CAPITULO 9

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Brisa Veloz se puso rígida, con las orejas gachas.

—¿Zarpa de Leoparda?

—Herida de garra —le dijo Ala de Petirrojo—. Está sangrando

mucho. Hay que llevársela, y no podemos prescindir de ninguno de los

guerreros que están luchando.

Brisa Veloz asintió, y su mirada redonda se endureció.

—Ven con nosotros —ordenó a Zarpa Azul.

—Yo debería ir —Bigotes Plumosos recogió sus hierbas.

—No —Brisa Veloz negó con la cabeza—. No podemos arriesgarnos a

que te lastimen.

—¿Y qué hay de mí? —Zarpa Nevada se ofreció, con los ojos

brillantes.

—Un aprendiz será suficiente —Brisa Veloz le lanzó a Zarpa Nevada

una mirada que no discutió. En lugar de eso, retrocedió, bajando la cabeza.

—Esperaré con Bigotes Plumosos.

—Quédate cerca —dijo Brisa Veloz a Zarpa Azul. Salió corriendo de

la roca tras Ala de Petirrojo y se adentró en la lluvia torrencial.

Zarpa Azul entornó los ojos y se mantuvo tan cerca del flanco de Brisa

Veloz como pudo, sintiéndola con sus bigotes y su pelaje cuando la lluvia

la cegaba. La hierba estaba resbaladiza bajo sus patas, y su cola era

azotada sobre su espalda por el viento. Sin previo aviso, Brisa Veloz se

detuvo. Zarpa Azul se deslizó hasta detenerse a su lado. Parpadeando, vio

que el suelo caía frente a ella. Una pendiente pronunciada conducía a un

muro de zarzas, mucho más grueso que las aulagas que llevaban al

campamento del Clan del Trueno. Al otro lado de las zarzas, el suelo se

aplanaba. Los olores eran mucho más fuertes ahora, y Zarpa Azul sabía

que este debía ser el campamento del Clan del Viento, con su claro central

abierto al cielo.

Con los ojos muy abiertos por el horror, Zarpa Azul observó la batalla.

Los gritos y aullidos rasgaban el viento aullante. La sangre manchaba el

suelo y hacía espuma en charcos rojos, enjabonados por la lluvia. Pelos,

pesados por la carne, volaban en grupos y se enganchaban en las zarzas.

Zarpa Azul entrecerró los ojos, tratando de distinguir qué gato era cada

uno de sus compañeros de Clan. ¡Allí! Fauces de Víbora estaba empujando

a un gato del Clan del Viento con las patas traseras agitadas, solo para ser

atacado por dos guerreros más; sus garras brillaban y sus dientes estaban al

descubierto. Se retorció repentinamente para proteger su vientre,

defendiéndose de uno con sus masivos hombros, pero el otro se aferró a él,

y Fauces de Víbora aulló cuando las garras del guerrero le arrancaron

trozos de pelo. Al otro lado del claro, Caída del Sol y Manto de Gorrión

luchaban lado a lado, de espaldas a las zarzas. Daban tajos y arañazos a los

La Profecía de Estrella AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora