero ahora Pequeña Azul sentía que apenas tenía espacio para
estirarse. Incluso con Flor de Luna durmiendo en la guarida de los
guerreros la mayoría de las noches, la maternidad se sentía muy llena.
Pequeño Cardo, Pequeña Dulce y Pequeña Rosal crecían rápidamente y
siempre se desbordaban del lecho de Amapola del Amanecer. Para
aumentar el desorden, Cola Pintada había dado a luz hacía dos lunas, y
Pequeña Dorada y Pequeño León apenas dejaban de retorcerse y maullar.
Ahora estaban tranquilos, pero cuando Pequeña Azul volvió a cerrar los
ojos, Amapola del Amanecer gruñó en sueños y, separándose de Pequeña
Rosal y Pequeña Dulce, se dio la vuelta con un suspiro. Pequeño Cardo
rodó tras ella, apoyó la barbilla en el costado de su madre y empezó a
roncar con fuerza. «¿Qué sentido tiene seguir intentando dormir?».
Pequeña Azul se puso de pie y se estiró, y un escalofrío recorrió su
larga y elegante cola. Con la caída de la hoja habían llegado las mañanas
frías, y aunque la maternidad era acogedora, delgadas corrientes de aire
frío se colaban por las paredes de zarzas. Miró el lecho de Cola Pintada,
envidiando el grueso pelaje de Pequeño León, que se erizaba alrededor de
su cuello como una melena. Pequeña Dorada, cuyo pelaje rojizo claro y
liso la hacía parecer mucho más pequeña que su hermano, se agitó a su
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La Profecía de Estrella Azul
FantasíaCompleta en Español ADVERTENCIA Este libro contiene mu3rt3s, g0r3 y vi0l3nc1a an1m4l Warrior Cats por: Erin Hunter Traducción: Clan Nocturno y Pichu06