CAPITULO 42

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Fauces de Víbora habló suavemente.

—Pelaje Azul, ¿te gustaría unirte a una patrulla de caza hoy?

Pelaje Azul lo miró, tratando de concentrarse.

Había pasado una luna desde que había dejado a sus cachorros con

Corazón de Roble. Las paredes de la maternidad se habían fortificado con

más zarzas. Dos guerreros hacían guardia cada noche helada para

asegurarse de que ningún zorro o tejón volviera a entrar en la maternidad.

El Clan había creído la historia de Pelaje Azul, que se había despertado y

encontrado que sus cachorros habían desaparecido. Todos los gatos creían

que habían sido robados por un animal que había hecho un agujero en la

parte trasera de la maternidad, impulsado por el hambre para aventurarse

en el campamento por primera vez. Habían buscado en el bosque durante

días, sin saber dónde buscar, ya que el rastro de olor estaba muerto por la

nieve helada. Pelaje Azul había recorrido el bosque con sus compañeros de

Clan, adormecida por la culpa, recordándose una y otra vez que lo había

hecho por su Clan. Mientras tanto, el hambre y la tristeza se apoderaban

del Clan. Hablaban en voz baja y se acurrucaban en nudos, mirando a

Pelaje Azul con una lástima que la apuñalaba como espinas. Estaba harta

de contar mentiras.

Apenas se dio cuenta de lo vacía que estaba la pila de carne fresca

estos días. Se sentía demasiado miserable para comer, deseando solo

esconderse en el sueño. Sentía como si el fragmento de hielo que

atravesaba su corazón nunca se derretiría. «Estarán a salvo con Corazón

de Roble». El pensamiento no fue suficiente para aliviar su dolor.

¿Pequeña Musgosa estaba mirando desde el Clan Estelar, odiando a Pelaje

Azul por robar su vida? ¿Le había explicado Pelaje Nevado que su vida

había sido sacrificada por el bien de su Clan?

—Pelaje Azul —Fauces de Víbora apoyó su cola en su hombro y

repitió su pregunta—. ¿Te sientes con ganas de cazar?

—Cazaré contigo, si quieres —Manto de Tordo se apresuró a unirse a

ella. La tristeza ensombrecía su mirada. Estaba afligido como lo estaría un

padre. Había trabajado más duro que cualquier otro gato para reforzar la

maternidad, y su pelaje aún estaba empenachado y arañado por las zarzas

que había entretejido con fuerza en las ramas.

Pelaje Azul deseaba poder decirle que dos de los cachorros seguían

viviendo, seguros y queridos, al otro lado del río.

Se encogió de hombros ante la cola de Fauces de Víbora.

—Prefiero cazar sola.

Fauces de Víbora asintió.

—Como quieras.

La Profecía de Estrella AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora